En la Edad antigua y buena parte de la moderna el término ‘análisis’ fue entendido casi exclusivamente en el sentido que le daban los matemáticos. Un claro ejemplo de ello lo encontramos en la definición de Euclides, definición que suele atribuirse a una interpolación del geómetra alejandrino Pappus, por lo cual se enlaza casi siempre con el nombre de este último: «El análisis parte de lo que se busca como algo admitido y pasa de ello mediante varias consecuencias a algo que es aceptado como su resultado.» El análisis en este sentido es, pues, una resolución (resolutio) —se resuelve lo complejo en lo simple— o una regresión (regressio) — se regresa mediante una secuencia lógica de proposiciones a una proposición que se declara evidente partiendo de otra proposición que se pretende demostrar y que se admite como verdadera. Por este motivo el método de análisis fue llamado por los filósofos de la «Escuela de Padua» y por Galileo método de resolución o método resolutivo. Tal método fue desarrollado por varios matemáticos y filósofos modernos (Galileo, Viète, Descartes, Hobbes, entre otros). Descartes utilizó, por ejemplo, los procedimientos establecidos por Pappus, cuya definición conocía a través de la versión de Commandino y a través de los tratados geométricos del Padre Clavius. Por este motivo es frecuente ver el término ‘análisis’ usado en Descartes como método destinado a solucionar un problema mediante ecuaciones, tal como ocurre en la geometría analítica.

El método analítico se distingue entonces del método sintético, que consiste en el conjunto de operaciones ejecutadas sobre las propias figuras mediante la intuición. Así, en la Géométrie , Descartes declara que «si se quiere resolver cualquier problema hay que considerarlo ante todo como ya resuelto y dar nombres a todas y las líneas que parecen ser necesarias para construirlo, tanto a las que son desconocidas como a las demás». En un sentido parecido habla Descartes en el Discours (II, ed. Gilson, pág. 17, lín. 18-9) del «análisis de los geómetras», que puede relacionarse con el «análisis de los antiguos y el álgebra de los modernos» . Ahora bien, Descartes no se limitó al uso matemático, sino que lo generalizó. Por ejemplo, en las Regulae (X) y en otros textos el método analítico en el sentido apuntado aparece como un método de razonamiento susceptible de convertirse en una mathesis universalis más general y rigurosa que el método «dialéctico» de los lógicos partidarios de la silogística. En efecto, Descartes rechaza el método silogístico por considerarlo un método incapaz de cumplir con los requerimientos antes enunciados, pues si bien permite establecer una cadena de proposiciones, no permite obtener ninguna proposición que sea más verdadera que la premisa mayor. En el silogismo: «Todos los hombres son mortales; Los suecos son hombres; Los suecos son mortales» se afirma la mortalidad de los suecos por haberse afirmado la mortalidad de los hombres y la humanidad de los suecos. En un método analítico o resolutivo habría que comenzar por admitir que los hombres son mortales y habría que descubrir si «Los hombres son mortales» es o no una proposición verdadera.

El sentido anterior del término ‘análisis’ no coincide con el que se usa a menudo hoy día en la literatura filosófica y aun en buena parte de la científica. En efecto, suele entenderse muy frecuentemente hoy el análisis como la descomposición de un todo en sus partes. A veces se quiere indicar con ello una descomposición de un todo real en sus partes reales componentes, tal como ocurre en los análisis químicos. Pero casi siempre la descomposición en cuestión es entendida en un sentido o lógico o mental. Se habla en este último caso de análisis de un concepto en tanto que investigación de los subconceptos con los cuales el concepto en cuestión ha sido construido, o de análisis de una propo sición en tanto que investigación de los elementos que la componen. En todos estos casos el análisis se contrapone a la síntesis, la cual es una composición de lo previamente descompuesto. Hay que advertir, sin embargo, que tal contraposición no impide usar los dos métodos: el analítico y el sintético, tanto en la ciencia como en la filosofía. En efecto, es opinión muy común que los dos métodos tienen que ser complementarios: una vez analizado un todo en sus partes componentes, la recomposición sintética de estas partes tiene que dar por resultado el todo del cual se había partido.

