La Biblia presenta una visión muy particular de lo que constituye ser una persona, basándose en la esencia que Dios imbuye en la creación del ser humano. Podemos identificar varios atributos clave:

  1. Creado a Imagen de Dios:
    En Génesis 1:27 se afirma que “Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.” Este pasaje es fundamental, ya que nos indica que todo ser humano posee una dignidad intrínseca y una capacidad espiritual y racional que refleja el carácter divino. No se trata simplemente de un organismo biológico, sino de un ser portador de la imagen de su Creador, lo que le confiere un valor único y una vocación para relacionarse con Dios y con los demás.
  2. El Aliento de Vida y la Dimensión Espiritual:
    En Génesis 2:7 se narra que “Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz el aliento de vida; y fue el hombre un ser viviente.” Con este acto, Dios no solo le dota de una existencia física, sino que le infunde un espíritu (y, por extensión, un alma). Esta acción distingue al ser humano de otros elementos de la creación, pues tiene una parte inmaterial que le permite comunicarse con lo divino y trascender la mera materia.
  3. Integralidad Cuerpo, Alma y Espíritu:
    La concepción bíblica de la persona no se limita al cuerpo físico. En textos como 1 Tesalonicenses 5:23 se reconoce que el ser humano está compuesto de espíritu, alma y cuerpo, lo que subraya una naturaleza integral en la que lo material y lo inmaterial se interrelacionan. Esta estructura tripartita es la base para entender la vida moral, relacional y espiritual del individuo.
  4. Relacionalidad y Vocación al Compañerismo:
    La narrativa de la creación también destaca el aspecto relacional del ser humano. En Génesis 2:18, al señalar que “No es bueno que el hombre esté solo,” se evidencia que el ser humano está destinado a vivir en comunidad y a establecer relaciones significativas tanto con otros seres humanos como con Dios. La capacidad de amar, comunicarse y formar comunidades es parte esencial de lo que se entiende por persona.
  5. Capacidad Moral y Libre Albedrío:
    Siendo creados a imagen de Dios, los seres humanos tienen la facultad de discernir el bien del mal y de tomar decisiones basadas en esa moral interior. Este libre albedrío y la responsabilidad moral confieren a las personas la capacidad de participar en una vida ética y de responder ante Dios por sus acciones, lo cual resalta aún más su condición de seres autónomos y responsables.

Desde la perspectiva de la Biblia, ser considerado persona implica poseer una dignidad inherente que surge de haber sido creado a imagen de Dios, de tener una naturaleza compuesta por cuerpo, alma y espíritu, y de estar diseñado para la relación tanto con el Creador como con sus semejantes. Estos atributos no solo definen la esencia del ser humano, sino que también sientan las bases para la ética y la valoración de la vida en la tradición bíblica.

Ahora vamos en específico a la persona del Espíritu Santo

En la teología cristiana el Espíritu Santo es la tercera Persona de la Trinidad, no es un ser creado sino co-eterno con el Padre y el Hijo, y su naturaleza es inmaterial.

Relacionalidad y Comunicación:
El Espíritu Santo actúa de manera muy personal. Por ejemplo, se le describe como Consolador, Maestro y Guía que enseña, convence y comunica con los creyentes (Juan 14:26; Juan 16:13). Esta capacidad de interactuar, escuchar y dirigirse a los corazones implica no solo inteligencia y voluntad, sino también una profunda dimensión relacional que es propia de toda Persona.

Voluntad y Acción Personal:
Aunque las características como “ser creado a imagen de Dios” se refieren al hombre, el Espíritu Santo demuestra atributos propios de la personalidad divina—tiene voluntad, decide actuar en el momento oportuno y participa en la salvación y transformación de los creyentes. Su acción no es meramente automática o impersonal, sino que demuestra intención, juicio y dirección, lo cual es indicativo de su naturaleza personal.

