¿Cómo me autodefino?
Por lo general me consideran una persona seria y sensata, y una vez dicho y hecho todo, supongo que lo soy.
Siempre he intentado ser sincero y objetivo respecto a mí mismo, y estoy decidido a ser fiel a mi conciencia, cueste lo que cueste.
Si bien una parte de mí podría ser alocada, en términos generales no ha sido precisamente ese mi estilo.
Tengo la impresión de que tengo un juez en la cabeza: a veces este juez es sabio y perspicaz, pero muchas otras es simplemente severo y duro.
Creo que he pagado un elevado precio por tratar de ser perfecto.
Me gusta reírme como a cualquiera; ¡debería hacerlo más a menudo!
Mis principios e ideales me estimulan hacia mayores logros y dan sentido y valor a mi vida.
No entiendo por qué tantas personas tienen valores morales tan laxos.
Depende tanto de mí que se hagan las cosas que tengo que ser más organizado y metódico que los demás.
Me imagino que tengo una misión personal, tal vez una vocación para algo superior, y creo que durante mi vida podría realizar algo extraordinario.
Detesto los errores, por lo tanto tiendo a ser muy minucioso para asegurarme de que las cosas se hagan bien.
Gran parte de mi vida he creído que lo que está bien, está bien, y que lo que está mal, está mal, y ya está.
Me cuesta muchísimo dejar que las cosas se hagan sólo suficientemente bien.
Han recaído muchas responsabilidades sobre mis hombros: si no hubiera estado a la altura de las circunstancias, sólo Dios sabe lo que habría ocurrido.
Me conmueve muchísimo la nobleza humana y que se conserve el buen talante en las dificultades.
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El Eneatipo 1 en la Pareja

Si el eneatipo 1 es tu pareja tienes que tener en cuenta varias cosas, entre ellas:
– Desea que las personas que les importa se acerquen a la perfección lo máximo posible.
– Sufre por los fallos de los demás. Se siente responsable de los errores de un ser querido.
– No suele elogiar.
– Cree que una buena relación debería producir sólo buenos pensamientos y sentimientos.
– Resulta imprescindible “educar” al eneatipo 1 para que reconozca que su pareja (y todos nosotros) puede tener puntos buenos y malos, y aun así ser una gran persona.
– Se entrega cuando está comprometido/a.
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Deberías:
– Recordar los detalles (la puntualidad).
– Alabar el esfuerzo y la responsabilidad.
– Admitir el error de inmediato
– Mantener tus propios intereses dedicándole muchas horas a los suyos.
El eneatipo 1 seduce con caballerosidad, modales, principios…
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Objetivos laborales para el Eneatipo 1
Prefieren que haya objetivos de equipo porque proporcionan una dirección al trabajo de todos los miembros y los llevan a alinearse en pro de un esfuerzo mayor.
Les estimulan los objetivos relacionados con un propoósito importante.
Trabajan mejor cuando se han propuesto unos objetivos claros y viables.
Se sienten motivados cuando ven el resultado de su trabajo.
Debe tener objetivos claros, realistas con un método y un propósito determinado.

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Origen del Eneatipo 1:

Fase preoral (0 a 3 meses) = Eneatipo 5 (Carácter Esquizoide)
Fase oral (3 meses a 1´5 años) = Eneatipo 4 (Cáracter Oral)
Fase anal (1´5 años a 2´5 años) = Eneatipo 9 (Cáracter Masoquista)
Fase fálica (2´5 años a 3´5 años) =­ Eneatipos 3 y 6 (Cáracter Psicopático)
Fase genital (3´5 años a 7 años) = ­Eneatipos 1, 8, 2 y 7 (Cáracter Rígido)

Fase GENITAL del desarrollo:

• De los 3,5 a los 6-7 años
• En plena situación Edípica
Experiencia de su cuerpo como un todo (unidad psico-corporal)
• Maduración de todas las terminaciones sensoriales de todo el organismo (erotización)

Situación Traumática (resumen):
La situación traumática ocurre a partir de que el niño se acerca a su padre o madre con su afecto y con su erotismo (inconsciente), buscando el contacto piel a piel, y es rechazado, bien porque el padre/madre se erotizan también y sienten miedo de su excitación.

El niño que primeramente parece que consigue el poder por seducción de un progenitor, es destronado repentinamente por este progenitor quien se aleja de esta seducción. El niño que se siente capaz de tomar el poder por la fuerza, luchará por este.