Este segundo concepto del análisis fue usado también por muchos filósofos y científicos modernos, especialmente en el siglo XVII. El análisis, por ejemplo, fue usado en el estudio de la descomposición de fuerzas. En el diagrama siguiente: aparece el ejemplo de una fuerza A que es descompuesta o resuelta en las fuerzas a, b, c. En el diagrama siguiente: aparece el ejemplo de las fuerzas a, b, c, que concurren en la producción de la fuerza A. El primer diagrama muestra un análisis de fuerza; el segundo, una síntesis de fuerzas.

Ahora bien, este concepto del análisis aparece asimismo en Descartes y aun a veces parece lograr el predominio sobre el primer concepto. En el segundo de los preceptos del Discurso (II, ed. Gilson, pág. 18, 24-5) se propone «dividir cada una de las dificultades que se examinan en tantas partes como se pueda y como sea necesario para mejor resolverlas». Este precepto ha sido llamado por algunos autores (por ejemplo, L. J. Beck) la regla del análisis. En cambio, el tercer precepto: «Conducir por orden mis pensamientos, comenzando por los objetos más simples y más fáciles de conocer, para remontar poco a poco, como gradualmente, al conocimiento de los más compuestos» es llamado la regla de la síntesis.

Es cierto que algunos autores (por ejemplo, Gilson) llaman regla del análisis al tercer precepto, porque entienden el término ‘análisis’ en el sentido descrito al principio de este artículo, es decir, como el procedimiento que conduce a la mathesis universalis. Ello es tanto más sorprendente en el caso del citado comentarista, por cuanto distingue cuidadosamente en Descartes no solamente entre «la regla de método llamada análisis» y «el análisis en sentido geométrico», sino también entre estos dos y «la geometría analítica». Podríamos, sin duda, encontrar un fundamento común de los diversos sentidos dados por Descartes al término ‘análisis’. Este fundamento se hallaría en el supuesto de que el «análisis geométrico» es un caso particular del «análisis universal» dado en el tercer precepto, y en el supuesto de que el método de la geometría analítica no es sino una aplicación del precepto del análisis al estudio de las curvas geométricas. Se considera, sin embargo, más plausible admitir, con el citado Beck (The Method of Descartes. A Study of the Regulae, 1952, 157 sigs. ) que hay en Descartes un uso más bien impreciso del vocablo ‘análisis’ y que para entender qué sentido tiene éste en cada caso hay que examinar cuidadosamente en qué contexto es usado.

En todo caso, el sentido que aparece en el precepto segundo del Discours y que hemos definido como el segundo concepto en el presente artículo es el que ha tenido más fecundas y abundantes consecuencias en la posterior literatura filosófica. El mismo sentido que tiene hoy día el «análisis lógico» y el llamado «movimiento analítico» puede considerarse como un refinamiento de la significación apuntada. Desde este último punto de vista podemos inclusive clasificar las filosofías en analíticas y sintéticas. Las primeras suponen de un modo general que la realidad de un todo (cualquiera que éste sea) está dado en la descomposición de sus partes. Las segundas afirman que el todo es irreductible a sus partes; por este motivo la concepción analítica se contrapone con frecuencia no solamente a la concepción sintética, sino también a la concepción sinóptica (denominada a veces también holológica).

Por medio del término ‘análisis’ —o también por medio de la expresión ‘análisis lógico’— se designa hoy un amplio movimiento filosófico de carácter antimetafísico que abarca muy diversas tendencias: positivismo lógico, empirismo lógico o científico, Escuela (analítica) de Cambridge, Grupo de Oxford, ciertos segmentos del neo-realismo, círculo de Wittgenstein y positivismo terapéutico, etc.