Interacción en el Triálogo Divino:
El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo mantienen una perfecta comunión en la que se relacionan entre sí de manera personal y dinámica. Esta interacción intratrinitaria resalta que el Espíritu Santo no es una fuerza o energía impersonal, sino una Persona divina con la capacidad de amar, convencer, enseñar y guiar.

Promesa Personal y Permanente:
En Juan 14:16 Jesús se compromete a pedirle al Padre la venida de “otro Consolador”. La palabra “otro” (gr. *allos*) implica que se trata de una entidad distinta, de la misma naturaleza o calidad que el que ya estaba presente, pero que desempeñará un papel continuo e inmediato en la vida de los creyentes. Esto sugiere una presencia activa y personal que acompaña a los discípulos «para siempre.»\

Carácter Consolador y Asistencial:
El término «Consolador» (del griego *Parakletos*) se traduce también como “Ayudador”, “Abogado” o “Consejero”. Esta designación destaca la función del Espíritu Santo de acompañar, guiar y defender a los creyentes, lo que implica cualidades propias de una persona capaz de sentir, comunicarse y actuar en asuntos relacionales y espirituales.

Profundidad de la Relación Divina:
Al prometer un Consolador, Jesús no solamente habla de la acción de un poder o energía, sino de una presencia que se relaciona de manera íntima y personal. Esto se traduce en una interacción continua entre Dios y los creyentes, en la cual el Espíritu actúa como medio de comunicación, enseñanza y dirección espiritual.

Fundamento para la Doctrina Trinitaria:
En la tradición trinitaria, este versículo es interpretado como evidencia de que el Espíritu Santo no es una fuerza impersonal, sino una Persona divina. La promesa de enviar «otro Consolador» se entiende en el contexto de la comunión íntima entre el Padre, el Hijo y el Espíritu, subrayando que cada uno posee atributos personales y relacionales.

En resumen, Juan 14:16 refuerza la idea de un Espíritu Santo activo, personal y permanente, que acompaña y asiste a los creyentes, brindando consuelo, guía y una constante presencia divina. Esto es crucial para quienes sostienen la visión trinitaria, mientras que aquellos que interpretan al Espíritu como una mera fuerza pueden leer estos versículos de forma diferente; sin embargo, la mayoría de la tradición cristiana usa este pasaje para enfatizar la personalidad del Espíritu en su rol dentro de la vida y comunidad del creyente. Y aunque el Espíritu Santo no cumple con algunos atributos de la persona en el sentido humano, posee todas las características esenciales para ser considerado una Persona en tanto que tiene voluntad, inteligencia, capacidad de comunicación e interacción relacional. Es, en esencia, un ser personal que participa activamente en la vida de la comunidad cristiana y en la dinámica divina de la Trinidad.

Desde una Perspectiva Doctrinal

La doctrina de la Trinidad articula de manera precisa cómo el Espíritu Santo, el Padre y el Hijo conviven en una perfecta comunión de amor y propósito. Este misterio se expresa en términos de “consustancialidad” y “co-eternidad”, lo que significa que, a pesar de las diferencias en la forma en que se relacionan con la creación, ninguno de ellos es inferior al otro. En este sentido, el Espíritu Santo, al poseer atributos propios de la persona—como la capacidad de deliberar, de ejecutar decisiones y de establecer una relación íntima con los seres humanos—se erige como un actor esencial en el plan redentor, participando activamente en el proceso de santificación y en la renovación interior de los creyentes.

La presencia del Espíritu Santo en la comunidad cristiana.

En los momentos de oración, adoración y en la recepción de dones espirituales, los creyentes describen encuentros personales con el Espíritu Santo, lo que reafirma su carácter personal y relacional. Se le reconoce como un Consolador, capaz de inspirar, transformar y aportar una fuerza interior que trasciende lo común. Este reconocimiento de la personalidad del Espíritu también anima a los fieles a comprometerse en una vida de servicio y amor, experimentando en lo cotidiano una relación directa con lo divino, lo que fortalece la dimensión comunitaria y el sentido de pertenencia a una misión mayor.

