Ausencia de flexibilidad o de adaptación. En el lenguaje económico se habla de rigidez en dos sentidos diferentes: en primer lugar se dice que el comportamiento de una variable determinada es rígido, o no elástico, cuando la respuesta de la misma a cambios en otra variable es escasa o nula. Así, si la demanda de un bien no disminuye ante los cambios en el precio, o si los gastos del Estado no se reducen ante una disminución en los ingresos, se dice que esa demanda o ese gasto son rígidos, pues no responden a los cambios esperados. En este sentido la rigidez es simplemente otro término para denotar la inelasticidad.

En segundo lugar, se habla también de rigidez para hacer referencia al comportamiento de la economía en su conjunto. Un sistema es rígido si no responde con rapidez a los cambios de la demanda, si no es capaz de incorporar nueva tecnología, si sus tasas de cambio o interés responden con lentitud a los estímulos que recibe. La rigidez de este tipo, que es de naturaleza estructural, depende en gran medida del papel del Estado en la economía, pues son sus regulaciones -y las que imponen también sindicatos y cárteles- las que impiden que ocurran velozmente las adaptaciones que proporciona el mercado.