A este movimiento se incorporan muchos de los que trabajan en temas de lógica simbólica y de semiótica cuando tal trabajo no es entendido en un sentido «neutral» y pretende ofrecer una cierta idea de la actividad filosófica. Muy común en estas tendencias es el rechazo de los rasgos especulativos del pensamiento filosófico y la reducción de éste a un pensar crítico y analítico, con el consiguiente «desenmascaramiento» de los problemas tradicionales como «embrollos causados por las complejidades del lenguaje ordinario». Junto a ello es común, pero no exclusivo, de las tendencias analíticas, negar que la filosofía tenga un objeto propio; con ello la filosofía se reduce a un examen de todas las proposiciones con el fin de averiguar si poseen o no significación: si son reglas lógicas (o lingüísticas), proposiciones sobre hechos o meras expresiones de emociones.

Las tendencias analíticas se oponen de este modo casi siempre a las llamadas tendencias especulativas. Ahora bien, esas bases comunes no son suficientes para caracterizar ninguna de las tendencias calificadas de analíticas; cada una de éstas posee, además, caracteres propios, y a veces difícilmente comparables con las de otras tendencias. Es menester, pues, proceder a una clasificación de las corrientes de referencia. Ello puede hacerse de varios modos. Por ejemplo, puede precederse a una clasificación que siga un orden más o menos cronológico. Desde este punto de vista, se dividen las tendencias analíticas en las siguientes:
(1) Primera fase, desarrollada por G. E. Moore y sus discípulos. Esta fase está muy próxima al neorealismo y consiste en un examen del lenguaje ordinario, con escasa o ninguna atención a los lenguajes formalizados. Las concepciones más destacadas de esta fase han sido expresadas claramente por John Wisdom en su libro sobre interpretación y análisis.

Por la influencia ejercida sobre desarrollos posteriores, nos extenderemos brevemente sobre ella. Según John Wisdom, una definición de un término mediante otro término o serie de ellos (como en las definiciones lingüísticas) o una definición de un término mediante mostración del objeto al cual corresponda o reproducción de un comportamiento que permita entender de qué se trata, no es el análisis del término: es una interpretación. Análisis es sólo una definición en la cual se aclara (no sólo se indica) el significado de un término. Así, de las dos proposiciones: Las palabras ‘x es hermano de y’ significan lo que significan las palabras ‘x e y tienen los mismos padres y x es hombre’ y significado de ‘x es hermano de y’ puede ser analizado en lo que es significado por ‘x e y tienen los mismos padres y x es hombre’. La primera proposición es, según Wisdom, una interpretación, mientras que la segunda proposición es un análisis. El análisis permite, según Wisdom, no sólo aclarar los términos usados, sino resolver ciertos proble mas filosóficos tradicionales, a veces mostrando que carecen de significación y a veces indicando en qué sentido tienen que solucionarse. Así, G. E. Moore indica en Principia ethica (I, 6-13) que un análisis de la expresión ‘x es bueno’ muestra que la bondad no puede reducirse a preferencia personal. En efecto, cuando una persona dice ‘x no es bueno’ se enuncian dos expresiones contradictorias. Pero esto no ocurre cuando una persona dice ‘Me gusta x’ y otra dice: ‘No me gusta x’. El análisis de ‘x es bueno’ en términos de ‘Me gusta x’ es, así, incorrecto, y la mostración de su incorrección revela a la vez la incorrección de toda una teoría ética.
(2) Segunda fase, desarrollo parcial de la anterior y representada por los miembros de la llamada Escuela de Cambridge. A la influencia de Moore hay que agregar pronto la de Russell y pronto también la del positivismo lógico. Nos hemos extendido sobre ello en el artículo últimamente referido.
(3) Tercera fase, representada especialmente por el positivismo terapéutico de Wittgenstein y sus discípulos, de que hemos hablado en varios artículos (Positivismo, Psicoanálisis, Wittgenstein . (4) Cuarta fase, representada principalmente por el grupo de Oxford (v.) y que se caracteriza por el examen del uso (v.) de los términos. Hay que observar que algunas de estas fases se entrecruzan en el tiempo y también que una parte del movimiento analítico está representado por una cierta cantidad de trabajos efectuados en las esferas de la logística y de la semiótica, de modo que la ordenación cronológica es siempre insufi Para corregir sus inconvenientes se han propuesto clasificaciones más sistemáticas. Una es la que se halla en el trabajo de L. S. Stebbing sobre el análisis y el positivismo lógico ( 1933) y que, aunque hoy día insuficiente (en parte a causa de la fecha ya algo lejana en que fue formulada), ayuda a comprender varias características de los movimientos analíticos. Consiste en afirmar la existencia de cuatro tipos de análisis: (I) El análisis como definición analítica de expresiones simbólicas —tal como es usado por Russell, en particular en su teoría de las descripciones (DESCRIPCIÓN). La aclaraciónciente. analítica de los conceptos (cuyo más ilustre ejemplo es el análisis einsteiniano de la significación de ‘es simultáneo’; (III) El análisis postulativo, usado en la construcción de un sistema logístico, y (IV) El análisis «directivo», que desemboca en enunciados ostensivos cuyos símbolos corresponden a hechos atómicos. Otra clasificación es la que proponemos a continuación y que nos parece más completa. Consiste en declarar que dentro del movimiento analítico se han manifestado las siguientes tendencias: (a) el analitismo antiformalista lingüístico, preocupado por el examen de sentencias formuladas en lenguaje ordinario, con el fin de (1) ver si poseen o no sentido o (2) de demostrar que todas las cuestiones filosóficas son pseudo-problemas; (b) El analitismo antiformalista psicológico, que se adhiere a la posición (a2), pero que resuelve los problemas considerando el lenguaje como uno de los modos del compor tamiento humano y no mediante pu ros análisis lingüísticos; (c) El ana litismo formalista, más interesado en los problemas lógicos, y preferentemente ocupado en construir lenguajes precisos dentro de los cuales que den eliminadas las paradojas y a los cuales puedan traducirse las partes no contradictorias del lenguaje hablado.

