La conciencia es un fenómeno multidimensional que desafía la categorización simple. Su exploración requiere el abordaje articulado desde la neurociencia cognitiva, la psicología evolutiva, la teoría polivagal, la neurofenomenología, y la filosofía de la mente, así como la integración de aportes de la lingüística, la antropología, la biología del comportamiento y la epistemología que integra la Ontología de la Conciencia.

El presente ensayo se orienta a describir, problematizar y contrastar la fase de conciencia reactiva en relación con otras fases. Se examinan sus definiciones operativas, correlatos neurobiológicos y mecanismos sobre la base de la literatura científica actual incluso considerando la reciente perspectiva polivagal y neurofenomenológica… exponiendo sus implicancias clínicas y pedagógicas.


Definición Operativa de la Conciencia Reactiva

La conciencia reactiva es descrita como la instancia basal de la conciencia, un nivel primario activado en respuesta automática a estímulos y vinculada estrechamente con mecanismos de supervivencia, instintos y hábitos.

En este estadio, predomina el procesamiento no deliberativo y la respuesta inmediata, libre casi por completo de reflexión o intención consciente. Los comportamientos y emociones derivados (como miedo, ira, tristeza, dolor o apatía) surgen de la integración homeostática corporal y de esquemas conductuales condicionados, ya sean innatos (reflejos) o aprendidos (hábitos, reflejos condicionados).

Desde un punto de vista biológico y psicológico, este tipo de conciencia es compartido con otras especies animales y tiene como función central la adaptación rápida a amenazas y oportunidades ambientales, sin la intervención de esquemas cognitivos complejos ni la mediación de la voluntad.

Entre sus características clave se encuentran:

  • Automatismo y Reflexividad Reducida: Las respuestas son automáticas, habitualmente involuntarias y no requieren proceso reflexivo ni deliberación consciente.
  • Regulación Homeostática y Emociones Primarias: Predominan las reacciones vinculadas con la supervivencia, la emoción básica y los patrones instintivos.
  • Base para el Aprendizaje y la Socialización: Aunque simples, estas respuestas permiten el aprendizaje básico (condicionamiento clásico y operante) y configuran los hábitos y patrones que, por repetición y refuerzo, forman el sustrato de conductas sociales y culturales.
  • Flexibilidad Modesta y Contextualización: Si bien fundamentalmente automática, la conciencia reactiva muestra plasticidad por influencia de factores emocionales, sociales y culturales.

Lo señalado coincide con marcos teóricos evolucionistas y neuroafectivos que sitúan la emergencia de la conciencia en sistemas primordiales de percepción y respuesta somática, antes del surgimiento del pensamiento reflexivo o del lenguaje.


Correlatos Neurobiológicos de la Fase Reactiva

Desde la neurociencia contemporánea, la fase reactiva de la conciencia se asocia primariamente a estructuras subcorticales y circuitos de rápida activación.

  • Tronco encefálico: Responsable de reflejos vitales, de la atención básica y del estado de vigilia.
  • Tálamo y núcleos intralaminares: Modulan la recepción y retransmisión de estímulos sensoriales, actuando como “interruptores” de la conciencia.
  • Sistema límbico: Procesa emociones primarias y respuestas afectivas, en particular la amígdala (miedo, agresión), el hipotálamo (homeostasis emocional-fisiológica) y el hipocampo (memoria emocional implícita).
  • Corteza sensorial primaria: Procesa los aspectos básicos de la percepción sin requerir siempre acceso consciente reportable, pero fundamental para la activación de reflejos y conductas reactivas.

La literatura especializada diferencia entre procesamiento feedforward (alimentación hacia adelante), predominante en lo reactivo, y el procesamiento recurrente imprescindible para la experiencia consciente más elaborada. En la conciencia reactiva, la información habitualmente sigue un trayecto sensorial corto y local, y sólo en caso de necesidad se propaga a redes corticales superiores, proceso que sustenta las respuestas automáticas y la rapidez de ejecución.

La teoría polivagal, de gran actualidad, añade que la regulación de la conciencia reactiva involucra la actividad del sistema vagal dorsal (no mielinizado), que permite respuestas reflejas de inmovilización, colapso o disociación ante amenazas extremas cuando el sistema de lucha y huida (simpático) es inviable. Las respuestas reactivas son entonces moduladas por los circuitos autónomos evolutivamente más antiguos, que actúan antes del procesamiento consciente o social.

