El término procede del griego faινόµeνον (plural: faινόµeνa ). Su significado es «lo que aparece»; ‘fenómeno’ equivale, pues, a ‘apariencia’. Los fenómenos o apariencias son contrastados por Platón con la realidad verdadera o los «seres», (Rep., X 596 E et. al). El mundo de los fenómenos o apariencias es el mundo de las «mera» representaciones», famtasma/ta (véase FANTASÍA). El mundo de los fenómenos puede ser también descrito como el mundo de las «apariencias»: phenomena sive apparitiones (Leibniz; Gerhardt VII, 319). Algunos autores han relacionado el término faινόµeνον y el término faίνesθaι ( = ‘aparecer’, ‘manifestarse’, ‘revelarse’) con otros vocablos cuya raíz es fυ- ; así, por ejemplo, y sobre todo con fu\w, «surgir» (de donde , y hasta luz. Apoyándose en algunas de estas pesquisas filológicas, Heidegger ha definido ‘fenómeno’ como «lo que se hace patente por sí mismo» ( Sein und Zeit, § 7A). Ahora bien, como lo que se hace patente por sí mismo aparece «bajo una luz» (sin la cual no podría «verse»), el fenómeno es considerado como «lo que se revela por sí mismo en su luz». En este sentido el fenómeno puede ser materia de descripción, y objeto de una «fenomenología» , en cuanto explicación mediante el decir (logos) de aquello que se manifiesta por sí mismo y «desde sí mismo».

Estudiaremos aquí el concepto de fenómeno tal como ha sido elaborado por varios pensadores y períodos; conviene completar lo que se dice en este artículo con el contenido de los artículos Apariencia, Fantasía, Fenomenismo, Fenomenología.

Para muchos filósofos griegos, el fenómeno es lo que parece ser tal como realmente se manifiesta, pero que, en rigor, puede ser algo distinto y aun opuesto.

El fenómeno se contrapone entonces al ser verdadero y aun es un encubrimiento de este ser. El concepto de fenómeno es, por lo tanto, sumamente equívoco; si, por una parte, puede ser la verdad, lo que es a la vez aparente y evidente, por otra puede ser lo que encubre la verdad, el falso ser, y, finalmente, aquello por lo cual la verdad se manifiesta, el camino hacia lo verdadero. Estas tres nociones suelen presentarse confundidas o, cuando menos, entrelazadas en la historia de la filosofía. Aun en aquellos pensadores para quienes la oposición entre fenómeno y ser verdadero equivale a la oposición entre lo sensible y lo inteligible, lo aparente y lo real, el ser que parece y el ser que es, el fenómeno no significa siempre lo ilusorio. Muchas veces es el fenómeno, más que realidad ilusoria, realidad subordinada y dependiente, sombra proyectada por una luz, pero sombra sin la cual la luz no sería en última instancia accesible. Por eso se habla a veces de «salvar las apariencias» — lo que equivale a «salvar los fenómenos», sοζeινtά faινόµeνa Por eso también no hay una sola y única forma de relación entre lo en sí y el fenómeno y entre ellos y la conciencia cognoscente, y por eso también la filosofía «elegida» depende en gran parte de la forma como tal relación sea concebida.

En Parménides, por ejemplo, lo en sí predomina de tal modo, que la «doctrina de la opinión» —que se hace inevitable por la presencia del mundo— se constituye casi enteramente al margen de la «doctrina de la verdad»; no hay propiamente más que un en sí —la «esfera» espacial llena— y ningún fenómeno, pues lo en sí no puede desdoblarse. Tal posición se opone directamente a todas las tendencias «fenomenistas»; para ellas no hay un «en sí» o, mejor dicho, para ellas el fenómeno es una realidad última, lo cual equivale casi siempre a hacer del fenómeno el hecho puro y simple que lleva en sí mismo su propio sentido. Este «fenomenismo» no debe en modo alguno confundirse con las direcciones que recomiendan atenerse al fenómeno, a la experiencia posible. El fenomenismo en cuanto tal es el que niega las «cualidades primarias» o, mejor aun, el que sostiene el carácter primario de las cualidades secundarias. El primado de los matters of fact en el sentido de Hume puede valer como la expresión más cabal de una tendencia que ofrece, por otro lado, muy diversos aspectos. En modo alguno es lícito, en efecto, dar el mismo nombre de fenomenismo a direcciones tan dispares como, por ejemplo, Hume, Berkeley, Mach o Renouvier.

En general, y visto desde el ángulo de la afirmación de lo en sí o el fenómeno y de la relación entre ambos, las posiciones adoptadas hasta el presente pueden esquematizarse imperfectamente del siguiente modo: (1) posición exclusiva de lo en sí (Parménides, formas extremas del panteísmo acosmista); (2) posición exclusiva del fenómeno (fenomenismo radical, negación de toda cualidad primaria: ser es ser percibido); (3) lo en sí y el fenómeno existen separadamente y entre ellos no hay sino la nada (Parménides desde el momento en que formula la doctrina de la opinión, algunas direcciones del platonismo); (4) lo en sí y el fenómeno están unidos por el demiurgo o por una divinidad (platonismo, ocasionalismo y, en general, toda crítica de la racionalidad del nexo causal que no acabe en un puro fenomenismo); (5) división de lo en sí en una multiplicidad (Demócrito y el mecanicismo en general; lo en sí queda escindido o pulverizado, salvándose de este modo, sin perderse nada de su inteligibilidad, un movimiento que en realidad no es más que desplazamiento o cambio de posición, pues el movimiento es aquí la diversidad de posiciones recíprocas de entes últimamente irreductibles: los átomos); (6) afirmación de lo en sí y simultánea afirmación de su incognoscibilidad teórica (Kant; salvación de los conflictos de la razón teórica por la razón práctica; disolución por la acción de los conflictos racionales; marxismo; primado de la fe: Jacobi, Fries; metafísicas irracionalistas: Schopenhauer, etc.).

