La palabra pobreza se forma a partir del adjetivo pobre, que a su vez deriva del latín pauper, pauperis, término que denota la idea de carencia o insuficiencia de recursos materiales para garantizar una existencia digna.

Al añadir el sufijo -eza—usado en español para formar sustantivos abstractos que expresan la cualidad o condición de algo (como en belleza o certeza)—se crea el sustantivo pobreza, que encapsula la idea de la condición de ser pobre o de estar marcado por la falta significativa de bienes y medios.

Esta composición etimológica no solo pone de relieve la dimensión material de la carencia, sino que también abre una ventana a interpretaciones más amplias en ámbitos sociales y morales, sugiriendo una condición que puede afectar tanto lo económico como lo humano en cada una de las 8 dinámicas donde se mueve diariamente. Aportando sensaciones de vulnerabilidad y marginación.

En este sentido, la etimología de pobreza refleja una visión de la existencia en la que la escasez transciende lo meramente físico para impactar la dignidad y la cohesión social.

Un enfoque desde el prisma onto-teológico de la ODC

La pobreza marca una desconexión entre la esencia humana y el ideal divino, constituyendo no solo un desafío socioeconómico, sino también un llamado a la transformación interior y colectiva, que va más allá de la ausencia de recursos para explorar los vacíos existenciales y de fe que alimentan el fenómeno de la pobreza.

Desde esta perspectiva, el hombre como ser creado a imagen y semejanza de Dios, entiende que la pobreza compromete una dignidad intrínseca cuando se sitúa en entornos de carencia y marginación, lo cual resalta la importancia de la justicia social, el amor al prójimo y el servicio a la comunidad como principios inmutables que reflejan la voluntad divina. En este sentido, la pobreza es concebida como una ruptura original, consecuencia del distanciamiento del ser humano de su fuente de vida y de la plenitud que emana de una relación auténtica con lo sagrado. Así, el reto consiste en reconstituir esa dimensión perdida, restableciendo la comunión entre la persona, la comunidad y el Creador.

Ahora, para abordarla integralmente, integremos las 7 interdisciplinas que conforman la Ontología de la Conciencia (ODC):

Lógica:

La lógica se erige como la columna vertebral del análisis crítico, ofreciendo herramientas para estructurar el pensamiento y clarificar la relación causo-efecto inherente a la problemática de la pobreza. Al sistematizar los procesos de inferencia y razonamiento, se posibilita la identificación de patrones y estructuras que, en última instancia, permiten replantear soluciones y estrategias de intervención.

Neurociencia Cognitiva:

Este campo ilumina la manera en que el cerebro percibe y procesa la experiencia del desamparo y la exclusión. La pobreza, más allá de su dimensión externa, se refleja en modificaciones en la actividad neural que afectan la resiliencia, la toma de decisiones y la capacidad de adaptación del individuo. Comprender estos procesos resulta vital para diseñar intervenciones que promuevan no solo la recuperación económica, sino también el bienestar mental y emocional.

Epistemología:

La epistemología investiga la construcción y validación del conocimiento que tenemos acerca de la pobreza. ¿Cómo se generan los saberes en torno a la desigualdad? ¿Qué paradigmas influyen en la interpretación de las carencias y en la elaboración de políticas públicas? Este análisis desvela la intersección entre el conocimiento científico, la experiencia cultural y las narrativas históricas que configuran nuestra percepción social.

Semiótica:

La semiótica se encarga de descifrar los signos, símbolos y códigos que enmarcan el discurso social sobre la pobreza. Las imágenes mediáticas, las metáforas utilizadas en el ámbito cultural y las narrativas predominantes contribuyen a crear estigmas y prejuicios. Una lectura semiótica crítica permite deconstruir dichos códigos, favoreciendo una representación más humana y realista de la experiencia carencial.

Enfoque Cuántico:

El paradigma cuántico invita a replantear la realidad como una red interconectada y dinámica, en la que los fenómenos, como la pobreza, no son simplemente el resultado de causas lineales, sino la emergencia de interacciones complejas y multifactoriales. Este enfoque sugiere que la conciencia se enmarca en un proceso fluctuante y mutable, en el cual las fronteras entre lo material y lo espiritual se difuminan, permitiendo nuevas estrategias de transformación social.