El debate teológico

El debate que se ha dado en distintos concilios y a lo largo de los siglos ha contribuido a una mayor comprensión de este fenómeno. Padres de la Iglesia como Agustín de Hipona y otros teólogos han enfatizado que mientras el ser humano refleja la imagen de Dios de manera limitada y en una forma creada, el Espíritu Santo actúa de manera inmanente, perfeccionando y sosteniendo esa imagen en el creyente. De esta manera, el Espíritu no solo es percibido como un agente de cambio, sino que también se convierte en el vínculo viviente que une al hombre a la divinidad de manera personal y profunda.

Esta comprensión del Espíritu Santo como una Persona tiene implicaciones prácticas muy relevantes. En la vida diaria, se traduce en una invitación a cultivar una intimidad con Dios, reconociendo que la experiencia espiritual no es ni abstracta ni impersonal, sino una comunión viva y transformadora. Este acercamiento inspira a muchos a buscar respuestas en la oración, la reflexión comunitaria y el servicio desinteresado, fomentando un ambiente de solidaridad, amor y crecimiento espiritual constante.

Por otra parte: los Testigos de Jehova, los Pentecostales de Unidad, los Christadelphians, La Ciencia Cristiana, las Corrientes Históricas Arrianas y Socinianas y ciertos desprendimientos de la Iglesia Adventista insisten en predicar que el Espíritu Santo es una fuerza, pero que carece de la entidad de persona. Ver algo respecto de cada una de estas doctrinas.

Ventajas y desventajas desde un punto de vista práctico

A continuación se presenta un análisis que aborda, desde un punto de vista cristiano, algunas de las ventajas y desventajas de asumir la postura de que el Espíritu Santo es una fuerza impersonal—como proponen los Testigos de Jehová, los arrianos y ciertos grupos adventistas—en contraste con la visión trinitaria que le reconoce personalidad. La siguiente tabla y explicación ofrecen un panorama comparativo:

Aspecto Espíritu Santo como Fuerza Impersonal Espíritu Santo como Persona Divina
Simplicidad Doctrinal Ventaja: Recalca la unicidad absoluta de Jehová, evitando complejidades trinitarias y posibles confusiones sobre la diversidad interna en la Divinidad. Desventaja: La noción de tres Personas y una sola esencia puede parecer compleja y difícil de comprender a nivel literal para algunos creyentes. En términos lingüísticos implicaría aprender que detrás de una aparente contradicción existe una gran paradoja.
Interpretación Bíblica Literal Ventaja: Se fundamenta en una lectura literal de pasajes como Génesis 1:2 y Juan 3:8, donde “espíritu” se asocia con la energía o “viento” de Dios. Desventaja: Requiere de una interpretación que reconoce metáforas y simbolismos para explicar la actividad personal y relacional en textos como Juan 14:26 y Hechos 2.
Enfoque en la Acción Divina Ventaja: Pone el énfasis en la acción práctica y poderosa de Dios a través del Espíritu, destacando su papel instrumental en la creación y redención sin caer en antropomorfismos. Desventaja: Aceptar esta postura implica transformar el matiz de la relación íntima y personal con el ES, que, según el Nuevo Testamento, se expresa en el rol de Consolador, Guía y Maestro.
Relación con el Creyente Desventaja: La ausencia de personalidad reduce la capacidad del creyente para experimentar una relación personal y directa con el Espíritu en la oración, la confesión y la guía espiritual diaria. Ventaja: La personalidad del Espíritu facilita una comunión viva, en la que se experimenta cercanía, confort y enseñanza, reforzando la vivencia de la fe.
Implicaciones Teológicas y Prácticas Ventaja: Al centrarse en la unidad exclusiva de Jehová (véase Deuteronomio 6:4), buscan proteger la pureza del monoteísmo y se evita que se atribuyan múltiples “centros” divinos. Desventaja: Aunque esta doctrina es ampliamente aceptada históricamente, exige que el creyente abrace un misterio que requiere de una investigación sistémica. Pudiendo parecer abstracto o contradictorio (en lugar de paradójico) para una mente lineal.

