Según É. Gilson (La théologie mystique de Saint Bernard, 1934, pág. 27, nota), el término ‘éxtasis’ (en cuanto término «técnico») parece haber sido introducido en el vocabulario cristiano por Tertuliano (Adversus Marcionem, IV, 22). Tertuliano manifiesta deberlo a los griegos. ‘Éxtasis’ significa «fuera de la propia razón por gracia divina», amentia. Plotino y los neoplatónicos hicieron uso del concepto de éxtasis acaso con mayor frecuencia que cualesquiera otros filósofos griegos. De los neopla tónicos deriva la significación de ‘éxtasis», e)/k-stasij (= «desplazamiento», «perdida»), como salida de sí mismo, abandono de los lazos que unen el «sí mismo» —la conciencia, el yo, el espíritu— a lo material, y el traslado del alma a una región en que se pone en presencia directa de Dios o, según la filosofía sustentada, de lo inteligible.

El éxtasis es por ello el estado que, mediante el entrenamiento ascético y la purificación, permite, como decía Plotino, un «contacto» con lo divino. Esta salida de sí no significaba, empero, para Plotino y, en general, el neoplatonismo, la supresión de todo lo racional para sumergirse en la irracionalidad; lo que el éxtasis alcanzaba era más bien un elemento supra-racional para llegar al cual el pensar racional constituía una de las principales vías de acceso. Pero el éxtasis, a la vez, colocaba al alma en una situación en la cual todo decir y enunciar resultaban insuficientes. El éxtasis podía llegar hasta la pura supra-racionalidad, pero tenía que prescindir de toda envoltura verbal, todavía inmersa en lo sensible. El éxtasis era, en suma, la perfecta contemplatio. En los místicos medievales, el éxtasis era definido habitualmente como un raptus mentis

. La «mente» quedaba «arrebata da» en el éxtasis al alcanzar el último grado de la contemplación, el grado en que cesaba toda operación de las potencias inferiores. Ahora bien, mientras la mistica helenística pagana suponía, por lo menos implícitamente, que el estado de éxtasis es alcanzado por un esfuerzo total del alma, la mística cristiana, tanto la de inspiración griega como latina, admitía que, después de la «lucha con Dios», era necesaria alguna gracia divina para que el éxtasis fuese posible: el alma no se bastaba, pues, totalmente a sí misma.

Santo Tomás indica que puede hablarse del raptus de dos modos. Con respecto al término mismo, no pertenece a la potencia apetitiva, sino sólo a la cognoscitiva. Con respecto a su causa, puede tenerla en el poder apetitivo. Además, ejerce un efecto sobre el poder apetitivo, por cuanto un hombre puede deleitarse en las cosas que lo «arrebatan» ( S. theol., II-IIa q. CLXXV a 2). El «rapto» o «arrebatamiento», además, añade algo al éxtasis. Este último significa una simple «salida de sí», en tanto que el raptus denota «una cierta violencia en la acción» (ibid., ad 1).

El problema del éxtasis ha sido tratado modernamente desde un punto de vista psicológico, como algo que puede ser «causado» por agentes extemos; habría en este caso una especie de «reduccionismo» de los estados extáticos. Tal opinión ha sido naturalmente combatida por los teólogos católicos, quienes consideran que si el éxtasis puede ser «causado», ello no obsta para la posibilidad de una concepción enteramente espiritual de este estado.

De este modo se rechazan las concepciones sobre el éxtasis tal como han sido desarrolladas por William James en su libro acerca de las variedades de la experiencia religiosa, aun cuando hay que tener en cuenta que James no pretendía en principio sostener un reduccionismo psicofisiológico y se acercaba mucho a la posterior opinión bergsoniana según la cual los estados extáticos pueden inclusive, llevando las cosas al extremo, ser causados u ocasionados por agentes externos o «trastornos» patológicos, pero sin que ello signifique que sean siempre explicados por ellos. El hecho de que haya locos que creen ser Napoleón no significa, señala Bergson, que Napoleón no haya existido. Lo mismo podría decirse, a su entender, del éxtasis de los místicos.

En un sentido distinto Heidegger ha utilizado el término ‘éxtasis’ al referirse a los «éxtasis de la temporalidad», es decir, a los fenómenos del pasado, presente y futuro que resultan de la «salida de sí misma» de la temporalidad originaria.

Los éxtasis temporales surgen, por lo tanto, cuando la temporalidad se temporaliza en sus propias manifestaciones, cuando se hace propiamente temporal lo que era «temporario». Jean-Paul Sartre ha retomado la doctrina heideggeriana de los éxtasis temporales. Pasado, presente y futuro se explican primariamente como éxtasis temporales, es decir, por las tres dimensiones de la temporalidad en las cuales surge el «para sí» como ser que está destinado a poseer su ser bajo la forma «diaspórica» de la temporalidad.

Compilado por: Abasuly Reyes – martes, 23 de agosto de 2011, 14:52
Fuente: Diccionario José Ferrater Mora

Sobre éxtasis en sentido psicológico e histórico-social: J. Beck, Die Extase, ein Beitrag zur Psychologie und Völkerkunde, 1906
— Pierre Janet, De l’angoisse à l’extase. Études sur les croyances et les sentiments, 2 vols., 1926.
— Sobre éxtasis en sentido místico y religioso: A. Hamon, art. Extase, en el Dictionnaire de Théologie catholique, de VacantMangenot-Amann, t. V, 2, col. 1871-1896.
— M. Laski, Ecstasy. A Study of Some Secular and Religious Experiences, 1961.
— Sobre éxtasis en el sentido de Heidegger y Jean-Paul Sartre, véanse las obras principales (Sein und Zeit, L’Être et le Néant, respectivamente) de estos dos filósofos.