Todos los días, numerosos avisos publicitarios, emitidos por diversos medios de comunicación, difunden las supuestas propiedades benéficas de algunos alimentos en la prevención o tratamiento de determinadas enfermedades. Al recibir esos mensajes, los consumidores suelen dividirse entre quienes confían en ellos, y quienes los rechazan sin más por considerarlos meros recursos de las empresas para mejorar sus márgenes de venta.Entre estas posturas extremas, se encuentran quienes dudan acerca de la veracidad de los contenidos de los anuncios, pero carecen del acceso a la información que les premita responder a esas inquietudes. Quedan sin respuesta, entonces, interrogantes como: ¿Es verdad que esta clase de leche posee propiedades terapéuticas? ¿Es cierto que puede prevenir determinados trastornos?

Uno de los modos de aproximarse a esta cuestión es revisar las apreciaciones técnicas existentes en la materia. Los especialistas definen al alimento como “toda sustancia natural o procesada que se ingiere con el fin de satisfacer la incorporación de los nutrientes para el mantenimiento de las funciones vitales del organismo”

Según esta concepción, entonces, no habría ningún vínculo entre alimentos y enfermedades. Sin embargo, en los últimos años se ha aceptado la existencia de un grupo particular de alimentos, los alimentos funcionales, que son definidos por los especialistas como aquellos “capaces de aportar sustancias con funciones fisiológicas definidas, brindando beneficios para la salud de quien los consume”

Para que un alimento pueda ser considerado funcional, debe demostrar que posee un efecto benéfico sobre una o varias funciones específicas del organismo, más allá de los efectos nutricionales habituales, que mejora el estado de salud y de bienestar, o bien que reduce el riesgo de una enfermedad. Esto significa que estos alimentos deben contener, necesariamente, alguno de los llamados componentes o ingredientes funcionales, entre los cuales pueden mencionarse como ejemplos:

Vitaminas: son compuestos orgánicos nutricionalmente esenciales para el organismo, ya que regulan procesos metabólicos y no pueden ser sintetizadas por el cuerpo. Las más conocidas son A, C, D y B. Antioxidantes: son componentes de los alimentos. Se encuentran en frutas y verduras y previenen el ataque de los radicales libres hacia las células. Ej.: vitaminas A (carotenos), C y E, selenio y conenzima Q 10. Minerales: calcio, hierro, fósforo, magnesio, selenio, boro, cromo, cobre, níquel y zinc. Fibras dietarias: son partes de frutas, vegetales, granos, nueces y legumbres que no pueden ser digeridas por lo seres humanos. Mejoran la absorción de nutrientes, favorecen el tránsito gastrointestinal y pueden ayudar a reducir el riesgo de enfermedadades cardiovasculares, y otras.

Las fibras se clasifican en insolubles (proceden de vegetales y frutas, como los oligosacáridos) y solubles (proceden de cereales, harinas, semillas y otros alimentos, como el salvado de avena).Entre los productos que podrían considerarse como funcionales, por contener éstos u otros componentes, pueden mencionarse los lácteos enriquecidos con vitaminas, minerales, fitoesteroles u omega 3, y las barras de cereales con vitaminas y/o fibras. También, los yogures con probióticos -es decir, con microorganismos vivos que, al ser ingeridos en cantidades suficientes, ejercen un efecto positivo en la flora intestinal, como el lactobacillus acidophillus-, y los llamados alimentos ricos en fibras o prebióticos (sustancias no digeribles que pueden ser fermentadas por la flora bacteriana intestinal, y provocan un efecto favorable sobre ella).

Diferencias internacionales en la regulación

Si bien internacionalmente se coincide en que estos alimentos pueden aportar ciertos beneficios, los criterios de inclusión en la categoría no son uniformes. Por ejemplo, en Japón se considera que la leche enriquecida con oligosacáridos es un alimento funcional, debido a que actúa sobre la flora digestiva, aumentando la cantidad de bífidos, mientras que en Europa, el mismo efecto no se interpreta como la mejora concreta de una función, por lo cual dicho alimento no ingresaría dentro de la categoría de funcional.Las distintas clasificaciones se expresan como diferencias en la regulación. Así, desde 1991, Japón tiene normativas para los alimentos destinados a un uso higiénico específico (denominadas FOSHU), lo cual permite formular, tanto en los rótulos como en los avisos publicitarios, declaraciones de propiedades, previa aprobación del Ministerio de Sanidad, sobre la base de un informe científico.

