¿Y si en lugar de resignarnos a los estereotipos de la edad, decidiéramos vivir con propósito, vitalidad y conciencia más allá del calendario?. Eso es lo que se propone con el nuevo concepto de Vitalescentes: personas que, sin importar la década que marquen sus documentos, eligen mantenerse activas, curiosas y en evolución.

En un mundo que nos invita a parar, este movimiento nos invita a florecer, a cualquier edad. Una nueva forma de habitar el tiempo y desafiar los relatos que asocian envejecer con apagarse.

¿Qué significa ser Vitalescente?

La palabra Vitalescentes combina vitalidad con el sufijo ‑escente, que denota algo en proceso de surgir o transformarse (como en “resplandeciente” o “creciente”).

Vitalescentes son aquellas personas que, lejos de resignarse a los dictados de la edad, eligen mantenerse activas, conscientes y conectadas con un propósito que da sentido a su vida. Ya no se trata de “envejecer bien”, sino de florecer continuamente.

Ser Vitalescente no es una cuestión de edad, sino una decisión vital.

¿Qué nos dice la ciencia?

Durante décadas, el enfoque tradicional sobre la vejez se centró en el deterioro: la pérdida de fuerza, memoria, salud o belleza. Sin embargo, la ciencia contemporánea ha comenzado a derribar ese paradigma. Hoy sabemos que la longevidad no solo depende de la genética o del acceso a la salud, sino también, y en gran parte, del propósito de vida, la vitalidad emocional y la actitud con la que enfrentamos el paso del tiempo.

1. Propósito de vida y longevidad

Investigaciones publicadas en Psychological Science y The Lancet Healthy Longevity muestran que las personas con un propósito claro y sentido en sus vidas tienen menor riesgo de mortalidad prematura, enfermedades cardiovasculares y deterioro cognitivo.

«Tener un propósito no solo alarga la vida, sino que mejora la calidad de cada día vivido.»
(Hill & Turiano, 2014)

2. Vitalidad emocional y neuroplasticidad

Estudios de la Universidad de Harvard y del Instituto Nacional sobre el Envejecimiento (NIA) han demostrado que la mente y el cerebro adulto conservan capacidad de aprendizaje, regeneración neuronal y adaptación hasta edades muy avanzadas, especialmente cuando se mantienen activos emocional y cognitivamente.

En otras palabras: no dejamos de aprender porque envejecemos. Envejecemos cuando dejamos de aprender.

3. Actividad física y salud mental

La OMS sostiene que bastan 30 minutos diarios de movimiento moderado (como caminar, bailar o hacer yoga) para reducir el riesgo de enfermedades crónicas, depresión y deterioro cognitivo. Pero más allá de la prevención, la actividad física es una forma de encender la vida desde dentro, de reactivar el cuerpo como espacio habitado y en movimiento.

4. Relaciones, comunidad y sentido de contribución

La investigación longitudinal más extensa sobre la felicidad (Harvard Study of Adult Development) ha concluido que la calidad de nuestras relaciones —más que la riqueza o el éxito profesional— es el mayor predictor de una vida larga, sana y satisfactoria. Las personas que se sienten conectadas, útiles y vistas por su comunidad reportan mayor bienestar en la adultez tardía.

¿Desde qué mirada estás interpretando tu edad?

Desde el Coaching Ontológico y con nuestra  mirada   en la vitalidad, se propone el uso del término “Vitalescente” porque representa un cambio profundo de paradigma en la forma en que entendemos el proceso de madurar, envejecer y evolucionar a lo largo de la vida.

Los términos que actualmente se utilizan como “adulto mayor”, “tercera edad”, “senior”, “envejecimiento saludable” o incluso “adulto activo”, si bien han buscado suavizar el impacto social de la palabra “viejo”, siguen anclados en una visión cronológica, funcional o médica del ser humano, y muchas veces perpetúan estereotipos limitantes sobre lo que se puede o no hacer a determinada edad.  Podemos observarlo, en el siguiente cuadro, donde se realiza una comparación de estos términos:

