La Ontología de la Conciencia —según el Dr. Fabián Sorrentino— es una propuesta educativa interdisciplinaria dedicada a estudiar el ser consciente y cómo éste se relaciona con diversas realidades.

Se define como “una interdisciplina que se centra en el estudio del ser consciente y su relación con las realidades alternativas”, examinando cómo la conciencia influye en nuestra percepción y experiencia del mundo, acorde a nuestro nivel de conciencia.

Esta visión reconoce que el conocimiento humano sobre la conciencia es incompleto y complejo, requiriendo múltiples disciplinas y dimensiones para abordarlo. De hecho, expertos señalan que la experiencia consciente depende de la actividad cerebral, por lo cual resultará esencial integrar datos neuronales con modelos psicológicos y el análisis filosófico para explicar la conciencia .

En la práctica, la Ontología de la Conciencia aboga por un enfoque holístico: al igual que en la “educación holística” que integra dimensiones emocionales y espirituales , buscando estimular en los educandos una conciencia más plena de sí mismos y de su entorno (ver artículo del Coaching en la Era de la Singularidad). Esto resuena con la idea de Edgar Morin de que el pensamiento complejo debe ser el modo cotidiano de comprensión de la realidad .

En este marco integral, Sorrentino identifica 7 enfoques o capas interdisciplinarios clave para la Ontología de la Conciencia. Cada uno aporta una perspectiva distinta sobre el estudio de la conciencia, describiendo fases o ámbitos de conocimiento que, juntos, complementan una taxonomía holística del “ser” consciente.

A continuación describimos cada uno, combinando la explicación del propio Sorrentino con referencias de autores o corrientes relacionadas:

Enfoque Lógico-Matemático

La lógica provee las herramientas de razonamiento necesarias para estructurar el pensamiento de modo coherente y evitar errores conceptuales. Este enfoque «proporciona las herramientas necesarias para estructurar y analizar el pensamiento de manera coherente y
consistente», ayudando a descomponer y evaluar los argumentos sobre la naturaleza de la conciencia. En otras palabras, la lógica permite identificar falacias y garantizar que nuestras conclusiones sobre la conciencia sean válidas y bien fundamentadas. Por ejemplo, aplicar un razonamiento lógico en
debates sobre la percepción o la identidad refuerza la claridad conceptual. Aun cuando la conciencia es un fenómeno subjetivo, el pensamiento lógico nos guía al formular hipótesis claras y coherentes. En pedagogía, este enfoque lógico-matemático correspondería a desarrollar la capacidad de análisis crítico, como en enfoques de pensamiento científico o matemático que enseñan a estructurar ideas.

Neuropsicología Ontológica

Este enfoque integra la Psicología Cognitiva, la Neurociencia y la Ontología para anclar la conciencia en bases empíricas, aportando “una comprensión profunda de los mecanismos cerebrales y procesos mentales que subyacen a la conciencia, integrando conocimientos sobre emociones, cognición y neuroplasticidad”. Desde la neurociencia cognitiva se buscan, por ejemplo, los correlatos neuronales de la conciencia (áreas cerebrales cuya actividad acompaña experiencias conscientes). Efectivamente, la Stanford Encyclopedia of Philosophy señala que la experiencia consciente humana «depende de la actividad cerebral», y que es necesario emplear datos neuronales y modelos 1, 2, 3, 4, 5, 6, 1 psicológicos para conectar la actividad del cerebro con la experiencia consciente . En la práctica educativa, esto se traduce en currículos basados en el funcionamiento del cerebro: incluir neuro-didáctica, estudios de casos de neuroplasticidad, entrenamiento en habilidades emocionales, etc.

Así, la Ontología de la Conciencia enriquece su propuesta curricular conectando los descubrimientos sobre el cerebro (neurociencia) con la mente (psicología y ontología), promoviendo meta-competencias como la autoreflexión emocional y el manejo de estados internos. Esto es afín a la psicopedagogía socioemocional y a enfoques de aprendizaje basado en la evidencia científica del aprendizaje (por ejemplo, integrar hallazgos de la psicología educativa y neuroeducación).

