Surge de un sentimiento de carencia y de desear los atributos de otro, porque esos atributos le representan el logro de atención, beneficios, halagos, etc. Lleva a un resentimiento hacia el otro y a una auto-desvalorización. Puede llevar a la persona a tratar de adquirir las cualidades deseadas, pero puede llevar también a un ánimo de destrucción del otro por poseerlas.

Es como la madrastra de la Cenicienta, que cuando el espejo le dice que hay otra más bella que ella, su solución es eliminarla. Cuando está en un grupo, resiente ver que los gestos de reconocimiento, celebración de gracias y atención van a otros y no a ella. Puede haber tenido desde su infancia una carencia de atención, o pudo haber recibido una tremenda atención y después no obtenerla.

En la envidia existe dolor o desdicha por no poseer uno mismo lo que tiene el otro, sea en bienes, cualidades superiores u otra clase de cosas tangibles e intangibles. O sea que esto incluye dos emociones: tristeza por lo que el otro tiene y a la vez rabia por no tenerlo.

La RAE, por su parte, la ha definido como tristeza o pesar del bien ajeno, o como deseo de algo que no se posee.

La Mirada Cristiana
La Envidia es considerada por el Cristianismo como un pecado capital porque genera otros pecado; El término «capital» no se refiere a la magnitud del pecado sino a que da origen a muchos otros pecados y rompe con el amor al prójimo que proclama Jesús.

San Gregorio Magno (*ca. 540 en Roma – †12 de marzo de 604), fue el sexagésimo cuarto Papa de la Iglesia católica romana; fue quien seleccionó los siete pecados capitales, y se mantuvo por la mayoría de los teólogos de la Edad Media.

Para Santo Tomás de Aquino, la envidia es «tristeza del bien de otro».

Dante Alighieri en el poema de El Purgatorio, define la envidia como «Amor por los propios bienes pervertido al deseo de privar a otros de los suyos.» El castigo para los envidiosos es el de cerrar sus ojos y coserlos, porque habían recibido placer al ver a otros caer.

En la edad media el famoso cazador de brujas, el cardenal Peter Beasbal le atribuyó a la envidia el demonio llamado Leviatán, un demonio marino y que era sólo controlado por Dios.

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La envidia no respeta ni a las figuras de Hollywood reconocidas por su belleza.

Envidia y Baja Autoestima
Las personas con baja autoestima siempre se están comparando con los demás. Ellos creen que no tienen buenas cualidades por lo tanto se sienten inferiores a los otros. También sienten que los demás son más importantes que ellos. Alguna vez usted ha sentido envidia? Ciertamente yo he sentido envidia muchas veces. Cuando sentimos envidia tenemos la oportunidad de ser mas concientes se nuestra baja autoestima. Es una oportunidad de mirar dentro y cuestionarnos por qué la estamos sintiendo.

Sentimos envidia porque no nos aceptamos a nosotros mismos, no nos amamos lo suficiente. Ambos la envidia y los celos son emociones tóxicas, sin embargo podemos utilizar estas emociones y transformarlas en saludables.

Para transformar la envidia en una emoción saludable necesitamos amarnos y respetarnos como somos y estar agradecidos por quien somos, tomamdo más conciencia que somos dignos e importantes. La envidia como una emoción saludable nos puede ayudar a volvernos mejores personas porque cuando nos damos cuenta que nos sentimos inadecuados al compararnos con otros, este es el momento de aceptarlo.

La envidia es una emoción como tantas otras y si podemos tomar conciencia de lo que estamos sintiendo podemos transformarla en una emoción saludable que nos va a ayudar a vivir más felices.

«La envidia es un síntoma de la falta de apreciación de nuestra dignidad. Cada uno de nosotros tiene algo único que dar que otros no tienen».

La Mirada Psicoanalítica
En el ámbito del psicoanálisis la envidia es definida como un sentimiento experimentado por aquel que desea intensamente algo poseído por otro. La envidia daña la capacidad de gozar y de apreciar lo que posee uno mismo. Es el factor más importante del socavamiento de los sentimientos de amor, ternura o gratitud.