Término (Español / Inglés)Enfoque PrincipalLimitaciones¿Qué aporta “Vitalescentes”?
Adulto Mayor / Older AdultBasado en edad cronológica, generalmente 60+ años.Suele asociarse a deterioro o dependencia.Plantea una visión vital, proactiva y plena más allá de la edad.
Tercera Edad / ElderlyEtapa posterior a la adultez activa (jubilación, retiro).Refuerza estereotipos de pasividad o desconexión.Transforma la narrativa: una etapa expansiva, no limitante.
Senior / SilverEnfoque social o comercial para personas mayores.Cosmético o superficial; poco enfoque en desarrollo interno.Incorpora propósito, salud integral y conciencia de evolución.
Adulto Activo / Active AdultPersona mayor físicamente activa y socialmente implicada.Foco limitado a lo físico o funcional.Integra cuerpo, mente, emociones y energía con sentido.
Envejecimiento Saludable / Healthy AgingPromoción de funcionalidad física y mental en la vejez.Biomédico y conductual, poco foco en lo espiritual y emocional.Aborda la vitalidad desde una mirada holística y evolutiva.
Vitalescentes (nuevo término)Vivir con energía, propósito y conciencia más allá de la edad.Aún desconocidas.Redefine el paradigma de madurez como expansión, plenitud y sentido.

.

Distinciones ontológicas para vivir como Vitalescente

Desde el enfoque ontológico, no envejecemos solamente por lo que sucede en nuestro cuerpo, sino por las narrativas que habitamos. Las distinciones nos ayudan a observar esas conversaciones internas y culturales que a menudo no cuestionamos. Aquí algunas claves que marcan la diferencia:

  • Edad cronológica vs. edad declarada
    La edad cronológica es un dato; la edad declarada es una identidad que elegimos asumir o trascender. Ser Vitalescente no es negar los años vividos, sino habitar una edad con propósito, no con resignación.

  • Narrativa de declive vs. narrativa de posibilidad
    ¿Vives desde el “ya no puedo” o desde el “¿qué más es posible para mí?”? La narrativa vitalescente nos invita a reescribirnos desde lo que aún podemos crear, experimentar, amar, aprender.

  • Identidad impuesta vs. identidad consciente
    La sociedad te dice que después de los 50 hay que retirarse, ralentizarse, volverse invisible. Pero puedes elegir una identidad vital, activa y en expansión. La identidad es un acto de declaración.

  • Lenguaje como creador de realidad
    No hablamos de lo que somos, somos lo que hablamos. Por eso, crear nuevas palabras —como “Vitalescente”— es una forma de abrir nuevas realidades. Habitar este lenguaje es comenzar a diseñar una nueva forma de envejecer.

Estas distinciones no son teorías: son herramientas prácticas para transformar cómo te ves y cómo te mueves en el mundo. Porque la cuestión no es contar años, sino de vivir cada uno con plenitud.

Lo que se siente ser vitalescente… o no.

El término vitalescente surge también de historias como estas:

Ana, 52 años, recuerda el momento en que su hija le preguntó qué sueño se le había quedado sin cumplir.

“Me sentí sacudida. Fue como si ya no tuviera derecho a soñar, como si lo que me quedara fuera solo resignarme a vegetar.”

Paula, 80 años, conduce su auto cada semana para hacer sus compras, asistir a sus controles médicos y visitar a sus amigas. Su visión y reflejos están en perfecto estado, y jamás ha tenido un accidente.

“Me dicen que ya no conduzca, que es peligroso. Pero nadie tiene tiempo para acompañarme… ¿debo quedarme encerrada por tener 80?”

María, 60 años, vivió otro tipo de cuestionamiento:

“De pronto, cada decisión mía era observada como si ya no pudiera razonar bien. Pasé de ser una referente a la que se acudía por consejo, a ser tratada como una anciana incapaz de decidir por sí misma.”

Estos relatos no son casos aislados, sino reflejos de un fenómeno cultural más amplio: el de reducir la identidad a la edad. Por eso necesitamos crear un nuevo relato, uno que nos devuelva el poder de elegir cómo vivir cada etapa. Porque al final, no es la edad lo que limita, sino las creencias que aceptamos sobre ella. Y entre todo lo que otros puedan decir, lo que verdaderamente marca tu destino… es la historia que tú decides contarte.

Características de una persona Vitalescente

  • Activa su cuerpo: no para competir, sino para habitarlo con amor.