Enfoque Epistemológico

La epistemología reflexiona sobre cómo conocemos la conciencia y la realidad. Este enfoque nos lleva a explorar “cómo adquirimos y justificamos nuestro conocimiento sobre la conciencia y la realidad”, invitándonos a cuestionar las fuentes y la validez de nuestras creencias . En concreto, distingue entre conocimiento empírico, racional o constructivista, lo que refleja corrientes clásicas de teoría del conocimiento (por ejemplo, empirismo vs. racionalismo vs. constructivismo). Comprender los límites del conocimiento humano —saber, por ejemplo, que nuestras intuiciones pueden estar sesgadas — permite abordar con humildad y crítica las afirmaciones sobre la conciencia. En la práctica educativa, este enfoque implica formar el pensamiento reflexivo: enseñar historia de la ciencia, pensamiento crítico, filosofía de la mente, o estudios epistemológicos como los paradigmas de Kuhn o Popper. De esta forma, los estudiantes aprenden que el «conocimiento» de la conciencia está condicionado por teorías y contextos, promoviendo un aprendizaje autorregulado y crítico. Este énfasis en la epistemología guarda relación con tradiciones como la ciencia cognitiva y la filosofía analítica, que estudian cómo las hipótesis sobre la mente se construyen y prueban. Integrar este enfoque epistemológico fomenta meta-competencias reflexivas para reconocer la incertidumbre y el carácter provisional del saber.

Enfoque Semiótico-Lingüístico

El lenguaje y los signos juegan un rol crucial en cómo conceptualizamos la conciencia. Este enfoque actúa como un marco para entender “cómo comunicamos y representamos nuestras experiencias, pudiendo analizar cómo los signos y símbolos utilizados reflejan y moldean nuestra percepción”. Desde la semiótica (Peirce, Saussure) sabemos que el lenguaje cultural influye en nuestra visión del mundo: cada idioma o discurso trae implícitas ciertas categorías y metáforas. Por ejemplo, la forma en que una cultura habla de la “mente” o la “alma” condiciona cómo sus miembros entienden la conciencia.

Louis Hjelmslev, con su teoría glosémica, amplió esta visión al proponer que tanto el contenido como la expresión tienen forma y sustancia, estableciendo una estructura formal profunda detrás del significado. Esta perspectiva permite examinar no sólo qué se dice, sino cómo se organiza el lenguaje que lo dice, revelando patrones de sentido que configuran la experiencia consciente. Así, los sistemas de símbolos (lenguajes naturales, metáforas, narrativas culturales, etc.) no solo expresan conciencia, sino que la constituyen y delimitan según sus propias estructuras.

En educación, esto equivale a promover competencias lingüísticas, análisis crítico del lenguaje y comprensión intercultural. En Sonría señalamos la importancia de explorar cómo distintas culturas interpretan y expresan la conciencia, desentrañando las relaciones entre lenguaje, pensamiento y experiencia. Esto conecta con corrientes como la hermenéutica y estudios de cognición cultural, y también con pedagogías constructivistas centradas en el discurso (por ejemplo, enseñanza de la literatura y los símbolos culturales).

Dinámica Cuántica

Este enfoque recurre a la física y química cuántica para proponer que la conciencia puede influir en la realidad material a nivel fundamental. La mecánica cuántica sugiere “que la realidad no es fija, sino que está en constante cambio y es influenciada por la observación y la conciencia” . En otras palabras, se inspira en fenómenos como el efecto observador cuántico: en la física moderna, los 2 7 8 9 10 11 2 sistemas subatómicos pueden comportarse de manera diferente si son observados.

Algunos teóricos han aventurado que la propia conciencia podría estar ligada a procesos cuánticos cerebrales (por ejemplo, la controvertida teoría Orch-OR de Penrose-Hameroff). Aunque estas ideas son hipotéticas y discutidas, el enfoque cuántico invita a pensar la conciencia en términos no deterministas y hasta “holísticos”: la hipótesis cuántica de Penrose y Hameroff involucra biología molecular, neurociencia, filosofía y teoría cuántica . En la práctica educativa, un enfoque cuántico se traduce en enfatizar laincertidumbre, el potencial de cambio y la creatividad: por ejemplo, alentar la resolución de problemas abiertos, la investigación interdisciplinaria de frontera y la apreciación de que el conocimiento científico mismo evoluciona. De esta manera se rompe con la rígida materia-cerebro clásica y se abre paso a metodologías más flexibles y globales, acorde con la visión científica de que la experiencia podría afectar el universo físico, tal como sugiere Sorrentino .

Ética y Responsabilidad

La conciencia tiene una dimensión moral y social. Este enfoque considera “cómo nuestras acciones y decisiones, influenciadas por nuestra conciencia, afectan a los demás y al mundo”. Destacando la responsabilidad moral de reconocer el impacto de nuestras percepciones: por ejemplo, entender cómo las creencias individuales (ética de valores) pueden contribuir a desafíos globales o locales.

