No es una enfermedad sino un estado. Sucede cuando cesan las funciones vitales de mi cuerpo tales como latidos del corazón, respiración, actividades cerebrales: mi cuerpo ya no podrá reanudar sus funciones a menos que se puedan usar medios mecánicos u otros para reactivar algunas funciones.

En el caso de enfermedades graves como algunos cánceres, el SIDA, las enfermedades incurables, etc., sucede a veces que cure justo antes del momento llamado la muerte.

En efecto, cuando integro en mi corazón y en el amor la toma de consciencia que debo hacer, puede que esté liberado de todo sufrimiento físico y moral. Si la enfermedad ha progresado mucho, puede que mi cerebro me desconecte después de que esté hecha la toma de consciencia.

Por esto es tan importante que entienda en mi corazón y que acepte el motivo que hizo que viva esta enfermedad. Cuanto más acepte lo que me enseña la vida, más podré marchar (es la palabra preferida para “morir”) en armonía, en la luz y en el amor. Mis parientes cercanos tienen un papel importante que jugar en este proceso de curación aceptando al nivel del corazón mi marcha para que pueda seguir mi camino en total libertad.

Cuanto más integre situaciones antes de dejar mi cuerpo físico, más habré adelantado el trabajo que me quedará por hacer después de mi marcha. Ya que sigue la vida (¡para los que creen en ello!) prefiero que se hable de mí diciendo que me “marché”, que “dejé mi cuerpo físico”, que “pasé a los demás mundos”. El uso de estas expresiones me parece más real que decir que he “muerto”.