No podemos observar algo para el cual no tengamos las distinciones. Por eso es que desde el Coaching Ontológico decimos que «Miramos con nuestros Ojos, pero Observamos con nuestras Distinciones»

El diccionario y el sentido común, nos dicen que el concepto “distinción” está asociado a la percepción de que una cosa no es idéntica a otra o de que una cosa no es semejante a otra.

Todos los seres humanos compartimos ciertas distinciones básicas que dependen de nuestra biología. En nuestra capacidad de observar, por ejemplo, distinguimos los colores. Una percepción que significa una barrera para los no videntes y en gran parte para los daltónicos. En este punto nos encontramos con la siguiente comprensión: no todos compartimos las mismas distinciones.

El el desarrollo de cualquier actividad profesional, cada grupo humano desarrolla y comparte diversas distinciones que le son propias. Las distinciones se tornan así afirmaciones de poder para ese grupo que las comparte. Y así es, como a medida que aprendemos una mayor cantidad de distinciones, que crece nuestra capacidad de acción.

En Coaching Ontológico utilizamos las distinciones como un medio para facilitar el aprendizaje del coachee, ampliar el observador y reflexionar sobre nuestra forma de actuar. Al establecer distinciones linguísticas, accedemos a una mayor y mejor comprensión de las circunstancias que estamos transitando.

Las distinciones de la Ontología del Lenguaje se pueden articular de otra manera dependiendo de que las usemos en un paradigma de control o en un paradigma de respeto y aceptación, de allí que considere a la distinción “control” como una meta-distinción, dado que para mí engloba a todas las demás. Mercedes Barrigón.

Un conjunto de distinciones nos permiten observar, diseñar, darnos explicaciones y actuar en forma precisa sobre un fenómeno determinado.

Pero como coaches y mentores debemos tener muy presentes que aunque las distinciones nos permiten comprender la realidad, no nos llevan a poder describirla en forma directa. A lo sumo, nos permiten describir la forma particular en como la observamos.

Distinguir en el Lenguaje no es lo mismo que Disociar

Distinguir es fundamental, especialmente para evitar:

  • Ambigüedades semánticas. Se produce cuando los términos de las premisas pueden ser interpretados de distinta forma, y no queda claro el sentido explícito desde el que partirá la deducción.
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  • Paralogismos. Errores en la cadena deductiva, usualmente inadvertidos por su enunciante, ya que formalmente parecieran ser válidos, pero no lo son.
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  • Sofismas. Falsos razonamientos intencionados, con fines manipuladores, que se disfrazan de razonamientos válidos cuando no lo son.
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  • Ignorancias de sujeto. Cuando se parte de premisas débiles o que contienen errores o lagunas de información, suele incurrirse en falacias que afirman como verdadero lo imposible.
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  • Generalizaciones. Ocurre cuando se extiende a un colectivo una conclusión particular, ignorando lo estipulado en las premisas.

Al disociar, lo que estamos haciendo es separar una cosa de otra con la que estaba unida. Desintegrar los distintos componentes de una sustancia (Cuerpo-Alma-Espíritu). Esto termina provocando grandes confusiones. Ya que al desunir, separamos, disgregamos, desagregamos y dividimos. Entonces, tergiversar se convierte en un acto sencillo. Al disociar abrimos una ventana a la manipulación, quedando expuestos a los silogismos falsos que aprendimos en la escuela.

No es lo mismo

Para completar este concepto me gustaría ahora traer algo del Capítulo I del libro: No es lo mismo de Silvia Guarnieri y Miriam Ortiz de Zárate, publicado por la Editorial LID

El lenguaje nos proporciona la capacidad de distinguir aquello que nombramos. Esta es una idea que nos interesa especialmente por diferentes motivos. En primer lugar, porque cuando distinguimos algo nuevo, adquirimos un aprendizaje que amplía nuestra mirada y que por tanto, modifica nuestra capacidad de acción.

aLa ciencia nos ofrece múltiples ejemplos en este sentido: hoy somos capaces de distinguir células, moléculas, átomos o estrellas, gracias a que hemos sido capaces de desarrollar aparatos de medición más complejos y precisos que nos permiten observar una parte de la realidad que siempre estuvo allí pero que no podíamos ver.

