Dado que varios compañeros abordaron el tema desde múltiples ópticas voy a hacerlo aquí desde el marco de la Ontología del Lenguaje, partiendo de las etimologías de ambos términos. pretendiendo que esto colabore para evitar el sufrimiento que experimentamos los seres humanos cuando hacemos interpretaciones relativas, sesgadas o ignorando los hechos que le otorgaron sentido.

¿El trabajo nos rodea?

A mi modo de ver, nuestro actual “trabajo” es un chiste del que se ha perdido la referencia: El término trabajo proviene del latín tripaliare. Tripaliare (tripalium) yugo hecho con tres (tri) palos (palus) en los cuales amarraban a los esclavos para azotarlos. En realidad, la relación de «trabajo» con «tripalium» no refiere al hecho de «pegar» sino al de «sufrir». Y se aplicaba a cualquier actividad que producía dolor en el cuerpo.

Cuando se inventó esta palabra la mayoría de la población trabajaba en el campo haciendo esfuerzo físico, lo cual los hacía sentir como si hubieran sido apaleados. La relación de trabajo y dolor también se refleja en la palabra «labor» (del latín), la cual, en inglés significa trabajar, y cuando una mujer esta a punto de parir (trabajo de parto), que según «muchas madres nos han contado», es la experiencia más dolorosa del mundo. ¿Será un hecho consumado… o una forma de crear culpa en su decendencia para que devenga en un agradecimiento eterno por haberlos parido?

El valor simbólico de tripalium ya en latín vulgar como fatiga, sufrimiento y penalidad es un hecho constatado.

El término empleo, por su parte, está formada con el sufijo -eo que es usado para crear palabras que significan «acción y efecto». Para Philippe Vicente, emplear viene del latín implicare a través del francés employer. Empleo es entonces la acción y efecto de emplear.

El dolor es biológico, el sufrimiento interpretativo.

La comprensión profunda de esta frase es razón suficiente para otorgarle a la la etimología el poder para interpretar el significado de cualquier expresión linguística.

Todo término creado proviene del espíritu de su creador. Al borrar del mapa la etimología de un término, el lenguaje queda sujeto al capricho o manipulación de quienes crean los diccionarios. Piezas relativistas basadas en experiencias humanas consensuadas por una cultura, en un lugar y tiempo histórico determinado. Conformarse tanto a las interpretaciones de la cultura popular como a las definiciones del diccionario nos convierte en seres de transaccional ignorancia.

Dejando luego la puerta abierta a interpretaciones caprichosas y/o manipuladoras de quienes buscan perpetuar el victimismo, para traernos luego soluciones de liberación, mostrándonos su capacidad para cuidarnos y protegernos de villanos y fantasmas.

Claro que esto funciona solo con receptores inferiores, vulnerables o ignorantes… o sea la gran masa de la población, que espera cómoda que los «supuestos sabios», los iluminen con su luz.

¿Cuál es el lugar que ocupa el trabajo en nuestra sociedad?

Esta pregunta se responde sola al prestar atención a los usos posteriores de ambos términos.

El verbo trabajar y el sustantivo empleo son, en tiempos del COVID dos términos sobrevaluados de nuestra lengua. ¿Quién no los anhela en su haber como escudo protector contra el padecimiento?

No contar con él es quedar sujeto a las dádivas de un estado clientelista. Por lo tanto, aunque el término trabajo se asocie con palabras perturbadoras, sufridas o denigrantes. Hoy parece que todos lo aman.

A continuación revisemos como se denomina al trabajo, a lo largo y a lo ancho del uso de nuestra lengua:

En Chile se le dice Pega, en España currar, partirse el lomo y si el trabajo es una gestión ilegal, trapicheo. En México el trabajo es chamba, sinónimo de sinónimo de suerte azarosa, chiripa y casualidad favorable (sin embargo su acepción viene del uso ir al chamber- que era la cámara de comercio), a chambear o a chingarle. En El Salvador cuando no se recibe el pago por un trabajo realizado hablan de echar verga o penca (nervio delcardo). Para Honduras, además de chambear existe la posibilidad de echar riata (látigo). En Costa Rica cuando llegan muy cansados es que se han pegado una bretiada (de aprete, apremio). En Cuba no se va a trabajar sino a trabajal, como alternativa lo que también hacen es currelar en un currelo. En República Dominicana se brega como una mula para ganarse los frijoles con el sudor de su frente. En Venezuela chambean echan bola y bregan cuando luchan mucho en su puesto. Ya si la cosa es a destajo lo que hacen es matar tigres. Un rebusque es un trabajo para redondear el sueldo y los negocios turbios se guisan, para que queden bien estofados. En Colombia camellar y moler y en Ecuador se va al camello. En guaraní del Paraguay fíjese si se esfuerzan que al trabajo lo llaman Mba’apo.

El término empleo, por su parte, se usa para referirse a ocupación u oficio. Y su antónimo es el desempleo, formado con el prefijo des- que indica privación o alejamiento. También existe un término medio, subempleo, creado con el prefijo sub- (debajo) que indica la acción y efecto de ejercer un cargo inferior a su capacidad.

Un acrónimo regresivo que se creó recientemente, refleja el término con una mirada tan peyorativa como la del trabajo propio de la economía hegemónica.
E = Estudia o Esfuérzate M = Mucho P = Para L = Luego E = Enriquecer a O = Otro

¿Es el trabajo el que mueve la rueda?

Independientemente del término que se trate, los conceptos de trabajo y empleo han tenido a lo largo de la historia y en diferentes culturas, significados propio de barbarie; no solo en el caso del trabajo, por su origen etimológico, sino de ambos términos, por la cantidad de interpretación sesgadas de la oportunidad que implica trabajar, laborar, emplear nuestro tiempo en hacer algo para la comunidad.

Por lo tanto no es el trabajo lo que mueve a la sociedad, sino la capacidad de hacer lo que amamos con determinación y propósito lo que hace que las sociedades se transformen, crezcan y se desarrollen.

Ya 100 años antes de Cristo Cicerón decía: «La esclavitud es la sujeción de un espíritu débil y cobarde que no es dueño de su voluntad.» ¿Será que somos débiles, vagos, carentes de estima o simplemente víctimas que ignoramos el poder de contribuir empleando nuestro tiempo sabiamente en beneficio de la comunidad?

A mi me hace mucho sentido esto de que: «La obsesión por el beneficio económico y el eficientismo amenaza los ritmos humanos de la vida» Por lo que me pregunto: ¿Que nos ha motivado entonces a ser obsesivos y eficientistas? ¿acaso estaremos tapando o evitando algo con estas conductas?

¿El huevo o la gallina?

¿Acaso somos seres plagados de necesidades o despertadores de necesidades superfluas? ¿No será que estamos reacccionando a las necesidades reflejadas por el marketing en lugar de estar enfocados en servir a la comunidad? ¿Puede ser que al enfocarnos en el servicio dejamos de ser dependientes, inspirando la interdependencia?

Una opinión de Fabián Sorrentino. Fuentes Consultadas: Etimologías de Chile