La Economía Colaborativa se convirtió en popular en los últimos años acompañando a organizaciones tan exitosas como Uber, Airbnb, Blablacar, Cabify, or Wallapop entre otras. Ellas han desarrollado planteamientos que han revolucionado las tan ancestrales industrias del transporte o la hostelería. Sin embargo, han gestado disputas, vacilaciones y cometido varios errores. En este artículo buscamos narrar qué se entiende por economía colaborativa y ofreceremos ejemplos de como se está transformando la industria y las tendencias a futuro en este ámbito. Sabemos que la economía colaborativa es interesante desde su aporte social y cultural; sin embargo, se necesita garantizar un reordenamiento que evite la apartición de “falsas organizaciones colaborativas”, como sucede con cierta frecuencia.

Si la economía imperante radica en poner los medios para agradar las pretensiones humanas por medio de los elementos que ya están, la Economía Colaborativa nos ofrece llevarlo a cabo conectando agentes y poniendo a disposición los elementos de manera distribuida. Este nuevo modelo económico estimula el ingreso y la utilización conjunta de una propiedad. Toma simplemente algo que siempre estuvo ahí, pero que en este momento se hizo técnicamente posible de manera escalada a través de interfaces de intermediación. Interfaces que aceptan conexiones e intercambios entre individuos de manera masiva, por medio de la simplicidad de agregación de datos posibilitada por las novedosas tecnologías.

 ¿Utopía o distopía?

La Economía Colaborativa está compuesta por ocupaciones de carácter diverso, que van, de la generación de conocimiento abierto y la producción P2P (software y hardware libre, diseño y metodologías abiertas, cultura maker…), hasta las finanzas compartidas (microcréditos, crowdfunding o social lending), pasando por el extendido campo del consumo colaborativo (que tiene dentro la puesta en circulación de toda clase de activos infrautilizados como casa, coches, elementos, tiempo, servicios).

Del Coachsurfing al AirBnb, del altruísmo al negocio

La Economía Colaborativa surgió como un modo de optimizar recursos, de producir y consumir de forma colectiva, distribuida y orientada al bien común. Pero lo que en principio pretendía ser alternativa frente a un capitalismo cada vez más salvaje, rápidamente se está viendo en gran medida tergiversado y reapropiado por el sistema.

Del acogedor sofá en casa ajena vía Couchsurfing, con una importante base relacional y de comunidad internacionalista en red, se da el salto al mayor operador de alojamiento temporal distribuido que es Airbnb, que logra poner en jaque al sistema hotelero tradicional (del mismo modo que en su momento Napster hizo tambalearse y redefinirse al mercado musical), a la vez que se convierte en punta de lanza de procesos de turistización y gentrificación desregularizados. En el video que está más adelante podrán ver como el mismo creador de Airbnb, que comenzó de forma altruísta y luego colaborativo terminó convirtiéndose en un negocio de la economía egemónica.

Lo que tenía una base altruista y de relación entre pares, derivado en nuevos nichos de mercado diversificados en forma de apps, que han perdido el espírtu inicial con el que fueron fundados. Todo un ejército de tan emergentes como perecederas startups, que aspiran a captar un número suficiente de usuarias que las hagan atractivas para ser compradas por grandes corporaciones, centralizándose así de nuevo el mercado. Un mercado transnacional que naturaliza la empresarialización de la vida como un futuro alternativo, cuando es más de lo mismo.

La Economía Colaborativa en su faceta capitalista, plantea un modelo de vida en el que, frente a la decadencia del empleo y el salario como mecanismos de organización y control social, todo esté cada vez más mediado por el dinero, aunque sea en cantidades ínfimas. Cada persona se convierte en agente de mercado autoexplotado, instrumentalizando para ello todos los recursos propios a su disposición. Una habitación vacía, una plaza del coche desocupada, una colección de cómics que ya no lees, la ropa que a tu hija se le ha quedado pequeña… Todo se mercantiliza. Todo puede entrar en la esfera de lo valorizable y rentabilizable. Toda relación se convierte en una una transacción. ¡No debemos permitirnos perder ninguna oportunidad! Y las plataformas nos ayudan a ello, a cuantificar y monetizar todas nuestras relaciones sociales. Mientras tanto, sus dueños, minimizan costes, externalizan la inversión, maximizan el beneficio.