Es un sentimiento enojoso contra otra persona que posee o goza de algo deseado por el individuo envidioso, quien tiene el impulso de quitárselo o dañarlo. A diferencia de los celos, que se basan en el amor y comprenden un vínculo de por lo menos tres personas, la envidia se da de a dos y no tiene ninguna relación con el amor.

La persona envidiosa es insaciable porque su envidia proviene de su interior y por eso nunca puede quedar satisfecha, ya que siempre encontrará otro en quien centrarse. Veamos como lo considera Bernardo Stamateas

Según refieren los investigadores en psicología evolucionista David M. Buss y Sara E. Gil, la Envidia tiene un fundamento evolucionista ya que posibilita comprender el lugar en donde la persona se encuentra para contrarrestarlo.

De este modo, la envidia, según la psicología evolucionista, sería una emoción que nos motiva a mejorar, y de ahí su lógica en el mejoramiento de la evolución. Así se entiende que la comparación social juega un papel fundamental en la manera en que nos percibimos a nosotros mismos.

En términos médicos la envidia ha sido definida por diversos términos según los diagnósticos psiquiátricos. El que más ha marcado redundancia en los últimos tiempos, es la frase citada por el Dr. Saúl F. Salischiker:

«Cuando una persona se obsesiona y deja de vivir por estar pendiente de tu vida o en este caso en la vida de su adversario, de su entorno, y entre otras cosas siente agobio por cada uno de sus triunfos… Aparte de mostrar signos graves de inferioridad, te muestra que estas tratando con una persona psiquiátricamente enferma.»

Veamos dos acepciones del mismo término:

1 – Tristeza o pesar del bien ajeno.

El Dr. Saúl F. Salischiker, Médico Psiquiatra y Psicoterapeuta, declara: Lo que no le agrada al envidioso no es tanto algún objeto en particular que un tercero pueda tener sino la felicidad en ese otro. Entendida de esta manera, es posible concluir que la envidia es la madre del resentimiento, un sentimiento que no busca que a uno le vaya mejor sino que al otro le vaya peor.

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2 – Emulación, deseo de algo que no se posee.
De acuerdo a la segunda de las acepciones, la envidia se puede encuadrar dentro de la emulación o deseo de poseer algo que otro posee. Siendo en este caso que lo envidiado no es un sujeto sino un objeto material o intelectual. Por lo tanto en esta acepción la base de la envidia sería el sentimiento de desagrado por no tener algo y además de eso el afán de poseer ese algo. Esto puede llegar a implicar el deseo de privar de ese algo al otro en el caso de que el objeto en disputa sea el único disponible.

Una tercera posibilidad para comprender lo que la envidia implica sería la combinación de las dos acepciones mencionadas anteriormente. Cualquiera sea el caso, la envidia es un sentimiento que nunca produce nada positivo en el que lo padece sino una insalvable amargura.

Otra definición de envidia, es que el envidioso cuenta mentiras sobre la persona a la que envidia o las cosas que tiene, para poder tenerlas, en ocasiones la envidia puede hacer que el envidiado muera a manos del envidioso, una situación similar a lo de los celos, pero más tóxica… por lo que nos parece en este momento que resultaría interesante compararlos.

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Bertrand Russell sostenía que la envidia es una de las más potentes causas de infelicidad. Siendo universal es el más desafortunado aspecto de la naturaleza humana, porque aquel que envidia no sólo sucumbe a la infelicidad que le produce su envidia, sino que además alimenta el deseo de producir el mal a otros.

José Antonio Marina sostiene cierta nomenclatura afectiva en su obra «El laberinto sentimental», en la que divide los fenómenos afectivos en: afecto, sensaciones de dolor placer, deseos y sentimientos, subdividiendo éstos en cuatro grupos según su intensidad como: estados sentimentales, emociones y pasiones. Este último grupo, las pasiones, son definidas como «sentimientos intensos, vehementes, tendenciales, con un influjo poderoso sobre el individuo». Sería en este grupo en el que la envidia quedaría configurada.

