En el lenguaje de Aristóteles, lo contingente, se contrapone a lo necesario.

Las contingencias o las circunstancias son consideradas en lógica como expresiones modales. El sentido de ‘Es contingente’ es discutido. Algunos consideran que ‘Es contingente que p’ es lo mismo que ‘Es posible que p’; otros estiman que ‘Es contingente que p’ es equivalente a la conjunción: ‘Es posible que p’ y ‘Es posible que no p’.

En la literatura lógica clásica es frecuente definir la contingencia o circunstancia como la posibilidad de que algo sea y la posibilidad de que algo no sea. Si el término ‘algo’ se refiere a una proposición, la definición corresponde efectivamente a la lógica; si ‘algo’ designa un objeto, corresponde a la ontología. La referencia no aparece siempre clara en la mencionada literatura, pero es obvio que cuando se habla de proposiciones contingentes, su análisis entra siempre dentro de la lógica modal. Nosotros hemos examinado el problema lógico en el citado artículo sobre la modalidad y en el artículo sobre la Oposición (v.) de las proposiciones modales. Hemos examinado también el sentido de ‘contingente’ en la doctrina kantiana en los artículos Mo. dalidad y Problemático (v.). En el presente artículo nos referiremos casi exclusivamente al aspecto ontológico del problema, especialmente desde el punto de vista de los filósofos medievales y del llamado filósofo de la contingencia: Boutroux.

Las definiciones medievales de ‘contingente’ pueden resumirse en la tesis de Santo Tomás, según el cual (como hemos visto antes a propósito del sentido lógico) lo contingente es aquello que puede ser y no ser. En este sentido el ens contingens se contrapone al ens necessarium. Metafísicamente, el ente contingente ha sido considerado como aquel que no es en sí, sino en otro, y ello de tal forma que todo ens contingens es un ens ab alio. Estas definiciones plantearon toda suerte de problemas, especialmente cuestiones relativas a la relación entre el Creador y lo creado. Mencionaremos solamente una de ellas a guisa de ilustración. Se indica, en efecto, que los escolásticos, sobre todo los que defendían la separación en la criatura y en todo lo creado entre la esencia y la existencia, acentuaban el carácter contingente de todo lo creado, con el fin de mostrar más fácilmente que éste —y en particular el hombre— dependían del Creador. Así, la separación completa entre un ser necesario y los seres contingentes sería un supuesto indispensable para la demostración de la existencia de Dios. Santo Tomás estaba, al parecer, enteramente dentro de esta vía. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el uso de ‘contingens’, aun en Santo Tomás, es mucho más complejo de lo que se deriva de los análisis anteriores. Santo Tomás afirma, en efecto, como apuntamos, que contingente es «lo que puede ser y no ser», a diferencia de lo necesario que por su causa no puede no ser.

Pero cuando el filósofo llega a la demostración de la existencia de Dios, sostiene que hay algo necesario en las cosas. Esta necesidad no es, ciertamente, una necesidad absoluta; es una necesidad per aliud, que implica otro ser, pero que no hace de la criatura algo enteramente dependiente en su ser de otra realidad como si no tuviera ninguno realidad propia. Pues el ser contingente puro, siendo corruptible, no puede ser aplicado sin más al alma humana, que no es corruptible. Así, la contingencia radical de lo creado es admitida solamente por algunos autores que previamente han establecido una separación completa entre lo creado y Dios. Los citados problemas no fueron totalmente abandonados en la filosofía moderna, y algunos filósofos, como Leibniz, prestaron a ellos atención considerable. Así, la conocida distinción entre verdades de razón y verdades de hecho puede ser equiparada a una distinción entre lo necesario y lo contingente. Sin embargo, solamente un filósofo —Boutroux— tomó el concepto de contingencia como base para una completa filosofía. Por este motivo, describiremos sus tesis con algún detalle. Boutroux manifiesta, en efecto, que las diversas capas de lo real son contingentes unas con respecto a las otras. Si no hubiese tal contingencia, supone Boutroux, no podría haber en el mundo novedad y, de consiguiente, no podría haber realidad. Si afirmamos la necesidad absoluta nos veremos obligados, dice Boutroux, a «eliminar toda relación que subordina la existencia de una cosa a la de otra, como condición suya», es decir, nos veremos obligados a suponer que «la necesidad absoluta excluye toda multiplicidad sintética, toda posibilidad de cosas o de leyes» (De la contingence des lois de la nature [1874], 10a ed., 1929, pág. 7). La pura necesidad sería, en última instancia, la pura nada. Ya la necesidad «relativa» obli ga a admitir la contingencia. Esta aparece, pues, desde el instante en que se admite la síntesis. Ahora bien, la síntesis surge ya en la propia aparente igualdad analítica que descompone un todo en sus partes. La relación entre el todo y las partes puede ser, dice Boutroux, analítica. La de las partes con el todo es, en cambio, sintética. Como señala Boutroux, en una fórmula central para la comprensión de su tesis acerca de la contingencia, ‘la multiplicidad no contiene la razón de la unidad». Pero aun en el caso de que una unidad contuviese la razón de una multiplicidad, no podría contener la propia multiplicidad. Suponer otra cosa significa confundir la condición, y la condición lógica, con el fundamento real de la existencia de algo. No podremos, pues, como la teoría determinista (o «necesitaria») radical postula, deducir lo real partiendo de lo posible. Para que haya realidad hay que admitir algo nuevo que no se halla contenido en la posibilidad. Esta novedad contingente es lo que permite comprender la articulación del ser en realidades «ascendentes»: del ser se pasa, en efecto, a los géneros, de los géneros a la materia, de ésta a los cuerpos, de los cuerpos a los seres vivos, y de los seres vivos al hombre.

La máxima contingencia coincidirá, pues, en este caso con la máxima libertad, la máxima conciencia y la máxima realidad. Ahora bien, esta libertad y realidad máximas no son tampoco, como pudiera suponerse a primera vista, la arbitrariedad completa. En verdad, dice Boutroux, la libertad y la necesidad llegan a coincidir cuando «el ser está libre en lo absoluto y el orden de sus manifestaciones es necesario». De ahí que la idea de necesidad no sea, en última instancia, más que la traducción a un lenguaje abstractísimo, de la acción ejercida por el ideal sobre las cosas y por Dios sobre las criaturas. Y de ahí también que la pura contingencia desemboque en una forma de ser que, por ser enteramente libre, se crea su propia ley, se realiza máximamente a sí mismo y alcanza con ello un modo de «necesidad» que es el cumplimiento de sí y de todas sus posibilidades de autorrealización.

Diccionario de José Ferrater Mora, compilado por Abasuly Reyes – domingo, 10 de julio de 2011, 23:48