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Ventajas de Asumir la Creencia del Espíritu Como Fuerza:

  1. Claridad en la Unicidad Divina:
    Al considerar al Espíritu Santo como la energía o fuerza operante de Dios, se reafirma la doctrina de que Jehová es único y absoluto, lo cual es especialmente valorado en interpretaciones estrictamente monoteístas que citan pasajes como Deuteronomio 6:4. Esto evita confusiones sobre la coexistencia de “tres entidades” independientes en la divinidad.
  2. Interpretación Literal de Textos Clave:
    Algunos grupos defienden que pasajes donde se emplean imágenes como “el viento” (Juan 3:8) o la actividad sobre la creación (Génesis 1:2) respaldan una lectura más literal, en la que se entiende que el “espíritu” se manifiesta como la misma fuerza dinámica de Dios, sin implicar cualidades personales. Esto puede ser visto como una ventaja para quienes buscan una congruencia inmediata con el texto bíblico.
  3. Enfoque en la Manifestación del Poder de Dios:
    La visión de un Espíritu que actúa como fuerza pone la atención en la operatividad y eficacia del poder divino en la creación, la salvación y la intervención en la vida cotidiana. Este enfoque evita los posibles riesgos de antropomorfizar a Dios, manteniendo una imagen trascendental y misteriosa.

Desventajas de Asumir la Creencia del Espíritu Como Fuerza:

  1. Pérdida de la Relación Personal:
    La mayoría de las Escrituras del Nuevo Testamento presentan al Espíritu Santo en funciones que implican interacción, voluntad, enseñanza y consuelo (por ejemplo, en Juan 14:26 y Juan 16:13). Privar a esta manifestación de personalidad puede limitar la experiencia de un Dios que escucha y guía de forma íntima a cada creyente, afectando la vivencia espiritual y la práctica de la oración.
  2. Debilitamiento de la Dimensión Pastoral:
    Considerar al Espíritu como una mera fuerza podría reducir la percepción de su papel en la edificación de la comunidad cristiana. La experiencia del Consolador y Maestro es esencial para el crecimiento personal, el discipulado y la comunión dentro de la iglesia, y una visión impersonal podría traducirse en relaciones menos dinámicas entre Dios y su pueblo.
  3. Tensión Teológica en la Comprensión de la Gracia:
    La doctrina trinitaria ofrece un marco en el que la gracia se manifiesta a través de la relación interpersonal entre Padre, Hijo y Espíritu. Al concebir el Espíritu únicamente como una fuerza, se dificulta explicar cómo opera la gracia de forma tan personal y transformadora, lo cual puede generar inconsistencias en la teología de la salvación.
  4. Desde una Visión Unitaria:
    Los mismos textos citados como atributos trinitarios se leen enfatizando la operatividad, el poder y la eficacia de Dios para llevar a cabo sus propósitos. Se interpreta que “Espíritu” es una forma de describir la manifesta­ción de la voluntad de Jehová sin necesidad de atribuirle una personalidad autónoma.


Conclusión

La tensión entre estas posturas se centra en la forma en que nos paramos para entender la comunicación, la guía y la transformación que Dios ofrece a los creyentes. Mientras que cada iglesia se pare en la idea de que ella está en la verdad, en lugar de asumir que la verdad es la Palabra de Dios y que nosotros somos simples interpretes, seguiremos en la batalla. Claramente este no es un llamado al ecumenismo, solo un llamado a aceptar que somos humanos y que nuestra capacidad mental es muy pobre a la luz de las verdades de Dios.

Es mi objetivo que esta discusión enriquezca el diálogo teológico y provoque reflexiones profundas sobre cómo vivimos y experimentamos nuestra fe a nivel personal y comunitario.

Compilación e interpretaciones por Fabian Sorrentino, para que elijas la doctrina que eres capaz de concebir.