La envidia ha sido frecuentemente tema y ha inspirado relatos literarios como el de Caín y Abel que aparece en el Génesis de la Biblia. Este relato, en realidad, ejemplifica la rivalidad y conflictos históricos entre los sistemas de vida nómadas y sedentarios de pastores y agricultores que se han desarrollado a lo largo de la historia. El escritor de la generación del 98, Miguel de Unamuno afirmaba que era el rasgo de carácter más propio de los españoles y escribió para ejemplificarlo su novela Abel Sánchez, en que el verdadero protagonista, que significativamente no da título a la obra, ansioso de hacer el bien por la humanidad, sólo recibe desprecio y falta de afecto por ello, mientras que el falso protagonista, que sí da título a la obra, recibe todo tipo de recompensas y afecto por lo que no ha hecho. Famosos envidiosos de la historia son: Antonio Salieri, Judas y Hitler.

Relationships

La envidia en un maltratador psicológico
El psicólogo Iñaki Piñuel describe la envidia que siente un acosador como un sentimiento de inferioridad, el cual opera en forma de culpabilidad, que el acosador siente por no poseer atributos que él estima ideales. Los defectos físicos, intelectuales o emocionales generan un sentimiento de inferioridad que la persona intenta compensar superando esas carencias mediante el desarrollo de un complejo de superioridad. El complejo de superioridad hace que el acosador viva en la ficción de la posesión de valores, atributos y cualidades que en realidad no posee, negándolos en los demás de manera defensiva. Cuando surge en su entorno una persona (la víctima) que sí posee en verdad tales características, ello supone para el acosador un verdadero choque con la realidad. Su reacción ante esa dolorosa realidad suele consistir en negar, eliminando la fuente de la disonancia, desarrollando el psicoterror contra la víctima. El objetivo es hacer desaparecer a la víctima del horizonte psicológico del acosador porque sus capacidades suponen para éste una desestabilización psicológica.

Iconología
La envidia por Giusto Le Court.
Los griegos habían divinizado la envidia porque en su lengua phlohnos es masculino. Los romanos la hicieron diosa e hija de la noche. La comparaban a la anguila pues estaban en la creencia que este pez tiene envidia a los delfines. Su nombre Envidia significa el que no ve con buen ojo. Los griegos le daban también el nombre de mal ojo y para librar a sus hijos de las influencias de este genio, tomaban con el dedo el cieno que había en el fondo de los baños y señalaban sus tiernas frentes.

Esta superstición permanece aún entre los griegos modernos, los cuales temen la Envidia o mal ojo. Se representa esta deidad bajo la forma de un viejo espectro femenino con la cabeza ceñida de culebras, los ojos fieros y hundidos, el color lívido, una flaqueza horrible, con las serpientes en las manos y otra que le roe el seno. Algunas veces se pone a su lado una hidra de siete cabezas. La Envidia es un monstruo que el más brillante mérito no puede ahogar.

Se la pinta también despedezando un corazón y con un perro a su lado. Uno de los principales empleos de la Envidia era el servir de guía a la Calumnia. De este modo la ha pintado Apeles. Rubens la pintó en Londres y en uno de los cuadros de Luxemburgo bajo la figura de una mujer muy flaca y de una palidez extrema. Poussin ha pintado este monstruo mordiéndose el brazo y sacudiendo las serpientes que rodean su cabeza. El tiempo que levanta la verdad abatida, arroja por tierra la Envidia.

Ha sido pintada, también por Jean Jouvenet en Rennes, en el cuarto del consejo del parlamento y por Francisco le Moine en Versalles, en el cuadro de La divinización de Hércules, en el cual se ve aterrada bajo la carroza del semi-dios.

Compilado por Fabián Sorrentino. Fuente a destacar: Wikipedia.