La palabra emprender quiere decir iniciar un quehacer, iniciar una empresa. Lo que la palabra emprender no revela es la intención que guía el emprender del emprendedor. Las palabras que usamos no siempre dicen lo que quienes las usan dicen.

Lo que da sentido y significado a lo que decimos no son propiamente las coordinaciones de haceres que las palabras que usamos connotan, sino que son las emociones que constituyen el espacio psíquico relacional en el que pensamos y realizamos nuestro hacer. Pero las palabras en general no evocan o revelan la emoción o intención que nos mueve a hacer lo que decimos que haremosaunque hay algunas que sí lo hacen, como, rapiña, por ejemplo.

Es interesante, que frecuentemente hablamos o, podríamos decir, que casi siempre hablamos, como si fuese evidente el significado de lo que decimos, y esperamos que el otro o la otra nos entienda. Sin duda nos comportamos como si dijésemos lo que decimos en la confianza de que los otros o las otras entenderán lo que decimos.

Pero, ¿es esto siempre así?, ¿es cierto que queremos ser comprendidos por los otros o las otras? ¿O, decimos a veces lo que decimos en la secreta esperanza, consciente o inconsciente de que el otro o la otra no nos comprenda?

Sin duda la palabra emprender significa iniciar un quehacer. Uno emprende un camino,un interrogatorio, una aventura, una guerra, un modo de convivir… Uno inicia la tarea de usar algo ¿uno emprende la tarea de abusar de algo?

Ocurre que las palabras emprender e innovar no señalan por si mismas la dirección en que orientamos u orientaremos nuestro emprender o nuestro innovar, y si no hacemos explícita esa orientación mostrando el emocionar que nos mueve, nuestro o nuestros interlocutores no podrán saber desde nosotros la intención última de nuestro hacer tendrán que imaginarla para que haya confianza en la honestidad mutua.

Algunos años atrás, cuando se ponía gran énfasis en la necesidad de formar personas que fuesen emprendedoras e innovadoras, un amigo mío llegó a una reunión en la cual yo me encontraba, dejando ver su gran entusiasmo por su participación en la creación de un club de emprendedores / innovadores. Los asistentes a la reunión a su vez comenzaron a felicitarle mientras yo permanecía en silencio. Mi amigo, al notar mi indiferencia me preguntó que me pasaba, y si yo no estaba de acuerdo o no me interesaba en formar emprendedores / innovadores. Yo le conteste diciendo que yo preferiría participar en la creación de un club de emprendedores / conservadores, un club de personas que quieren conservar la honestidad, la ética, la seriedad en el quehacer, el compartir, el participar, el respeto por ellas mismas, por los otros seres humanos, y por el mundo natural que hace su existencia posible, en todos los quehaceres que pudiese emprender. Cuando terminé de hablar hubo silencio.

Yo a veces me pregunto: ¿por qué empresarios que declaran, por ejemplo, que tienen conciencia social, o que son conscientes de que es la comunidad en la que su empresa esta inmersa la que hace su existencia posible, o que son conscientes de sus compromisos con la comunidad que los sostiene, luego se conducen con el quehacer de sus empresas de modo que dañan a la misma comunidad que dicen servir? ¿Qué sucede? ¿Tal vez no saben lo que hacen fuera del ámbito de sus declaraciones? ¿Mienten? ¿Saben lo que hacen y lo han sabido siempre, pero lo niegan? ¿Es posible ser honesto en algunos aspectos del vivir relacional y no en otros? ¿Son tal vez servidores de otros amos o propósitos que son para ellos más importantes que el bien-estar de la comunidad que los sostiene y los hace posibles? ¿Se equivocan?

El lenguaje no nos conecta con una realidad trascendente que sería independiente de nuestro hacer; el lenguajear constituye un modo de fluir en el convivir en coordinaciones de coordinaciones de haceres.

Nuestro vivir humano, sin embargo, ocurre en el fluir del lenguajear en entrelazamiento recursivo con el emocionar, en un continuo fluir del convivir que entreteje haceres y clases de conductas relacionales al que llamamos conversar. De modo que nada decimos o podemos decir sin que en el fondo se escuche un conversar que muestra, si no la totalidad, al menos parte de la naturaleza del convivir que vivimos y que está en el fundamento de todo lo que hacemos, o pensamos, o sentimos.

El mundo que vivimos y que creamos en el fluir recursivo de nuestro conversar, en las coordinaciones de haceres y emociones que el conversar es, no es ni bueno ni malo en sí, pero puede llegar a resultar lo uno o lo otro según sea el espacio psíquico emocional que defina nuestro conversar. Así, podemos generar un convivir en el bien-estar material y espiritual si no nos mentimos pretendiendo que somos mejores que otros seres humanos, y somos éticos en ese convivir porque no nos mentimos, o podemos genera un convivir de mal-estar y de miseria material y espiritual porque de alguna manera creemos que somos mejores que otros porque podemos apropiarnos de lo suyo.

Esa es nuestra condición humana en toda su belleza: no podemos ocultar del todo el trasfondo emocional que guía todo lo que hacemos, pero podemos inventar teorías que ocultan y justifican ese trasfondo cuando no nos gusta.

Sabemos lo que hacemos en el ámbito relacional: sabemos cuando nos mentimos y cuando no nos mentimos, sabemos cuando generamos dolor en otros y cuando les abrimos el camino al bien-estar, y a veces escogemos uno y a veces escogemos el otro, siempre somos conscientes de lo que hacemos o del resultado de lo que hemos hecho, a menos que nos mintamos. Y si nos equivocamos, al darnos cuenta de nuestro error, nos volvemos conscientes de lo que hacemos o haremos desde allí en adelante.

Esta conciencia es posible porque los seres humanos somos seres biológicamente amorosos, y, querámoslo o no, a menos que nos mintamos, e inventemos una teoría para justificar la rapiña, en último termino nuestra condición amorosa nos llevará a buscar el bien-estar en la convivencia.

Lo deseable es que este encuentro con nuestro fundamento biológico amoroso, nos suceda lo antes posible: el mundo que vivimos lo creamos nosotros con nuestro vivir y convivir.

Compilado por Beth Ludojoski – viernes, 21 de marzo de 2008, 15:19
Fuente: Humberto Maturana