En el mundo laboral también podemos encontrar ejemplos interesantes. Pensemos en cualquier profesional y en las distinciones específicas y particulares que necesita manejar dentro de su ámbito de intervención para ser eficaz o, lo que es lo mismo, las distinciones que le van a permitir observar más allá de lo que ve la mayoría: un médico posee distinciones sobre el cuerpo humano que le permite intervenir sobre la salud, interpretar una prueba diagnóstica o curar enfermos. Un mecánico tiene distinciones para observar el motor de un coche y repararlo cuando se estropea, un arquitecto posee distinciones que le ayudan a generar planos y construir casas. Un abogado o un juez tienen distinciones que les permiten interpretar las leyes e intervenir de manera eficaz en un juicio.

aFinalmente, pensemos en diferentes contextos sociológicos e imaginemos las distinciones que serían necesarias para sobrevivir en un entorno como la selva amazónica. El nativo ha aprendido cosas relacionadas con su hábitat que le permiten observarlo de un modo muy diferente a como lo haríamos la mayoría de nosotros, habitantes de grandes ciudades. Allí donde el nativo sería capaz de distinguir qué plantas  son venenosas y cuáles sirven para alimentarse, para vestirse o para curar enfermedades, nosotros nos comportaríamos como verdaderos analfabetos, incapaces de aprovechar los recursos del entorno, de tal modo que la falta de distinciones adecuadas afectaría seriamente a nuestra supervivencia.

El segundo aspecto que nos interesa del concepto de distinción es la idea de que sólo somos capaces de observar aquello que podemos distinguir o separar en el lenguaje como algo diferente. Dicho de otra manera, no podemos distinguir aquello que no conocemos, aquello para lo cual no tenemos una distinción lingüística, aquello, en suma, que no podemos nombrar. Un individuo de principios del siglo XX que se situara frente a un ordenador portátil, no tendría las distinciones necesarias para nombrarlo y mucho menos para utilizarlo. Este individuo podría observar un aparato compuesto por diferentes metales, plásticos, cristales, luces y cables, porque tendría distinciones limitadas solo a estos aspectos, pero no podría observar un ordenador, tal y como nosotros somos capaces de hacerlo. Siguiendo con el ejemplo de la selva amazónica, la mayoría de nosotros no seríamos capaces de nombrar y por tanto tampoco podríamos observar, por ejemplo, las plantas que los indígenas utilizan para hacer emplastos y curar heridas.

El coaching ayuda a la persona a buscar nuevas formas de observar, a ampliar su mirada, para encontrar nuevas opciones, alternativas que antes no veía. Para ello, utilizamos las distinciones como herramientas de intervención. Trabajamos con palabras cotidianas que el cliente de coaching (el coachee, en nuestra jerga) utiliza habitualmente con una determinada interpretación y las rescatamos para darles una visión nueva, un nuevo matiz, que favorecen la reflexión, el cambio de perspectiva y, por tanto, acciones diferentes.

Las distinciones no son algo estático, podemos darle un sentido hoy a una palabra y mañana enfocarnos en un matiz diferente. Lo importante no es la interpretación que le damos a una palabra, sino las nuevas posibilidades que nos proporciona, porque al hacerlo, nos permite actuar de forma distinta.

No queremos terminar esta presentación sin aportar dos ideas más sobre el concepto de distinción. En primer lugar, la distinción que podemos hacer entre distinguir y conocer. Quien conoce algo, puede entenderlo de forma racional y aun así vivirlo como algo que no le influye, algo ajeno. Quién distingue algo, lo tiene incorporado, lo ha integrado en su vida, lo ha experimentado personalmente, lo ha hecho propio y lo utiliza en su día a día cuando es necesario. Por ejemplo, la mayoría de los lectores sabemos (conocemos) que la calidad del vino varía mucho en función de la cosecha. Sabemos, por ejemplo, que hay años especialmente buenos y otros que es mejor evitar. Sin embargo, solo lo más expertos serán capaces de distinguir con precisión a qué cosecha corresponde un vino, mediante su degustación.

En segundo lugar, creemos que quién distingue es siempre un observador, alguien que mira desde su propia concepción del mundo, desde su historia, su cultura, sus experiencias… Es imposible separar el objeto a distinguir del observador que distingue. Por este motivo, no creemos que existan interpretaciones buenas o malas. Si la percepción de la realidad es subjetiva y depende del observador y de su concepción del mundo, entonces tenemos que aceptar la posibilidad de que existan tantas interpretaciones como  observadores y que todas ellas son igualmente legítimas. Con esto queremos hacer hincapié en el carácter subjetivo de las interpretaciones que presentamos en este libro.

Por tanto, lo aquí escrito son solo opiniones, puntos de vista, interpretaciones que pensamos que pueden ser útiles, potentes, o eficaces. En consecuencia, nada de lo que decimos es la verdad o la única opción posible. Esperamos provocar tu reflexión, deseamos que te hagas algunas preguntas, pero debes ser tú quién llegue a sus propias conclusiones en función de tu propia experiencia y tu propia concepción del mundo.

Una desarrollo y compilación del Dr Fabián Sorrentino, con fines académicos. Este artículo es una extensión del Manual del Mentor.