Neurofisiológicamente, la conciencia reactiva puede correlacionarse con:

  • Patrones de activación rápidos, inespecíficos e intensos en respuesta a estímulos súbitos o críticos (alerta, sobresalto, congelamiento, lucha, huida).
  • Modulación por neurotransmisores como norepinefrina, cortisol y serotonina en la regulación rápida de la homeostasis.
  • Actividad predominante en bandas de oscilación rápida (gamma) pero de duración breve y local, sin propagación de la “ignición global” que favorece la toma de conciencia de segundo orden.

En síntesis, los correlatos neurobiológicos de la fase reactiva remiten a redes subcorticales y sensoriales, a la activación de circuitos autónomo-límbicos, y a estados de alerta y respuesta preparatoria regulados por programas innatos y condicionados.


Perspectiva de la Psicología Evolutiva

La psicología evolutiva sitúa la fase reactiva como el primer estadio funcional de la conciencia en el desarrollo ontogenético y filogenético, constituyendo la base adaptativa sobre la cual emergen formas más sofisticadas de autopercepción e intencionalidad.

  • Desarrollo Infantil: En el recién nacido y en la infancia temprana (0-2 años), predomina la conciencia reactiva. El aprendizaje básico ocurre por condicionamiento, imitación y patrones de apego emocional. Las respuestas son poco diferenciadas, empapadas de emociones primarias, y la explicitación lingüística de emociones o intenciones es mínima. La regulación afectiva y la confianza básica dependen de las interacciones inmediatas y del entorno de apego seguro. Experiencias tempranas de seguridad, sintonía emocional o trauma dejan huella en los circuitos que soportan la conciencia reactiva para toda la vida.
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  • Evolución filogenética: La conciencia reactiva está presente en otros mamíferos y vertebrados, regulando conductas de huida, defensa, alimentación, apareamiento y socialización básica. Las investigaciones en psicología evolutiva y biología del comportamiento muestran que mecanismos similares soportan respuestas rápidas al peligro o la oportunidad en multitud de especies. Solo la integración posterior de habilidades lingüísticas y metacognitivas lleva a la emergencia de conciencia reflexiva y testigo.

El apego, la regulación afectiva, y la autorregulación se fundan sobre la maduración de estos circuitos reactivos y sus adaptaciones culturales posteriores. La transición ontogenética desde la conciencia reactiva al control deliberativo, proactivo y reflexivo es gradual y depende de la organización del sistema nervioso central, la calidad del entorno y la emergencia de la función simbólica y lingüística.


Teoría Polivagal Aplicada a la Conciencia Reactiva

La teoría propuesta por Stephen Porges, reformula la comprensión de las respuestas reactivas al enfatizar la importancia del nervio vago y su ramificación en la regulación de la seguridad y el peligro.

  • Jerarquía de Respuestas Autónomas: La teoría postula que existen tres circuitos reguladores evolutivos: el sistema vagal ventral (mielinizado, socializador y calmante), el sistema simpático (lucha o huida) y el sistema vagal dorsal (inmovilización, disociación). La conciencia reactiva surge continuamente del reclutamiento de estos circuitos según la neurocepción de amenaza o seguridad, concepto central que designa la evaluación preconsciente del entorno.
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  • Trauma y Disregulación: Cuando la neurocepción detecta peligro inminente, el sistema simpático o el vagal dorsal asumen el control y generan respuestas reactivas automáticas (ataque, huida, inmovilización), precediendo cualquier deliberación consciente. Este esquema explica la rigidez y resistencia al cambio en víctimas de trauma y las dificultades emocionales asociadas con estados reactivos crónicos.
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  • Co-regulación y Plasticidad: El sistema nervioso es sensible a las señales de seguridad y conexión social. La presencia de contextos seguros, vínculos de apego y relaciones empáticas favorece la transición desde la reactividad a estados más flexibles y socializados, facilitando el aprendizaje emocional y la autorregulación.

