El fin último del coaching es establecer una vida coherente sostenida entre creencias, decisiones y acciones que amplía la libertad responsable, cultivada a través de un carácter ético, producto del fruto relacional y en servicio al prójimo. Una vida que se sostiene en el tiempo mediante prácticas deliberadas, rendición de cuentas y un propósito que trasciende la autorrealización.

Ahora el camino en los dos casos es muy diferente:

Mientras «desde la cosmovisión cristiana» Dios y la Biblia representan el centro del proceso de transformación personal, «el coaching profesional» se mantiene centrado en la autonomía del cliente, con técnicas, preguntas y estándares humanos de competencia. Esa diferencia de eje produce prioridades distintas en objetivo, autoridad, medios y criterios de éxito.

¿Qué observamos desde el Coaching Profesional, con el fin de mantenerse en una ética impecable?

1. Sustitución de la autoridad divina por la autonomía humana
El coaching enfatiza que el cliente descubre y elige su propósito; la fe sostiene que el propósito último se encuentra en la revelación de Dios y en la sumisión a su voluntad.

2. Relativismo de valores
El coaching profesional suele ser neutral en valores y se adapta a los propósitos del cliente; la perspectiva cristiana prioriza valores bíblicos objetivos que no son negociables.

3. Énfasis en la autoeficacia sobre la dependencia en Dios
El lenguaje de “maximizar potencial” y “responsabilidad” puede promover confianza excesiva en las propias fuerzas en lugar de fomentar la dependencia en la gracia, la oración y la comunidad de fe.

4. Riesgo de espiritualizar prácticas seculares sin fundamento bíblico
Incorporar técnicas y metáforas humanas como si fueran vías de santificación puede trivializar las disciplinas espirituales clásicas que la Iglesia enseña.

5. Falta de atención a la dimensión moral y necesidad de redención
El coaching aborda comportamientos y creencias, pero no integra la doctrina del arrepentimiento y redención por medio de Cristo como motor de cambio profundo.

6. Confusión entre acompañamiento profesional y consejería cristiana
El coach puede ofrecer apoyo ontológico o conductual que requiere, por su naturaleza, discernimiento teológico y pastoral que debe ser provisto por líderes espirituales, consejeros cristianos o psicólogos con formación en fe.

7. Prestigio de certificaciones humanas como sustituto de madurez espiritual
Presentar certificaciones y maestrías como garantía última de “ética” y “transformación” puede inflar la autoridad profesional por encima de la evidencia de fruto espiritual y carácter cristiano.

8. Instrumentalización del individuo hacia metas de productividad
El foco en rendimientos, hábitos sustentables y legado profesional puede convertir la vida cristiana en una agenda de logro, desviando la atención de la llamada a ser sal y luz en servicio sacrificial.

9. Potencial para promover una espiritualidad centrada en el “yo
Herramientas que incentivan el autodescubrimiento sin una orientación teocéntrica pueden fortalecer una búsqueda de realización personal que compite con la obediencia a Dios (obiducere – escucha fina).

10. Reducción de la comunidad y los sacramentos a procesos individuales
El coaching usualmente trabaja en sesiones individuales; la fe cristiana entiende la transformación en el contexto de la comunidad, la adoración, la sana disciplina y los sacramentos comunitarios.

11. Lenguaje de transformación como marca personal
Presentar la transformación como un producto vendible y estandarizado puede trivializar el misterio de la santificación, que es obra progresiva del Espíritu Santo.

12. Riesgo de sincretismo entre ontología secular y teología
Sin una crítica teológica, sus técnicas pueden integrarse de manera acrítica en prácticas espirituales, provocando incoherencias doctrinales.

Definición del Coaching según la propuesta del IAC

El coaching es un proceso profesional de acompañamiento que facilita el descubrimiento, la claridad y la acción responsable del cliente. Dónde el coach sostiene un espacio de escucha profunda, preguntas precisas y feedback que promueven la autorreflexión, el aprendizaje y la transferencia de competencias.

La certificación IAC privilegia estándares de excelencia, ética y dominio de las nueve maestrías, garantizando intervenciones efectivas y sostenibles.