Esta es la última fase en que se estructura la personalidad. En ella finaliza el desenlace del Complejo de Edipo (iniciado en la etapa anterior). Para un buen desenlace, la madre debe dar libertad al hijo; debe dejar de ser este hijo su objeto de deseo. Lo ideal es que el deseo de la madre vuelva a dirigirse al padre devolviéndole a este su poder afectivo.

Si hay un mal desenlace (el niño no se siente aceptado por el padre o se siente abandonado por la madre), este sentirá angustia y retrocederá a las etapas anteriores; hacia la que más difícil le haya sido superar. Si el niño se ha podido sociabilizar satisfactoriamente con los padres, familia y sociedad cercana, entonces obtienen su parcela de poder.

Esta fase evolutiva se caracteriza por la madurez, capacidad y libertad para la entrega amorosa tierna, erótica y placentera. En esta época, las terminaciones nerviosas de la superficie del cuerpo han madurado y disponen al niño para una percepción placentera y erótica. El erotismo va tomando importancia por el incremento de placer sensorial que supone y la necesidad /deseo de obtenerlo. Cuando estos impulsos alcanzan la etapa genital, deben ser expresados de un modo u otro, sin renunciar ni contener la intensa gratificación que su satisfacción les proporciona. Así, mediante el contacto corporal piel a piel, y también a través del movimiento, el niño querrá eliminar la tensión originada por la carga erótica. De esta forma obtiene placer o displacer según dependiendo de si satisface esta necesidad. Si sufre displacer, este podrá dar lugar a una intensa angustia.

En esta fase el niño experimenta la vivencia del rechazo por su novedoso impulso erótico-tierno y la capacidad de experimentar placer sensorial y emocional consigo mismo y con los demás. Para reducir la angustia que esto conlleva, se hacen presentes los rasgos caracteriales, como la actividad intelectualmente obsesiva del eneatipo 1 o la actividad sexual compulsiva del eneatipo 8. Ambos casos tratan de defenderse del contacto con la angustia, que puede surgir por tomar consciencia de su excitación sexual y la frustración que sufren en la entrega al amor. Para defenderse de esta angustia distorsionan sus deseos genuinos (y consecuentemente las posibilidades de satisfacer estos deseos). De esta manera quedan en un estado de insatisfacción permanente que se mantiene fuera de la consciencia al estar desplazado hacia aparentes intereses de realización laboral, social o amorosa, que proporcionan ilusión de satisfacción.

La estructura psicoemocional de estos caracteres (de adultos) se caracteriza por un cierto vacío afectivo en el contacto, la evitación del compromiso y el contacto erótico genital placentero. Por ello su dinámica cognitiva y emocional se centra en preservar su ideal de libertad, aunque haya de sacrificar su intimidad, y tenga que limitar su capacidad de entrega amorosa y de compromiso.

Esta inhibición no permite satisfacer completamente sus necesidades, por no descargar mediante la expresión y la satisfacción directa. Así se provoca un estado de rabia y frustración. Como estos caracteres han desarrollado seguridad en ellos mismos para avanzar en el mundo, tienden a dar salida a su rabia en el mundo social y por ello suelen situarse social y laboralmente a la altura de sus aspiraciones, aunque lo hagan con poca consideración hacia las necesidades de los demás, dependiendo de cómo sea su componente tierno.

La rabia se convierte en hostilidad encubierta; socialmente más aceptable. Utilizan la seducción y la manipulación. Aparecen sentimientos hostiles de desprecio, resentimiento, odio o venganza, que procuran camuflarlos o justificarlos racionalmente. Por ello no aparecen sentimientos de culpa. También buscan la obtención de poder.

El niño va transformando el deseo de contacto tierno en deseo de poder, para arrebatarle el dicho poder al progenitor hostil que es quien lo ostenta. Esta situación se cierra definitivamente con la llegada de la pubertad y con el deseo de ser reconocido como adulto. Durante la adolescencia aparece el temor al rechazo como adulto sexual y puede dar origen a actitudes de rebeldía activa o pasiva.

Oscilan emocionalmente entre el deseo genuino y negado de ser aceptado como un adulto sexual y la necesidad de ejercer el poder. Cómo defensa ante esta situación, realizan una demanda mediante la provocación y la rebeldía frente a la autoridad, a la norma y a las personas de las que esperan confianza y acogimiento tierno. De este modo dan continuidad a lo que temen: sentirse privilegiados pero no satisfechos como adultos entre los adultos, por lo que sacrifican la entrega amorosa profunda por la fantasía de asegurar su ideal de libertad.

Reproducido a fines exclusivamente académicos para vincularlo a nuestro glosario. Invitamos a ver artículo en su fuente original.