Paradójicamente, los partidarios de la posición (c), que es más técnica que las posiciones (a) y (b) y pa rece más alejada en la superficie de las tareas tradicionales de filosóficas, es la que más se acerca a ellas. En efecto, el analitismo en el sentido (c) pretende últimamente forjar lengua jes en los cuales pueda describirse con rigor la experiencia. Por lo tanto, tales lenguajes, aun cuando son formales, deben utilizarse con vistas a describir la realidad, al revés de lo que acontece con el analitismo en los sentidos (a) y (b), que es más bien un modo de eludir los problemas de la descripción de lo real.

Las tres posiciones antes citadas están implícitas en Wittgenstein, pero han sido desarrolladas con frecuencia independientemente de él. Como representantes destacados de las mismas podemos considerar los siguientes. Para la posición (a), los llamados analistas de Cambridge, tales como Moore, John Wisdom, y, en general, antiguos discípulos de Moore; wittg ensteinianos de tendencia lingüística; G. Ryle y los filósofos del grupo de Oxford. Para la posición (b), los wittgensteinianos adheridos al positivismo terapéutico: Norman Malcolm, en parte John Wisdom, etc. Para la posición (c), los antiguos positivistas lógicos de tendencia formalista —Carnap— y muchos de los que trabajan en campo de la lógica matemática con el fin de encontrar lenguajes en el sentido indicado. Algunos autores han planteado el problema de la posible relación entre el análisis y la especulación. Es el caso de C. D. Broad, el cual, aunque inclinado en principio hacia los postulados del movimiento analítico en un sentido general, considera que la filosofía analítica puede ser una preparación para la filosofía especulativa. En tal caso el «análisis» designa uno de los momentos esenciales de todo pensar filosófico, que no ha estado ausente en prácticamente ninguna de las filosofías llamadas tradicionales, pues en casi todas ellas la especulación se ha basado en una previa aclaración de significaciones. Y ello hasta tal punto que podría inclusive establecerse una clasificación de las filosofías de acuerdo con el mayor o menor predominio en ellas del aspecto analítico o del aspecto sintético, desde aquellas en las cuales el análisis ocupa una parte importante del trabajo filosófico (como en Aristóteles) hasta aquellas en las cuales representa solamente una parte mínima de él (como en Hegel).

Indicaremos aquí solamente algunos trabajos relativos al concepto de análisis entendido en el sentido del «movimiento analítico»: L. S. Stebbing, «The Method of Analysis in Metaphysics», Proceedings of the Aristotelian Society, 1932-33.