En aplicaciones clínicas, la teoría polivagal ha dado lugar a intervenciones centradas en restaurar el sentido de seguridad biológica, capitalizando la co-regulación y el trabajo corporal para modular el sistema reactivo y promover trayectorias de conciencia más adaptativas.


Neurofenomenología de la Experiencia Reactiva

La neurofenomenología es una propuesta metodológica que combina el estudio detallado de la experiencia subjetiva (fenomenología), siguiendo la tradición de Husserl y Merleau-Ponty, con los hallazgos neurocientíficos actuales. Francisco Varela introdujo la idea de que la mente consciente está encarnada y situada, de modo que el cuerpo y sus estados juegan un papel central en la emergencia de la conciencia, tal como la fase reactiva evidencia.

  • Conciencia Pre-reflexiva: En términos fenomenológicos, la conciencia reactiva se corresponde con una experiencia subjetiva pre-reflexiva, donde el yo actúa, siente y percibe sin autoconciencia explícita ni distancia reflexiva. La intencionalidad aquí se manifiesta como “conciencia de algo” en el mundo, pero sin tematización ni narración.
  • Cuerpo como Base Fenomenal: Varela y colaboradores subrayan que la autopoiesis del organismo (su capacidad de autogenerarse y mantenerse) se refleja en la conciencia reactiva como percepción sentida y acción espontánea, antes de cualquier representación simbólica.
  • Acoplamiento Sensorio-Motor: El acoplamiento dinámico entre organismo y entorno produce una modulación continua del sentido, lo que implica que la experiencia del aquí y ahora en la conciencia reactiva no es pasiva, sino activamente generada por la interacción.

La neurofenomenología sugiere que solo integrando métodos de primera persona (descripción experiencial) y de tercera persona (medidas neurobiológicas) es posible comprender plenamente las bases y la dinámica de la conciencia reactiva.


La Filosofía de la Mente y la Conciencia Reactiva

En filosofía de la mente es interpretada como la manifestación más básica de la experiencia fenomenal o qualia: sensaciones, afectos y actos preintencionales.

Siguiendo a autores como Chalmers, Searle, y Metzinger, se distingue entre:

  • Conciencia fenomenal/minimal: “Lo que se siente” aquí y ahora, sin necesidad de acceso introspectivo o verbalización. Es la cualidad subjetiva “de ser algo”.
  • Conciencia de acceso: Informaciones disponibles para procesos cognitivos de alto nivel, pensamiento, reflexividad y reporte verbal.

La conciencia reactiva participa exclusivamente, o casi exclusivamente, del primer dominio. Metzinger sugiere que la experiencia del yo en este nivel es una construcción dinámica y funcional, “un túnel de información” reactivo a los cambios ambientales, sin que exista necesariamente un sujeto reflexivo, sino modelos activados transitoriamente.

Por tanto, esta fase representa un fenómeno genuinamente fenomenológico y neurobiológico, pero insuficiente para sostener la autoconciencia, la deliberación ética o la creatividad simbólica.


Comparativa: Conciencia Reactiva vs Proactiva, Reflexiva y Testigo

La conciencia proactiva se define por la anticipación, planeación y autoiniciación de la acción en función de metas y valores personales. La diferencia clave radica en

La proactividad implica una transición desde la mera reacción hacia la capacidad de regular la conducta mental y conductual en función de objetivos internos, lo cual requiere la integración de sistemas corticales y circuitos motivacionales de mayor complejidad.

La conciencia reflexiva implica la capacidad de observar, analizar y modificar los propios pensamientos, emociones y acciones, además de la posibilidad de autocrítica, aprendizaje metacognitivo y deliberación ética. En este estadio:

  • Se emplean estrategias autorregulatorias y de aprendizaje autoreflexivo.
  • Se integran la experiencia y la representación simbólica, promoviendo la adaptación proactiva y la co-construcción del sentido.
  • El reporte verbal y la narrativa autobiográfica son posibles y constitutivas.

Mientras la fase reactiva se agota en la respuesta, la reflexiva permite la integración, el aprendizaje de la experiencia y el desarrollo de la madurez personal y social.