Bioética Filosófica:

La bioética filosófica aborda los dilemas morales que surgen de la desigualdad y la exclusión. Se interroga sobre la responsabilidad ética de la sociedad en la distribución de recursos y en el cuidado de la dignidad humana. Desde los preceptos cristianos adventistas —que promueven el amor, la compasión y la justicia— se argumenta que la erradicación de la pobreza es una exigencia moral que refleja el compromiso con la creación y la restauración del orden divino.

Fenomenología:

Finalmente, la ODC se centra en la descripción de la experiencia vivida, ofreciendo una ventana a la percepción subjetiva del individuo inmerso en contextos de pobreza. Al explorar las dimensiones existenciales y emocionales de la carencia, este enfoque humaniza la problemática, permitiendo comprender los matices de la lucha diaria y la búsqueda de sentido en medio de la adversidad.

Esta integración interdisciplinaria conforma un marco analítico que trasciende los límites convencionales y aboga por una comprensión holística de la pobreza. En este paradigma, cada dimensión—desde la estructura lógica del pensamiento hasta la experiencia íntima y espiritual del individuo—se reconcilia en un diálogo entre la razón y la fe. Así, la propuesta no solo abre nuevas perspectivas para la investigación académica, sino que también invita a la acción transformadora basada en el compromiso ético y en la búsqueda de la justicia social, pilares fundamentales de la tradición judeo-cristiana.

La intersección entre lo ontológico y lo socioeconómico, requiere una mirada que contemple tanto las manifestaciones externas de la pobreza como sus raíces internas; buscando articular un discurso que responda a la complejidad del fenómeno e iluminando el camino hacia la restauración de una humanidad plena, en comunión con lo divino.

Aspectos como la implementación práctica de políticas basadas en estos principios interdisciplinarios o la aplicación de modelos educativos que fomenten el desarrollo integral de la identidad y la conciencia pueden constituir futuras líneas de investigación para amplificar el impacto de este enfoque en la lucha contra la pobreza.


Panorama histórico y actual

Durante las últimas décadas se han logrado importantes avances en la reducción de la pobreza extrema. Por ejemplo, en el periodo comprendido entre 1990 y 2015, millones de personas en países como China e India salieron de la pobreza extrema, impulsadas por tasas de crecimiento económico acelerado y reformas estructurales que promovieron la integración en la economía global. Sin embargo, a pesar de estos éxitos históricos, hechos como la crisis financiera del 2008 y, más significativamente, la pandemia del COVID-19 han revertido parte del progreso alcanzado. Hoy en día, se estima que casi 700 millones de personas (alrededor del 8,5% de la población mundial) viven con menos de 2,15 dólares diarios, mientras que aproximadamente 3,4 mil millones de personas (casi el 40% de la población) viven con menos de 6,85 dólares diarios.

Vías de salida de la pobreza

Diversos actores (gobiernos, organismos internacionales, sector privado y sociedad civil) han explorado múltiples estrategias para erradicar la pobreza. Entre estas vías destacan:

  • Políticas de Crecimiento Inclusivo y Creación de Empleo de Calidad:
    Invertir en sectores que generen empleo decente y sostenible es fundamental. Mejorar las oportunidades laborales y aumentar los ingresos de la población vulnerable se vincula estrechamente con políticas que promueven la equidad salarial, el fortalecimiento de la educación profesional y la formación técnica. La creación de más y mejores empleos permite no solo la mejora en los ingresos, sino también la construcción de una red de seguridad social que ayuda a sortear crisis puntuales.
  • Educación y Desarrollo de Capital Humano:
    La inversión en educación es uno de los factores determinantes para romper el ciclo de la pobreza. Estudios y políticas de largo plazo han demostrado que el acceso a una educación de calidad influye poderosamente en la movilidad social y económica. Además, la educación fomenta capacidades críticas que, en conjunto con la innovación y la tecnología, permiten a las personas adaptarse a mercados laborales en transformación y acceder a mejores oportunidades laborales.
  • Infraestructura y Servicios Públicos:
    La mejora en infraestructuras básicas (transporte, energía, telecomunicaciones) y el acceso a servicios esenciales como salud, agua potable y saneamiento, son determinantes para que las regiones marginadas puedan integrarse a la economía global. Estas inversiones generan además un efecto multiplicador, ya que facilitan el desarrollo de mercados locales e impulsan la inversión privada. A nivel macroeconómico, un entorno adecuado en términos de infraestructura y servicios públicos es fundamental para la atracción de inversiones y la dinamización de la economía regional.
  • Innovación Tecnológica y Digitalización:
    La adopción de tecnologías emergentes y la digitalización de servicios han abierto nuevas oportunidades para el empleo y la capacitación. La inclusión digital permite a comunidades anteriormente excluidas acceder a mercados virtuales, a herramientas de educación en línea y a una amplia gama de recursos que potencian la productividad y la competitividad a nivel local y global.
  • Inclusión Financiera y Microfinanzas:
    Facilitar el acceso a servicios financieros (créditos, ahorros, seguros) para los sectores de bajos ingresos es crucial para fomentar el emprendimiento y sostener microempresas. Las iniciativas de microfinanzas han tenido un impacto positivo en numerosas regiones, permitiendo a las familias invertir en pequeños negocios y mejorar sus condiciones de vida. Estas herramientas son especialmente eficaces en economías emergentes, donde el sector formal tiene un alcance limitado.
  • Fortalecimiento de la Gobernanza y Políticas Públicas:
    Para que las estrategias anteriormente mencionadas tengan un impacto consolidado, es indispensable contar con instituciones sólidas, mecanismos de rendición de cuentas y políticas públicas diseñadas de manera inclusiva. La coordinación entre actores locales, nacionales e internacionales puede potenciar las acciones dirigidas a combatir la pobreza, especialmente en contextos de alta fragilidad y conflictos.