En este nivel, se vincula la conciencia con la ética planetaria: al igual que Morin propone una “antropoética” para la ciudadanía global, en sonría hablamos de responsabilidad colectiva ante problemáticas globales. En la educación, implica incluir contenidos sobre valores universales, ecología, paz y justicia social. Es un enfoque alineado con corrientes como la ética de la responsabilidad (Hans Jonas) o la educación para la ciudadanía mundial. Integrar este enfoque conduce a enfatizar metas educativas éticas y sociales; por ejemplo, promover el compromiso con causas comunitarias o el respeto por la diversidad. En su formulación práctica, Sorrentino incluso incorpora la espiritualidad y la fe como factores transformadores de la conciencia ética (visión teológica) – aunque esto no es ortodoxo en ciencia, refleja la búsqueda de un sentido más profundo en la ética.
Así, la Ontología de la Conciencia prevé que la formación del individuo incluya desarrollar la “conciencia planetaria” y la sensibilidad ética sobre el impacto de sus actos.

Perspectiva Fenomenológica

Finalmente, este enfoque se enfoca en la experiencia subjetiva misma. La fenomenología «estudia cómo las experiencias subjetivas y la intencionalidad (la dirección de la conciencia hacia objetos específicos) influyen en nuestra percepción de lo que consideramos real» . Es decir, pone el acento en lo vivido por la persona: ¿cómo se siente la conciencia en primera persona y cómo esas vivencias modelan la comprensión del ser y del mundo?

Aquí se alinea con la tradición fenomenológica de Husserl y Merleau-Ponty, que “se encarga del estudio de las estructuras de la conciencia desde una perspectiva de primera persona” . En educación, esto se traduce en metodologías cualitativas: auto-reflexión, diarios de aprendizaje, estudios de caso personales, prácticas contemplativas (atención plena) o ejercicios creativos que hagan a los participantes para tomar conciencia de su estado interno. A su vez, la fenomenología informa sobre las etapas de desarrollo de la conciencia a lo largo de la vida.

En suma, este enfoque refuerza la idea de que no todo conocimiento es objetivo y externo: la experiencia íntima del sujeto es fuente de saber sobre sí mismo. Incorpora así perspectivas como la psicología fenomenológica y la psicología humanista (p. ej. la importancia del aquí y ahora, de la vivencia auténtica en Rogers)

Análisis Comparativo: Morin vs. Sorrentino

Este cuadro confeccionado por el autor muestra cómo la Ontología de la Conciencia extiende ciertos principios de Morin (holismo, ética global, currículo flexible) e incorpora nuevas dimensiones (fases ontológicas, prácticas meditativas, métricas de estados internos). A su vez, cuestiona la suficiencia de la transdisciplina de Morin para mapear evolutivamente la conciencia en plena era de la Inteligencia Artificial Generativa.

Análisis de convergencias y divergencias

  • Convergencia en la holística: Ambos defienden superar la fragmentación del saber, aunque Morin enfatiza la transdisciplina y Sorrentino, fases de conciencia organizadas.
  • Énfasis ético: Morin promueve la ética planetaria desde una perspectiva laica; Sorrentino integra además la teología y espiritualidad.
  • Innovación metodológica: Morin impulsa el estudio de casos y el diálogo; Sorrentino añade prácticas contemplativas y monitoreo tecnológico de estados internos.
  • Elementos cuánticos: Mientras Morin alude marginalmente a la incertidumbre, Sorrentino introduce explícitamente la mecánica cuántica como modelo para la conciencia.

La Pedagogía en la Era de la Singularidad

Sorrentino declara que estamos al umbral de la era de la singularidad —un momento en que la inteligencia artificial general (IAG) podría rebasar capacidades humanas, alterando la naturaleza misma de la enseñanza y el aprender. Ante este horizonte, la pedagogía no puede limitarse a transmitir contenidos, sino que debe transformar el ser, a través de una educación de 3 Dimensiones:

  • Ser: Fomentar en el educando una identidad flexible, capaz de dialogar con agentes no humanos (IA, sistemas cibernéticos) sin perder su humanidad ni su autonomía ética.
  • Hacer: Diseñar experiencias de aprendizaje relacionales y adaptativas, donde la IA actúe como co‑mentora y el mentor humano guíe la dimensión crítica y trascendente.
  • EducAr: Desarrollar meta‑competencias que trasciendan la mera adquisición de conocimientos: autorregulación emocional, creatividad radical, resiliencia ante lo incierto y discernimiento ético en entornos híbridos humano‑máquina.