  • Cuida su salud mental y emocional: no desde el miedo, sino desde la autoescucha.

  • Siente su energía vital como brújula: y la cultiva desde la alimentación, el descanso y el movimiento.

  • Tiene una espiritualidad viva: más conectada con la experiencia que con la religión.

  • Sabe que no está terminada: y sigue aprendiendo, creando, sirviendo.

¿Cómo podemos promover una cultura Vitalescente?

  1. 1. Revisar el lenguaje que usamos sobre la edad
    El lenguaje crea realidades. Etiquetas como “anciano” o “adulto mayor” arrastran imaginarios de pasividad o deterioro. La gerontología crítica propone usar términos que reconozcan la diversidad y plenitud en las etapas maduras, como “personas en edad avanzada”, “plenas” o, en este caso, vitalescentes, como una invitación a vivir con energía y propósito.

    Estudios en psicología del envejecimiento (Levy, 2009) muestran que los estereotipos negativos sobre la vejez afectan la autoestima y la salud física.

    2. Contar nuevas historias y visibilizar referentes
    Los medios de comunicación siguen privilegiando narrativas de juventud eterna o declive. Necesitamos visibilizar vidas reales que contradicen esos mitos: personas que comienzan nuevos proyectos, carreras, relaciones o transformaciones personales a los 50, 60, 70 o más.

    Culturalmente, sociedades como la japonesa o la india han otorgado históricamente un lugar de sabiduría activa a sus mayores (Blue Zones Research, Buettner, 2005).

    3. Crear espacios multigeneracionales e inclusivos
    Diseñar comunidades, talleres, redes y encuentros donde el diálogo entre generaciones fluya, no desde el asistencialismo, sino desde el intercambio de saberes, creatividad y energía vital. El propósito no se jubila.

    Modelos como el “cohousing senior” o las universidades de la tercera edad están demostrando que la integración social prolonga la autonomía (OMS, Envejecimiento saludable, 2020).

    4. Activar la conciencia personal y colectiva
    El coaching ontológico, la educación transformadora y prácticas como la biofilia y el autocuidado integral ayudan a resignificar la etapa madura. Ser vitalescente no es solo una cuestión biológica, sino una elección existencial: reconocer la potencia que sigue viva dentro de cada ser humano.

    5. Nombrar para habitar: darle vida al concepto
    Un neologismo cobra vida cuando se vuelve cotidiano. Empecemos a nombrarnos vitalescentes, a practicarlo, a compartirlo. Usar esta palabra es un acto político, lingüístico y espiritual.

    Como dijo el filósofo Humberto Maturana, “actuamos en el mundo que somos capaces de nombrar”.

Vitalescentes: una nueva narrativa para el tiempo que habitamos

Vitalescente no es solo un término: es una postura existencial frente a los estereotipos de la edad. Surge desde el coaching ontológico y la conciencia transformadora para nombrar a quienes eligen vivir con vitalidad, presencia y propósito, más allá de su año de nacimiento.

Es una distinción que cambia la conversación: del envejecimiento como declive, a la madurez como una etapa fértil para crear, disfrutar, amar, sanar, emprender o reimaginar la propia vida.

Ser vitalescente no es una condición biológica, sino una decisión profunda: la de habitar el cuerpo con dignidad, cultivar vínculos conscientes, expandir el sentido de vida y seguir creciendo hasta el último aliento.

Es una identidad elegida, no impuesta. Se puede ser vitalescente a los 50, a los 80 o a los 97, si hay una intención viva de evolucionar y florecer.

Desde esta perspectiva, la edad deja de ser una jaula y se convierte en territorio de posibilidad.

Vitalescente es quien honra su experiencia vivida, cuida su energía como un recurso sagrado y se rebela frente a los mandatos que dicen que el tiempo nos apaga. Es quien, incluso cuando el cuerpo cambia, elige seguir despertando su alma.

Y como Coach Ontológico y especialista en vitalidad, celebro este acto de rebeldía amorosa, que es también un acto de conciencia.

Porque vivir con propósito no es un privilegio de la juventud, sino una posibilidad disponible para quien decide vivir en presente.

Ser vitalescente es decirle sí a la vida, en cada etapa, con todo lo que somos.

.

Referencias Bibliográficas