La conciencia testigo, o mindfullness, supone la capacidad de observar experiencias mentales y sensoriales con ecuanimidad, sin identificación inmediata y con desapego emocional—estado clave en muchas tradiciones contemplativas y en las terapias de tercera generación. Este estadio:

  • Suspende la habitual respuesta reactiva, permitiendo la desautomatización y la regulación consciente de la experiencia.
  • Favorece la distancia reflexiva y la identificación con el “ser que observa”, por encima de los contenidos emocionales o cognitivos.

El desarrollo de la conciencia testigo representa una trascendencia de lo reactivo, reapropiando la atención y la autorregulación sobre las respuestas impulsivas o emocionales que dominan en la conciencia reactiva.


Aportes Interdisciplinarios en el Estudio de la Conciencia Reactiva

Lingüística

La conciencia reactiva encuentra correlatos en el lenguaje, especialmente en la adquisición temprana y en la comprensión de la pragmática emocional y la función de las emociones en la comunicación. Según la hipótesis de Sapir-Whorf, el propio idioma determina o condiciona en parte la vivencia emocional y la forma de reacción espontánea o condicionada a estímulos.

En el plano educativo, el desarrollo de la conciencia lingüística—facultad de reflexionar sobre el lenguaje y su uso—es esencial para la transición desde la reacción automática a la comunicación intencional, la regulación emocional, el aprendizaje simbólico y la comprensión de la diversidad sociocultural.

Antropología

La antropología estudia la conciencia reactiva como fenómeno biocultural. La respuesta reactiva básica es moldeada por contextos de socialización y por los dispositivos simbólicos de la comunidad. La cultura es una prótesis o extensión del cerebro, en palabras de Roger Bartra y otros autores: nuestras reacciones dejan de ser puramente biológicas al ser modificadas, reforzadas o inhibidas por las reglas y símbolos sociales.

Las formas que asume la conciencia reactiva (manejo de la ira, miedo, apego, aversión) dependen de los sistemas de crianza, los rituales, la estructura familiar y las pautas de género y jerarquía social, lo que demuestra la modulación cultura-específica de la reactividad.

Biología del Comportamiento

Desde la biología del comportamiento y la psicobiología, la conciencia reactiva está sustentada en mecanismos fisiológicos y evolutivos que han sido seleccionados para maximizar la adaptación. El fenómeno de la reactividad al estrés, estudiado en animales y humanos, ejemplifica cómo la regulación homeostática rápida depende de la integración de sistemas hormonales, neurotransmisores y circuitos cerebrales subcorticales.

El concepto de activación reactiva implica tanto patrones inespecíficos (alerta, orientación, adaptación) como específicos (ataque, huida, inmovilización), y la capacidad de modular estos sistemas determina la flexibilidad y resiliencia ante ambientes cambiantes.

Epistemología

La epistemología nos recuerda los límites del conocimiento acerca de la conciencia reactiva, y sugiere la necesidad de combinar explicaciones causales multidimensionales (biológicas, psicológicas, socioculturales). El conocimiento de lo reactivo es eminentemente fenomenológico, pues remite a un “saber cómo” implícito y no a un “saber acerca de” explícito o formal. La transición de la conciencia reactiva a niveles superiores implica el despliegue del conocimiento metacognitivo, la reflexión y la problematización del propio aprendizaje reactivo.


Implicancias en el Desarrollo Humano de la Conciencia Reactiva

Durante la ontogenia humana, la conciencia reactiva predomina en la primera infancia y sostiene tanto la supervivencia como la adaptación. Los bebés reaccionan reflejamente a estímulos (hambre, frío, dolor, amor) y su aprendizaje es eminentemente imitativo, no deliberativo.

El desarrollo emocional saludable depende de que la conciencia reactiva se module progresivamente, primero a través de la co-regulación (adulto-niño), luego por la interiorización de reglas, símbolos y lenguaje. El fracaso en la modulación lleva a problemas de autorregulación emocional, apego desorganizado, impulsividad y dificultades en la inserción social, aprendizaje y salud mental. Por el contrario, el desarrollo exitoso implica la transformación de esquemas reactivos en hábitos sociales adaptativos, y la progresiva integración de autorregulación, empoderamiento y conciencia proactiva.