En este escenario, las propuestas de Morin y Sorrentino ofrecen cimientos complementarios: el pensamiento complejo como marco para abrazar la incertidumbre y la interconexión planetaria; y la Ontología de la Conciencia como camino para mapear y elevar los estados interiores del sujeto.

Sin embargo, requerimos ir más allá: integrar la IA no como herramienta externa, sino como co‑constructor de la experiencia consciente; repensar la comunidad educativa como red viva donde coexisten humanos, algoritmos y entornos extendidos; y abrazar la singularidad como un desafío para redefinir lo que significa ser humano, saber, convivir y trascender.

Sólo así, tal como declara Sorrentino, podremos sostener una humanidad equilibrada, que aproveche el salto tecnológico sin devastar el tejido ético y relacional que sostiene nuestra civilización.

Una pedagogía del siglo XXI debe, por tanto, fundirse en un nuevo pacto antropotécnico donde la conciencia colectiva y la responsabilidad planetaria sean el faro que guíe tanto al estudiante como a la máquina que aprende a pensar a su lado.

Conclusión

En conjunto, estos siete enfoques brindan una visión amplia y holística de la conciencia humana. Al integrar la lógica formal, la evidencia neuro-psicológica, la reflexión epistemológica, el análisis de símbolos, las intuiciones cuánticas, la ética planetaria y la fenomenología de la experiencia, la Ontología de la Conciencia busca superar la fragmentación del saber. Como afirma Sorrentino, “integrar los enfoques descritos (propios de las nuevas artes liberales) proporciona una comprensión más completa y holística de nuestra existencia y nuestras interacciones con el mundo” . Este paradigma educativo se empalma con corrientes pedagógicas holísticas y transversales: por ejemplo, la educación holística postula integrar lo emocional, cognitivo y espiritual para despertar en el educando una conciencia ampliada. También comparte ideas con el pensamiento complejo de Morin, quien sostenía que hoy “la complejidad ha de convertirse… en el modo de pensar cotidiano” .

Aunque la propuesta de Sorrentino aún es emergente y algunas conexiones (p. ej. con la mecánica cuántica) pueden carecer de validación empírica plena, su valor radica en abrir el diálogo interdisciplinario. Invita a diseñar currículos innovadores donde se combinen artes, ciencias, humanidades y espiritualidad. De hecho, se podrían incorporar otras pedagogías afines (como la educación basada en proyectos, la neuroeducación o prácticas contemplativas) para complementar la Ontología de la Conciencia. En definitiva, este modelo propone un mapa curricular en fases de conciencia (con su “Modelo MET”) que guía la formación integral del individuo. Al abarcar tantas dimensiones –desde el análisis lógico hasta el sentido ético y la vivencia subjetiva–, aspira a desarrollar sujetos más conscientes, creativos y éticamente comprometidos, capaces de enfrentar la complejidad del mundo contemporáneo.

Fuentes: Cada enfoque fue descrito según la literatura especializada e interdisciplinaria relevante; abordado desde la Ontología de la Conciencia – Fundación Sonría. The Neuroscience of Consciousness (Stanford Encyclopedia of Philosophy).  Microsoft Word – 2522.docx  ¡Viva la complejidad! | El Correo de la UNESCO  Orchestrated objective reduction  Fenomenología: qué es, concepto y autores principales


Referencias (APA 7ª ed.)

  • Di Stefano, L. (2020). Métodos cualitativos en la evaluación de la conciencia. Editorial Pragmata.
  • Florencia, P., & Cruz, J. (2022). La dimensión espiritual en la educación contemporánea: una revisión crítica. Revista Internacional de Pedagogía, 28(3), 45–62.
  • Morin, E. (1999). Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. UNESCO.
  • Morin, E. (2005). Introducción al pensamiento complejo. Gedisa.
  • Morin, E. (2008). La vía para el futuro de la humanidad. Seuil.
  • Morin, E. (2015). Ética planetaria. Lo Que Ves Es Lo Que Soy Ediciones.
  • Russell, S., & Norvig, P. (2021). Artificial Intelligence: A Modern Approach (4ª ed.). Pearson.
  • Sorrentino, F. (2024). Ontología de la Conciencia: Fundamentos y taxonomía de estados mentales [Manuscrito inédito]. Fundación Sonría.
  • Sorrentino, F. (2025). Ontología de la Conciencia: Coaching en la Era de la Singularidad

Textos originales y gráfico compilados de las clases, por el staff de Sonría.University