El ritmo (del griego ῥυθμός rhythmós, ‘cualquier movimiento regular y recurrente’, ‘simetría’)​ puede definirse generalmente como un ‘movimiento marcado por la sucesión regular de elementos débiles y fuertes, o bien de condiciones opuestas o diferentes’. Es decir, un flujo de movimiento, controlado o medido, sonoro o visual, generalmente producido por una ordenación de elementos diferentes del medio en cuestión.

La velocidad, por su parte, es una magnitud física de carácter vectorial que relaciona el cambio de posición (o desplazamiento) con el tiempo.

En virtud de su carácter vectorial, para definir la velocidad debe considerarse la dirección del desplazamiento y el módulo, el cual se denomina celeridad o rapidez

La relación entre ambos términos

El ritmo es la velocidad media que mantienes mientras realizas algo y normalmente viene expresado en unidades de tiempo. Cada tipo de entrenamiento requerirá un determinado ritmo de entrenamiento, pues no será igual al que empleamos en unos intervalos que en una sesión de rodaje largo. Al principio es fácil mejorar tu desempeño si antes no solías hacer algo con cierta frecuencia, pero llegará un momento en que si no combinas volumen e intensidad te resultará difícil ganar tiempo.

A la hora de seleccionar el entrenamiento adecuado tenemos dos opciones: emplear nuestra frecuencia cardíaca o un ritmo objetivo en función del tiempo que nos comprometimos a lograr determinado desafío. El primer caso es más conservador ya que iremos adaptando nuestro ritmo en función de la mejora de nuestra capacidad. En el segundo caso tomaremos como base nuestro ritmo máximo actual y en función de él fijaremos un ritmo objetivo inferior.

Para conocer nuestros ritmos necesitaremos un GPS que nos marque el destino. En términos de la empresa puede ser un plan de metas, determinados KPI´s, compromiso con los objetivos, tableros de comando, etc.

Solo cuando hemos conocido nuestro ritmo actual nos podremos marcar un ritmo objetivo. Cuando nuestros objetivos son progresivos el resultado puede ser superador.

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Tipos de ritmos que definen nuestra velocidad en lo físico

Base: es el ritmo que utilizaremos en la mayoría de nuestros entrenamientos. Es un ritmo cómodo y que normalmente deberá ser como mínimo un minuto superior por kilómetro a nuestro ritmo objetivo. En términos de frecuencia cardíaca se sitúa entre el 60-70% de nuestra capacidad máxima. Por ejemplo, si nuestro objetivo es rebajar nuestros tiempos de paso por kilómetro hasta 4:30, nuestro ritmo base deberá ser al menos de 5:30. Este ritmo, combinado con un buen kilometraje semanal, nos permitirá mejorar y mantener nuestra resistencia cardiovascular, mejorar el transporte de oxigeno de nuestro cuerpo y sentar las bases para trabajar a ritmos más rápidos.

Rápido: es el ritmo de entrenamiento al que deberás correr en las sesiones de intervalos de cara a mantener tu forma y permitirá que  mejores tus tiempos. Los expertos aconsejan correr a este ritmo una o como mucho dos sesiones por semana -dependiendo de los días totales de entrenamiento- y durante al menos media hora. Normalmente deberá situarse al 80% de nuestro ritmo cardíaco máximo. Para saber cuál es nuestro ritmo rápido deberemos sumarle unos 30 segundos a nuestro ritmo máximo en una carrera aunque, en función de la distancia de los intervalos, ese tiempo podrá ser inferior.

Suave: es el ritmo que utilizaremos después de realizar sesiones de elevada intensidad o como descanso activo en la propia sesión de entrenamiento. Básicamente deberemos añadirle aproximadamente 1:30 a nuestro ritmo máximo de carrera. Sirve para recuperarnos al día siguiente de una sesión exigente, también lo emplearemos durante los kilómetros de calentamiento y enfriamiento en las sesiones de intervalos o series de velocidad e igualmente podremos usarlo mientras nos recuperamos de cada serie.

Estos ritmos de entrenamiento son orientativos, dependerán del corredor, su experiencia, genética, entrenamiento, superficie de entrenamiento, desnivel, etc. y obviamente variarán a medida que vayan mejorando nuestras marcas. Y no olvides que es mejor siempre dar pequeños pasos para conseguir tu objetivo, que dar un gran salto, pues tu cuerpo te agradecerá siempre que la evolución sea progresiva para que puede asimilar con naturalidad toda la carga de trabajo.

El ritmo y la velocidad en la comunicación
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Compilado por Fabián Sorrentino.