Del latín “incentivum” = “provocar” que a su vez se derivó de “incanare” con el significado de “inducir a cantar o a través del canto”.

Estímulo material o inmaterial, que se ofrece o se percibe como motivación, para lograr un resultado que se convierte en deseo o necesidad para el sujeto incentivado.

Los incentivos son frecuentes a nivel educativo y laboral para lograr un aumento de productividad, por ejemplo: “Para los niños, las clases atractivas y dinámicas son un estímulo para aprender ya que las aburridas les quitan toda motivación”, “Como incentivo para que los alumnos deseen obtener buenas calificaciones, se premiará a los mejores estudiantes con una beca para sus estudios superiores”, “En la empresa se organizó un programa de incentivos, que consiste en que quien realice mayores ventas logrará un ascenso” o “No tengo ganas de seguir trabajando en esta oficina, no recibo ningún tipo de incentivos materiales, hace meses que no me aumentan el sueldo y solo escucho reprimendas”.

Los incentivos pueden ser personales y nacer de los propios deseos de progreso y superación: “Me incentiva a estudiar la idea de que trabajaré en lo que me gusta” o ser provocados por el entorno: “Mi madre me incentiva a estudiar organizándome los horarios y el lugar de mis tareas”.

Los incentivos también pueden ser para lograr cosas negativas, de modo consciente o inconsciente: “La publicidad de cigarrillos incentiva el consumo de tabaco a pesar de saberse que daña a la salud”, “La actitud agresiva de su padre incentiva su mal comportamiento” o “Muchos programas de televisión incentivan la violencia de género”.

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