En la adolescencia y adultez, la persistencia de modos reactivistas se asocia con baja autoestima, labilidad emocional, propensión al estrés y mayor vulnerabilidad a los trastornos emocionales y conductuales. El entrenamiento en conciencia emocional, mindfulness y estrategias metacognitivas son fundamentales para la transición y maduración de la conciencia en etapas posteriores del desarrollo humano.


Aplicaciones Clínicas de la Conciencia Reactiva

Terapia y Psicotraumatología

Muchos trastornos psicológicos implican una fijación o hiperactivación de patrones de conciencia reactiva: ansiedad, fobias, abuso de sustancias, trastorno de estrés postraumático, entre otros. El tratamiento se centra en:

  • Reconocimiento y modulación de la reactividad: Reconocer cómo las respuestas automáticas dominan la vida del paciente y obstaculizan la reflexión y el auto-cuidado.
  • Terapias centradas en la regulación autónoma: Uso de técnicas de co-regulación, anclaje somático y restauración de la seguridad corporal, como las inspiradas en la teoría polivagal.
  • Técnicas positivas y de mindfulness: Intervenciones basadas en la aceptación y el compromiso, la psicoterapia positiva y el mindfulness muestran eficacia en modificar patrones reactivos hacia esquemas más autorregulados y creativos.
  • Apoyo social y psicoeducación: La comprensión y el acompañamiento (“validación empática”) resultan fundamentales para modular los patrones reactivistas problemáticos y fomentar la autoeficacia.

Desde la perspectiva de la mentalización y la terapia basada en la co-regulación, la transición desde la conciencia reactiva hacia la reflexiva se considera clave en la promoción del bienestar y la salud mental.

Pedagogía y Educación

En el ámbito educativo, el reconocimiento e intervención sobre la conciencia reactiva es clave para un aprendizaje emocional y social satisfactorio. Programas de educación emocional de eficacia probada incluyen componentes tales como:

  • Autoconocimiento y autorregulación emocional: Enseñar a los niños y adolescentes a reconocer sus estados reactivos, diferenciarlos de los intencionales y desplegar herramientas para su regulación (respiración, mindfulness, ejercicios de atención enfocada).
  • Conciencia metalingüística y metacognitiva: Fomentar el análisis de las propias emociones, pensamientos y acciones permite transformar hábitos reactivos en estrategias autorreguladas y adaptativas.
  • Aprendizaje cooperativo: El trabajo en equipo y las prácticas de tutoría emocional favorecen la empatía y la educación de la reactividad en contextos sociales diversos.

El papel de la familia, los docentes y el entorno escolar es central para modelar y regular la transición desde la reactividad primitiva hacia la autonomía emocional, la responsabilidad y la proactividad.


Hacia una Conclusión

La conciencia reactiva constituye la base sobre la que se construyen los demás niveles de experiencia subjetiva y relación con el mundo. Aunque frecuentemente subestimada por su carácter automático y primario, es esencial para la adaptación biológica, el aprendizaje y la construcción de la subjetividad. Su comprensión exige el diálogo entre neurociencia, psicología, teoría polivagal, fenomenología, filosofía, lingüística, antropología, biología y epistemología.

La transición desde la conciencia reactiva hacia formas proactivas, reflexivas y testigo es el núcleo del desarrollo humano, y la clave para la salud mental, el bienestar y la creatividad social y personal. La intervención clínica y pedagógica debe reconocer la inevitabilidad de la reactividad inicial y favorecer su integración, regulación y transformación. Su estudio, por tanto, no solo aclara un aspecto central de la mente, sino que constituye una guía para la promoción del desarrollo humano pleno y la mejora de las prácticas clínicas y educativas interdisciplinares. Perfecto, Fabian. Ya estoy investigando el artículo de Sonria.com sobre la conciencia reactiva y elaborando un análisis profundo desde la psicología neurocientífica, integrando también aportes desde la teoría polivagal, la neurofenomenología, la filosofía de la mente, la lingüística, la antropología y la epistemología. Esto tomará varios minutos, así que podés seguir con tus tareas — el informe quedará guardado en esta conversación y te avisaré apenas esté listo.

Compilación y Posterior desarrollo del Dr. Fabián Sorrentino para el desarrollo de la Ontología de la Conciencia como Epistemología Justificada.