Consumación, consumo, consumismo.
Por: Sergio Alejandro Balardini – viernes, 21 de marzo de 2008, 15:19

Retomando a García Canclini, notamos que, cada vez más, participamos en una «socialidad» construida predominantemente en procesos de consumo. Una participación segmentada que se vuelve «el principal procedimiento de identificación». Como señala este autor, el consumo es «un conjunto de procesos socioculturales en que se realizan la apropiación y los usos de los productos» y en el que se construye buena parte de la «racionalidad integrativa y comunicativa de una sociedad».

Y, entre la creciente fragmentación y segmentación social, vemos aparecer nuevos códigos de intercambio, ahora globalizados.

¿Cómo podrían los jóvenes resistir -deberían?- a una propuesta que ni es siquiera enunciada como tal, sino la propia forma histórica de presentarse la sociedad misma?

Dícese, «la sociedad es de consumo».

La diferencia, una al menos, entre los jóvenes y los adultos comprometidos en la vorágine consumista, es que, mientras los unos ya maduros articulan sus identidades deslizándose en el consumo, los otros, en pleno desarrollo de sus capacidades, parecieran destinados a constituir su identidad en torno a aquel. Consumir, incorporar, es un hecho egoísta por definición.

Se estimula la posesión, como valor, también como signo de éxito. Y se supone que tal consumo, nos hará exitosos, libres y felices, ¿acaso no nos lo dice a toda hora la publicidad?

Ahora bien, ¿qué hay si no podemos acceder a tal consumo?; ¿Qué de los muchos que no pueden acceder al consumo deseado?; ¿Qué del malestar, de la frustración, de la violencia? Así volvemos a los otros adolescentes. A los unos y los otros.

Si algo de la identidad misma esta en juego, no podrá sencillamente abandonarse la in-tensión al consumo, ya que no se trata cándidamente de un tercero exterior al ser, de un otro objeto, sino que hay algo del sujeto en juego. De allí, que no debe extrañarnos un consumo compulsivo. La fórmula de las adicciones. Tampoco las violencias para apropiación simbólica o material. De poderosos y famosos, de profesionales, de los pobres. Del turismo sexual a la violencia familiar. Una campera, una vida. Todo se consume, no se ve el negocio.

Aún más, los diferentes consumos se consumen velozmente, mientras la publicidad empuja hacia la novedad. Y hay que restablecer, de constante, el flujo del consumir.

Finalmente, no todo es consumible en forma equivalente, claro. La sociedad de consumo, sigue siendo una sociedad de las diferencias y las jerarquías. Cada bien, cada objeto, trae sus señas de identidad, ofrece sus rasgos a la identificación. Las nuevas identidades se integrarán diferencialmente al consumo, de un modo u otro. Aún en su no acceso.