El objetivo es maximizar tu potencial, asumir responsabilidad por tus elecciones y generar resultados alineados con tu propósito personal y profesional, transformando prácticas en hábitos coherentes, sustentables y con legado duradero significativo.

Analizando los Keywords de esta definición podemos establecer las siguientes diferencias:

1. “Proceso profesional”
La transformación cristiana es ante todo obra del Espíritu y discipulado eclesial, no un servicio profesional neutral; la Iglesia y la comunidad pastoral tienen prioridad en acompañar la santificación; el manual adventista y la práctica pastoral priorizan la obra redentora de Dios sobre métodos profesionales como fin último.

2. “Acompañamiento”
El acompañamiento cristiano debe integrar oración, sacramentos y discernimiento bíblico; el acompañamiento secular que omite la práctica devocional y la rendición de cuentas comunitaria puede resultar incompleto frente a la necesidad de conversión y perdón.

3. “Descubrimiento”
El propósito último no se “descubre” autónomamente sino que se recibe por revelación y discernimiento en la Palabra; la identidad y vocación cristianas se conforman en relación con la voluntad revelada de Dios y la misión de la iglesia (Mateo 28; regulación ética adventista).

4. “Claridad
La verdadera claridad moral y teleológica en la vida se obtiene mediante la Escritura y la guía del Espíritu; metodologías que prometen “claridad” a partir de técnicas humanas pueden prescindir del criterio bíblico como norma final.

5. “Acción responsable del cliente
La responsabilidad cristiana es respuesta a la gracia y se ejercita dentro de la comunidad de fe; enfatizar la responsabilidad individual sin la dependencia en la gracia y la mediación eclesial distorsiona la comprensión bíblica de la respuesta humana.

6. “Escucha profunda”
La escucha es valiosa, pero debe ir acompañada de proclamación y corrección pastoral cuando hay error doctrinal o pecaminoso; la mera escucha sin confrontación basada en la verdad bíblica puede habilitar estancamientos espirituales.

7. “Preguntas precisas”
Las preguntas pueden ser útiles, pero no sustituyen la catequesis, la instrucción bíblica ni la disciplina; en el marco adventista, el proceso formativo requiere enseñanza doctrinal explícita, no solo interrogantes que fomenten relativismo.

8. “Feedback”
La retroalimentación cristiana exige criterio teológico y amor moral; los estándares profesionales (IAC u otros) no garantizan que el feedback esté alineado con doctrinas bíblicas ni con la ética eclesial.

9. “Certificación IAC / estándares de excelencia
Las certificaciones humanas pueden avalar competencias técnicas, pero no miden fruto del espíritu, la madurez cristiana y la fidelidad doctrinal. La credencial más relevante para la iglesia es el carácter piadoso y por eso opta por la recomendación pastoral.

10. “Maximizar tu potencial
El fin cristiano no es la auto-realización o el “potencial” humano sino la glorificación de Dios y conformación a Cristo; un enfoque teleológico centrado en el yo puede desviar la finalidad última de la vida cristiana.

11. “Asumir responsabilidad por tus elecciones
La responsabilidad moral existe, pero la teología adventista subraya la necesidad de arrepentimiento, perdón y dependencia en la gracia; enfatizar solo la responsabilidad puede minimizar la centralidad de la justificación y la regeneración.

12. “Propósito personal y profesional”
El propósito cristiano integra lo personal y lo comunitario bajo la misión de la iglesia y el mandato de dar testimonio; segmentar propósito en “personal/profesional” sin referencia a la vocación cristiana amplia resulta parcial.

13. “Transformando prácticas en hábitos coherentes y sustentables”
Los hábitos cristianos derivan de disciplinas espirituales (fe, confianza y oración) y de la obra del Espíritu; técnicas de formación de hábitos sin la componente espiritual y sacramental pueden producir conducta sin transformación del corazón.

14. “Legado duradero significativo
El legado cristiano se mide por fidelidad al evangelio y por fruto del Espíritu, no por impacto social o profesional meramente cuantificable; la evaluación debe incluir testimonio, fidelidad doctrinal y servicio sacrificial.

Una compilación con posterior desarrollo del Dr. Fabián Sorrentino.