Reintegrándonos para devolver el sentido de las personas

La Economía Colaborativa quizá aún pueda recuperar su germen transformador, que en origen buscaba el beneficio distribuido y el desarrollo del sentimiento comunitario. Para eso, más allá de adoptar la etiqueta “Economía Colaborativa”, es necesario que avancemos hacia verdaderas sociedades colaborativas, menos individualistas y competitivas, más cooperativas, basadas en las personas viviendo de manera sostenible e interdependiente.

La Economía Colaborativa necesita construir junto a otras economías que planteamos en este artículo, un marco común. Alineándose en valores, modelos relacionales, organizativos y de impacto positivo sobre las personas y su entorno. Pudiendo interactuar con la Economía Social y Solidaria, la Economía del bien común, la inclusión de la mujer y otras minorías sociales, que atienden a la necesidad de equilibrar las esferas productiva, reproductiva y la cuestión de los cuidados. Y desde un punto de vista de cambio de modelo productivo, modelos de negocio, cadenas de valor y ciclo material, la Economía Colaborativa puede integrarse con la Economía Directa (o P2P), que propone un modelo basado en el conocimiento y competencias en red, infraestructuras libres y producción situada; así como con el espíritu permacultural basado en los ciclos de la naturaleza, que de maneras más o menos similares proponen las economías Azul, Circular o Regenerativa.

Reconectarse con la vida desde la Ecosinuestra

Cuando Morpheus explica Matrix a Neo, le da a elegir entre la píldora azul y la roja. La primera permite mantener el simulacro, pone un velo sobre lo que no se quiere ver. La segunda retira ese velo y te enfrenta a visualizar una realidad de la quesomos agentes activos corresponsables, ya sea para legitimarla y perpetuarla o para comprometerte en su transformación.

Ese momento de elección de Neo, es ahora nuestro momento. En plena época de transición, desde el capitalismo manierista, desde el desarrollismo tecnológico ultra-acelerado, desde el Antropoceno. Es el momento de elegir, de tomar partido ¿Hacia dónde? ¿Qué camino tomar? ¿Queda alguna posibilidad de salir de la rueda? ¿Hay alternativas? Y si es que sí ¿cómo lo hacemos juntas?.

Frente a la utopía distópica neoliberal, que nos quiere conectadas, pero individualizadas y alienadas, necesitamos reconectarnos con la vida, con las comunidades localizadas y en red. Para eso, las iniciativas de la Economía Colaborativa, en lugar de hacer un uso extractivo abusivo e instrumental de las personas, los datos y los recursos existentes en cada contexto, deben ponerse al servicio de las comunidades, formar parte de ellas.

Los marcos regulatorios tienen que -coartando lo mínimo las posibilidades derivadas de la creatividad y la innovación-, evitar situaciones de desequilibrio, desigualdad, dependencia o indefensión entre las partes implicadas.

Las tecnologías que sustentan las relaciones e intercambios deben ser libres. Para ello, sacando el mayor partido a los avances tecnológicos, necesitamos alcanzar un mayor grado de soberanía en el entorno digital y entre otras cosas, llegar a adoptar la programación como un nuevo lenguaje; pero primero, ser más conscientes de la información que generamos y compartimos, de los permisos que damos, y entender que “si algo es gratis, es porque tu eres el producto”.

Las personas no debemos dejar que nuestra condición como ciudadanas sea reducida a la de prosumers (productores y consumidores) o meros clientes. Y tenemos que responsabilizarnos mucho más de los efectos colaterales de nuestras transacciones y externalidades.

En definitiva, el futuro es atrevernos a actuar en claves de auzolan, empoderarnos en las tecnologías libres y avanzar hacia una Ecosinuestra Colaborativa.

Principal fuente: Ricardo Amaste (dic 2017) la mayoría de los textos han sido reproducidos con fines académicos. Recomendamos leer en fuente original.