En Europa, en tanto, dado que las normas difieren entre los distintos países, no existe una legislación homogénea que codifique en detalle las declaraciones de propiedades nutricionales o higiénicas, debatiéndose, además, si es legítimo que se realicen declaraciones acerca de la prevención de enfermedades.

Quizás el caso más interesante sea el de los Estados Unidos, cuya agencia sanitaria tiene aprobadas, desde 1993, declaraciones que relacionan el consumo de ciertos componentes con la ayuda en la prevención de determinadas enfermedades (ej.: sodio y reducción de la hipertensión, calcio y disminución de la osteoporosis, folatos y ayuda en la prevención de defectos de nacimiento en el tubo neural, proteínas de soja y ayuda en la prevención de enfermedades coronarias). En nuestro país, el tema recién está comenzando a debatirse. Dado que existe un vacío legal en la materia, ya que los alimentos funcionales no están contemplados en el Código Alimentario Argentino, el Instituto Nacional de Alimentos ha organizado un grupo de trabajo orientado a proponer normativa respecto a esta cuestión.

Algunos Acuerdos

Diversos estudios reconocidos mundialmente, mencionan las posibles propiedades funcionales de diversos componentes, según el siguiente cuadro:

Tal como se desprende de este cuadro, es necesario precisar que, en ningún caso, debe interpretarse que los alimentos que poseen dichos ingredientes sean aptos para el tratamiento de determinadas enfermedades, pues esta característica sólo es propia de los medicamentos. En todos los casos, los beneficios consisten en la prevención o disminución del riesgo de determinadas dolencias. Así, se debe ser muy precavido con la publicidad que recomienda el consumo de un determinado alimento, asociándolo con la posibilidad de curación.

Tampoco debe relacionarse la cantidad que se consume con la posibilidad de beneficios para la salud pues, en ocasiones, el consumo excesivo puede ser sumamente perjudicial. Por todo ello, la mejor forma que tiene el consumidor para defender sus derechos es consultar al médico o al nutricionista, quien le proporcionará los consejos adecuados en la materia. De este modo, evitará sufrir perjuicios económicos o, más grave aún, problemas en la salud que pueden ocasionar graves consecuencias.

Referencias Históricas

A pesar de que la idea y uso de alimento funcional es muy antigua y estaba fundamentada en la visión del alimento como un fármaco, el concepto ‘per se’ nace en Corea del Sur en los años 1980s cuando las autoridades alimentarias coreanas tomaron conciencia de que para controlar los gastos globales en salud era necesario desarrollar alimentos que mejoraran la calidad de vida de la población, cubriendo ciertas ‘deficiencias pandémicas’. En esta época se establece por primera vez en Japón el concepto nutricional de «Alimentos solamente naturales».

Poco a poco fue apareciendo en diversos países europeos la necesidad de regular este tipo de alimentación bajo el auspicio del ILSI (International Life Sciences Institute). Poco a poco la preocupación sobre este tipo de alimentación se hizo internacional a finales del siglo XX. La aparición de patentes relativas al diseño de alimentos funcionales y su beneficio económico (caso del benecol) ha disparado el interés por parte de la industria alimentaria.

Algunas Características

La principal tarea de una dieta es proporcionar los nutrientes suficientes como para cumplir los requerimientos metabólicos que mantengan la salud al mismo tiempo que se pueda proporciona al consumidor una sensación de satisfacción y de bienestar. Las investigaciones realizadas en nutrición durante la segunda mitad del siglo XX empezaron a arrojar datos acerca de la posibilidad de modular ciertas funciones de la salud mediante el consumo de alimentos fortificados o enriquecidos con elementos activos como pueden ser el uso de ciertos micronutrientes​.

