Viernes, 21 de marzo de 2008, 15:19

La excelencia es una virtud, un talento o cualidad, lo que resulta extraordinariamente bueno y también lo que exalta las normas ordinarias. Es también un objetivo para el estándar de rendimiento y algo perfecto.

Los antiguos griegos tenían un concepto de areté que significa una aptitud excepcional para un fin. Esto ocurre en las obras de Aristóteles y Homero. Otros conceptos relacionados son eudaimonia y entelequia, que refieren a la felicidad, resultado de una vida bien vivida, ser próspero y estar satisfecho. El concepto equivalente en la filosofía musulmana es Ihsan.

También se usa como un tratamiento de dignidad. Inicialmente se daba tratamiento de excelentísimo a los reyes de Francia de la primera y segunda estirpe y se le daba el título de excelencia; pero se reconoce por otra parte que Carlomagno y Alano, lo dieron también al papa Adriano. Kenulfo rey de los Mercianos, al papa León III y Yves, obispo de Chartres, lo dio también a Lutherico arzobispo de Sens y San Bernardo a Ricuino obispo de Toul. El título de excelencia fue el primero que se dio a los príncipes de la sangre de Francia y a los de otras casas soberanas, pero como muchos grandes señores que no eran príncipes tomaron el título de excelencias, los príncipes para distinguirse tomaron el de Alteza.
Los embajadores de Francia en Roma daban en otro tiempo la excelencia no solamente a los parientes del papa reinante, al condestable Colona y al duque de Bracciano sino también a sus hijos primogénitos, al príncipe de Carbognano, a los duques de Saveili y Cefarini y a los príncipes de las casas papales. Después se han contenido en ello no poco. Han repartido con mayor liberalidad este título a las princesas Romanas, pues lo dan a todas. Los virreyes de Nápoles no tratan de excelencia a los señores Romanos que tienen feudos en este reino, sobre todo cuando residen en él personalmente. Se dio la excelencia a las sobrinas del papa Clemente IX a tiempo que sus maridos eran tratados solamente de ilustrísimo y después de su muerte se dio también la excelencia a su sobrino aunque no tuviese ducado ni principado. Los duques y pares de Francia seculares han tenido en Roma este título de excelencia cuando en ella han residido pero acerca de los pares eclesiásticos, el obispo de Laon, habiendo pretendido este título, lo consiguió de los señores Romanos pero pocos cardenales se lo dieron. Los otros lo trataron de señoría ilustrísima y otros le hablaron de lei o él en tercera persona, sosteniendo los de Roma que el título de excelencia es secular y no puede darse a los eclesiásticos.

Nadie alcanza la cima haciendo solamente lo que se requiere; es el trabajo que va más allá de lo necesario lo que determina el éxito Charles Kendall Adams