En todo caso, y particularmente en este último sentido, el fenómeno no es, como Kant sostiene explícitamente, un aparecer, sino algo igualmente distinto del noúmeno y de la mera apariencia. En efecto, en oposición a lo que ocurre en la apariencia (blosser Schein), en el fenómeno (Erscheinung) «los objetos y aun las propiedades que les atribuimos son siempre considerados como algo dado realmente» (K. r. V., Β 69), pues el fenómeno es «la intuición de los objetos exteriores y la que el espíritu tiene de sí mismo» representada en las formas del espacio y del tiempo. En cambio el fenómeno se relaciona con el noúmeno en cuanto manifestación de lo que «el objeto es en sí».

El fenómeno se convierte en objeto de experiencia posible frente a lo que es simple apariencia ilusoria y frente a lo que se halla más allá de esta experiencia misma. Por eso el significado que da Kant a ‘fenómeno’ no es, en rigor, sino la plena conciencia de lo que ha sido casi siempre la noción de fenómeno en la historia filosófica. Pues en cualquiera de las direcciones mencionadas, aun en aquellas que han partido de la contradicción de la experiencia sensible para hacer del ser aparente el ser falso, el fenómeno ha sido no sólo el único camino para llegar más allá de él, sino también algo que ha constituido una realidad innegable, algo que no ha sido pura apariencia, ya que esta apariencia debe ser simplemente negada, en tanto que el fenómeno no puede ser negado por ser siempre objeto de experiencia.

La «salvación» del fenómeno coincide así con la «salvación» de la experiencia. En ello coinciden muchas direcciones filosóficas, las cuales encuentran en esta fórmula la raíz última de su actitud frente a la experiencia posible.

El concepto de fenómeno y de su relación con la «realidad» ha sido analizado con particular atención y gran detalle por la fenomenología de Husserl en la medida por lo menos en que ha procurado atender «a las cosas mismas». Sin embargo, aun dentro del marco del método fenomenológico, el fenómeno no puede ser simplemente definido como aquello que «se da»; como señala Husserl, el término ‘fenómeno’ está usualmente lastrado de equívocos, y conviene atender a su significación en tanto que se refiere a los actos de representación intuitiva. De ahí diversos y, al mismo tiempo, escalonados significados del vocablo. Fenómeno significa, en efecto, 1) «la vivencia concreta de la intuición» (el tener presente o representado, intuitivamente, cierto objeto); 2) «el objeto intuido (aparente), como el que nos aparece hic et nunc». Y, de un modo que induce a error, se llama asimismo fenómeno a 3) «los elementos reales del fenómeno en el primer sentido, en el sentido del acto concreto de aparición o de intuición». (Investigaciones lógicas, trad. Morente-Gaos, VI. Apéndice.)

Según Husserl, el concepto primitivo de fenómeno es el indicado en 2), es decir, «el de lo aparente o de lo que puede aparecer, el de lo intuitivo como tal». Y sólo esto hace posible que la fenomenología sea «la teoría de los fenómenos puros». Con lo cual quedan planteados los problemas que conciernen a la relación del fenómeno con lo real en la medida en que la conciencia pura pretende salir del círculo inmanente en que se ha encerrado. Siguiendo a Husserl, Herbert Spiegelberg («The Reality-Phenomenon and Reality», en Philosophical Studies in Memory of E. Husserl, ed. M. Farber, 1940, págs. 84-105) ha distinguido entre fenómeno, realidad y realidad-fenómeno. Fenómeno es, dice Spiegelberg, «todo lo dado a nosotros directamente, sin inferencias mediadoras, y tal como es dado»; en otros términos, fenómeno es «la cosa misma tal como es presentada».

Realidad es, en cambio, «lo que subsiste por su propio ser», independientemente de cualquier observador. Esta realidad puede ser no sólo física y psíquica, sino también ideal, axiológica, etc. Finalmente, realidad-fenómeno es todo objeto fenomenal _ que pretende ser real, esto es, aquel 1 fenómeno que al mismo tiempo se supone real (op. cit. págs. 86-7), con lo cual se daría en la realidad fenómeno una coincidencia de las dos entidades y una eliminación tanto del carácter puramente fenoménico del fenómeno como de la índole estrictamente transfenoménica de la realidad como tal.

Jean Jacques Gourd, Le Phénomène, 1888.

— Emile Boirac, L’Idée de Phénomène, 1898.
— Georges Dawes Hicks, Die Begriffe Phänomenon vnd Noumenon in ihrem Verhältnis zueinander bei Kant. Beitrag zur Auslegung und Kritik der Transzendentalphilosophie, 1897 (Dis.).
— Georges Matisse, Le primat du phénomène dans la connaissance (t. II. de La philosophie de la nature, 1938). — Heinrich Barth, Philosophie der Erscheinung. Eine Problemegeschichte. I. Altertum und Mittelalter, 1947; II. Neuzeit, 1959.
— F. Pfister, Il metodo della scienza, 1948.
— R. Vancourt, La philosophie et sa structure, I, 1953.
— C. Rossi, Fenomeno e contenuto della coscienza, 1957. — Eugen Fink, Sein, Wahrheit, Welt. Vor-Fragen zum Problem des Phänomen-Begriffs, 1958 (Phaenomenologica, 1).
— Véase también la bibliografía de los artículos APARIENCIA, FENOMENISMO, FENOMENOLOGÍA Y SALVAR LAS APARIENCIAS.

Compilado por: Abasuly Reyes – martes, 23 de agosto de 2011, 15:06
Fuente: Diccionario José Ferrater Mora