Las proyecciones futuras y los desafíos en plena era de la tecnología

Las proyecciones a futuro señalan que, bajo la trayectoria actual, podríamos ver que en el 2030 aproximadamente 622 millones de personas (alrededor del 7,3% de la población mundial) vivirán en situación de pobreza extrema. Además, el umbral de 6,85 dólares diarios podría continuar afectando a casi 3,4 mil millones de personas si no se implementan cambios significativos en las políticas económicas y sociales. Las crisis globales, como los desafíos climáticos, el aumento de conflictos geopolíticos y la evolución de las economías digitales, podrían complicar las perspectivas a corto y mediano plazo, haciendo necesario acelerar las reformas estructurales para lograr un crecimiento verdaderamente inclusivo.

A futuro, se vislumbra que la convergencia de estrategias –como la inversión en capital humano, el desarrollo sostenible a través de la innovación tecnológica y la mejora de la gobernanza– es fundamental para transformar las estructuras económicas que perpetúan la pobreza. Modelos exitosos en diversas regiones han demostrado que, con políticas energéticas y bien coordinadas, la combinación de intervenciones puede reducir drásticamente la incidencia de la pobreza y promover un desarrollo armónico y resiliente.

El advenimiento de la AGI (Inteligencia Artificial General) y la eventual singularidad tecnológica prometen transformar radicalmente la economía global y, con ello, el panorama de la pobreza. Este escenario plantea dos grandes direcciones posibles, dependiendo de cómo se gestionen los avances tecnológicos y las políticas públicas. Esto es algo que hemos analizado en este artículo.


Hacia una Conclusión

Salir de la pobreza es un reto multifacético que requiere intervenciones coordinadas en diversos frentes: la generación de empleo, la educación, la mejora de infraestructura, la inclusión financiera y el fortalecimiento institucional son algunos de los pilares fundamentales. La evidencia histórica y las proyecciones actuales subrayan que, sin un cambio acelerado en la forma en que se abordan las desigualdades, la erradicación de la pobreza extrema podría tardar décadas o incluso un siglo. Sin embargo, modelos de éxito ofrecen orientaciones claras de que, con políticas comprometidas y un enfoque integral, se puede transformar la realidad de millones de personas y construir sociedades más justas y resilientes.


Fuentes consultadas:
: Poverty, Prosperity, and Planet Report 2024 – World Bank Group
: Pathways out of poverty toward a more prosperous future – World Bank Blogs
: Poverty – Our World in Data

Este panorama abre nuevas interrogantes sobre cómo las políticas integrales pueden adaptarse a los cambios globales y qué innovaciones específicas podrían implementarse en distintos contextos para acelerar la salida de la pobreza. ¿Qué experiencias locales podrían replicarse a nivel internacional y cómo se pueden articular los esfuerzos entre los distintos actores para enfrentar simultáneamente crisis económicas, climáticas y sociales?

Un desarrollo del Dr Fabián Sorrentino, como aplicación de la ODC a los fenómenos cotidianos.