Según José Ferrater Mora, puede emplearse este término en cualquiera de los cuatro sentidos siguientes.
(1) Para compendiar una serie de vocablos usados por diversos filósofos con el fin de designar las entidades últimas que, a su entender, constituyen la realidad y en particular la realidad material. Entre tales vocablos se hallan los que siguen: ‘átomos’ , ‘corpúsculos’ (corpusculo, ‘partes mínimas’ (minima naturae), ‘homeomerías’ ‘semillas’ (semina o semina rerum, , ‘espermas’ (spέρµata), ‘razones seminales’ (λόγοι speρµatικοί).

El nombre común en griego es , que se traduce por ‘elemento’. Así, un átomo, un corpúsculo, una «semilla», etc. son elementos. El significado originario de es «letra (del alfabeto)» o «sonido».

El número y cualidad de los elementos considerados como «partes constitutivas» de las realidades naturales ha variado mucho. En los sistemas de la filosofía india se habla a veces de cuatro elementos o bhutas (tierra, agua, fuego, aire) y a veces de cinco (los cuatro citados más el éter). Los budistas hablan de los elementos o shandhas que suelen (engañosamente) unirse en la supuesta individualidad. Los chinos han hablado de cinco elementos (tierra, agua, fuego, madera, metal); tres de estos elementos (fuego, agua, tierra) parecen ser más fundamentales y son los introducidos en algunos escritos. Los órficos hablaron también de tres elementos (fuego, agua, tierra). Tales, Anaximandro, Anaxímenes hablaron de un solo elemento (agua, «apeirón» y aire respectivamente). Para Jenófanes hay dos elementos básicos (tierra, agua). Para Parménides los elementos eran «formas», µορfaί. Anaxágoras habló de un número infinito (o indefinido) de elementos cualitativamente distintos (las «homeomerías») y Demócrito de un número infinito de elementos (los átomos; véase atomismo). Se debe a Empédocles la formulación más precisa de la llamada «doctrina de los cuatro elementos» (tierra, agua, fuego, aire; o, mejor, «lo sólido», «lo líquido», «lo seco», «lo gaseoso»), de tan persistente influencia en la Antigüedad y Edad Media y hasta principios de la época moderna. Platón habló de cuatro elementos (los citados de Empédocles), pero no los consideró como verdaderas «partes constituyentes»; tales partes son más bien ciertas figuras sólidas, cada una de las cuales es la base de un «elemento» (el tetraedro = fuego; el cubo = tierra; el octaedro = aire; el icosaedro = agua). Además, Platón (siguiendo a los pitagóricos) se refirió a tales «elementos» o «principios» de los números como la unidad y la diada. Varios autores (el pitagórico Filolao, el platónico Espeusipo y, sobre todo, Aristóteles, hablaron de cinco elementos: tierra, fuego, agua, aire y éter (o «continente» del cosmos).

Los estoicos volvieron a la teoría «clásica» de los cuatro elementos; en cambio, varios platónicos (como Albino) introdujeron los antes citados cinco elementos. En la Edad Media fue corriente presentar la «doctrina de los cuatro elementos», pero se habló asimismo del éter en cuanto «quinto elemento» o quinta essentia (la «quintaesencia» del lenguaje corriente para designar algo sutil e impalpable). Los epicúreos siguieron, naturalmente, a Demócrito en la concepción de los elementos como «átomos».

(2) Para designar las nociones que componen una doctrina en tanto que «materiales» con los cuales tal doctrina se construye. En este sentido Kant dividió la Crítica de la Razón Pura en doctrina de los elementos (Elementar-Lehre) y doctrina del método (Methoden-Lehre). La «doctrina de los elementos de la razón pura» comprende la Estética y la Lógica trascendentales, y esta última está dividida en Analítica y Dialéctica trascendentales.

(3) Para designar los principios de una ciencia o de un sistema. Es el uso corriente en muchos manuales de introducción a una disciplina: Elementos de filosofía, Elementos de física, etc. Tenemos un ejemplo clá sico de este uso en la obra Stοιχeίωsις θeολογική, de Proclo: la Institutio theologica o Elementos de teología.

(4) Como expresión de la realidad en la cual se encuentra o «baña» una entidad o concepto determinados. Así por ejemplo, cuando Hegel usa expresiones tales como «el elemento de lo negativo».

Véase: Laminne, Les quatre éléments: le feu, l’air, l’eau, la terre. Histoire d’une hypothèse, 1904. — W. Vollgraff, «Elementum», Mnemos IV, 2 (1949), 89-115. — H. Koller, «Stoicheion», Glotta, XXXIV (1955), 16174. — W. Burkert. Eine semasiologische Studie», Philologus, CIII (1959), 167-97. — Adolf Lumpe, «Der Begriff ‘Element’ im Altertum», Archiv für Begriffsgeschichte, VII (1962), 285-93.

Abasuly Reyes – miércoles, 10 de agosto de 2011, 18:07