Como definición de trabajo se puede decir que un alimento es funcional si contiene algún componente (sea o no un nutriente) que beneficia una o un número limitado de funcionalidades en el cuerpo proporcionando salud (entendida como reducción de riesgo de enfermedad) y bienestar. Un alimento funcional puede ser un macronutriente si éste posee efectos fisiológicos específicos (como puede ser el empleo de un almidón resistente a los jugos gástricos o un ácido graso) o incluso un nutriente esencial que su consumo es superior a la Cantidad Diaria Recomendada. Puede referirse a un componente alimenticio que a pesar de poseer un valor nutritivo, no es esencial (como por ejemplo los oligosacáridos) o incluso puede carecer de valor nutritivo (como pueden ser los organismos vivos o compuestos químicos de plantas).

Se entiende por Alimentos Fortificados aquellos alimentos en los cuales la proporción de proteínas y/o aminoácidos y/o vitaminas y/o substancias minerales y/o ácidos grasos esenciales es superior a la del contenido natural medio del alimento corriente, por haber sido suplementado significativamente (entre un 20 y un 100 %). En el caso de los productos“enriquecidos” son aquellos que por políticas sanitarias o alimentarias deben ser adicionados con cantidades específicas de determinados nutrientes,según la legislación lo explicite, atendiendo a las necesidades de un grupo en particular o una carencia poblacional generalizada.

Un alimento puede acabar siendo funcional si durante su procesado se le ha realizado cualquiera de estas operaciones:

  1. Eliminación de un componente alimenticio conocido como causante o determinante de una enfermedad. Ejemplos pueden ser las proteínas alergénicas de ciertos alimentos, la eliminación de la lactosa de ciertos productos lácteos (no se elimina, simplemente se hidroliza la lactosa, pero sigue teniendo los mismos azúcares).
  2. Incremento en la concentración de un componente alimenticio. Esta operación de fortificación, o añadidura de un componente activo, hace que la dosis diaria del mismo se acerque a las recomendaciones de los organismos reguladores, lo que a la larga redundará en una disminución de riesgos de enfermedad.
  3. Adición de un componente que no está presente en la mayoría de los alimentos. No necesariamente debe ser un macronutriente o un micronutriente.
  4. Reemplazo de macronutrientes. Por regla general un macronutriente (como puede ser la grasa).
  5. Incrementando la biodisponibilidad o estabilidad de un componente conocido con el objeto de producir un efecto funcional o reducir la aparición de enfermedades.

Algunos objetivos de los alimentos funcionales

Algunos de los alimentos funcionales se han diseñado para cubrir ciertos aspectos como:

Funciones gastrointestinales.

Estas funciones incluyen aquellas que están asociadas a la microbiota bacteriana en el colon, mediar en la actividad endocrina del tracto digestivo, actuar sobre la actividad imune del tracto, control de la biodisponibilidad (sobre todo de minerales), control del tiempo de tránsito.
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Sistemas redox y antioxidante

Estos sistemas requieren un insumo balanceado de antioxidantes y (pro-) vitaminas así como de componentes alimentarios tales como los polifenoles y otros antioxidantes naturales de origen vegetal. Las actividades redox y la protección antioxidante son muy importantes para las células y tejidos y su desequilibrio se asocia con la aparición de diversas enfermedades. A pesar de estas hipótesis fundadas existen todavía problemas en la comunidad científica a la hora de demostrar los efectos beneficiosos de los antioxidantes en los alimentos funcionales.
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Metabolismo de Macronutrientes

Este objetivo es específico del metabolismo de carbohidratos, metabolismo de aminoácidos, y ácidos grasos.
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Ayudas al feto

El alimento de la madre y del feto son objetivos en algunos alimentos funcionales, un ejemplo es el ácido fólico.
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Metabolismo xenobiótico y su modulación mediante componentes no-nutritivos, tal y como algunos fitoquímicos.
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Modificar el humor y la capacidad psicológica

Fuentes Originales: Wikipedia. Artículo publicado en “Salud para Todos”. Año 10, N° 110, Diciembre de 2002. Ampliado y actualizado por Fabián Sorrentino.