— Íd., íd., «Logical Positivism and Analysis», Ibíd., 1933. — Max Black y J. T. Wisdom, «Is Analysis a Useful Method in Philosophy?», Ibíd., Suppl. XIII, 1934.
— John Wisdom, Problems of Mind and Matter, 1934 (sobre todo la introducción).
— Íd., íd., Interprétation and Analysis, 1931.
—· J. W. Reeves, Empiricism and Ana-lysis, 1935 (tesis). — A, J. Ayer, Language, Truth and Logic, 1936, 2a ed., 1946.
— Varios autores, Analysis and Metaphysics (Arist. Soc. Suppl XIX, 1945).
— J. O. Wisdom, The Metamorphosis of Philosophy, 1949.
— M. Weitz, «Analysis and Real Définition», Philosophical Stu dies, I, 1 (1950).
— Max Black, Problems of Analysis. Philosophical Essays, 1954 (aplicación del método de análisis a varios problemas).
— R. M. Haré, P. Henle, S. Körner, «Symposium: The Nature of Analysis», The Journal of Philosophy, LIV (1957), 741-66.
— Arthur Pap, Semantics and Necessary Truth. An Inquiry into the Foundations of Analytic Philosophy, 1958.
— Véase también la bibliografía de OXFORD. Exámenes críticos: J. K. Feibleman, Inside the Great Mirror; a Critical Examination of the Philosophy of Russell, Wittgenstein, and Their Followers, 1958.
— M. J. Charlesworth, Philosophy and Linguistic Analysis, 1959 [Duquesne Studies. Philosophical Series, 9]. — Ernest Gellner, Words and Things. A Critical Account of Linguistic Philosophy and a Study in Ideology, 1959 (especialmente sobre el llamado «grupo de Oxford» [véase OXFOBD] ).
— Alberto Gian-quinto, La filosofía analítica: l’invo-luzione dalla riflessione sulla scienza, 1961.
— J. Wahl, J. O. Urmson, G. Ryle, P. F. Strawson, J. L. Austin et al., La philosophie analytique, 1962 [Cahiers de Royaumont. Philosophie. N°4].
— U. Scarpelli, Filosofía analítica: norme et valori, 1962.
— Brand Blanshard, Reason and Analysis, 1962 [Paul Carus Lectures, série 12].
— Libros de texto con exposición de problemas filosóficos desde el punto de vista del «análisis»: A. Pap, Elements of Analytic Philosophy, 1953.
— íd., íd., Analytische Erkenntnislehre, 1955 (no es simple trad. de los Elements).
— J. Hospers, Introduction to Philoso phical Analysis, 1953.
— P. C. Chatterji, An Introduction to Philosophical Analysis, 1957.
— Detallada historia del movimiento analítico: J. O. Urm son, Philosophical Analysis. Its Deve lopment Between the two World Wars, 1956.
— Antologías: H. Feigl y W. Sellars, Readings in Philosophi cal Analysis, 1949.
— Max Black, Phi losophical Analysis. A Collection of Essays, 1950. M. MacDonald, Analysis (1933-1940: 1947 1953), 1954.
—Morton White, The Age of Analysis, 1955.
— R. J. Butler, ed., Analytical Philo sophy, 1963.

La primera antología contiene varios estudios ya clásicos; la segunda, ejemplos de «análisis filosófico»; la tercera, una selección de ar tículos publicados en la revista ingle sa Analysis en las fechas citadas; la cuarta, selecciones de Peirce, James, Dewey, Moore, Russell, Carnap, Wittgenstein, con introducciones y comen tarios (se completa con textos de autores «no analíticos», como Croce, Santayana, Bergson, Whitehead, Husserl, Sartre). Al mencionado M. White se debe también el libro Toward Reunión in Philosophy, 1956, un intento de integrar el movimiento analítico con otros para evitar la «compartimentación» excesiva de los saberes filosóficos.

Compilado por Abasuly Reyes – viernes, 24 de junio de 2011, 13:51
Fuente: Diccionario de José Ferrater Mora.