La comunicación es una habilidad esencial para los emprendedores, docentes, facilitadores o empresarios, ya que requiere de saber transmitir el mensaje a su equipo, a sus clientes y a las redes que se involucran en sus procesos de producción y distribución. Esta comunicación puede ser compleja, sobre todo si se trata de temas o aspectos novedosos que no son familiares para los receptores.

Todos nos enfrentamos al desafío de los espacios de obviedad. Existe un ciclo de aprendizaje que seguimos cuando nos acercamos a un tema nuevo. Al principio, nos cuesta entender y asimilar las ideas, conceptos y términos que nos resultan extraños, y nos sentimos confundidos y frustrados. En esta etapa inicial podemos sentirnos desanimados porque no logramos comprender, ni tampoco explicar lo que estamos aprendiendo. Nos falta fluidez y claridad al expresarnos.

Al construir sus mensajes debemos estar atentos: lo que les parece obvio puede no serlo para el que escucha.

¿Cómo complicar la comunicación y arruinar relaciones?

Suponer que el otro entendió. Suponer que el otro me vio. Suponer que al otro le gusta. Suponer que el otro recuerda

Suponer es asumir que mi interlocutor ve el mundo como yo lo veo. Una buena manera de evitar las suposiciones es averiguar acerca de lo que la otra persona entendió de mi pedido, sintió con mi reclamo, necesitó en mi ausencia, expresó con su enojo y así. Al verificar lo que nuestro interlocutor entiende-siente-piensa, los posibles conflictos de comunicación se reducen. La mejor forma de verificar es preguntar con simpleza y sinceridad, preguntas como: ¿Te parece? ¿Qué opinás/opinas? ¿Te gusta? ¿Lo harás? ¿Te interesa? ¿Te ayudo? ¿Está listo? ¿Sigo esperando? ¿Podés/Podrás? ¿Qué buscas? ¿Cuál es tu idea?

Conclusión 1: no suponer, mejor verificar.

El otro aspecto de las suposiciones es la obviedad, sobre todo en los temas que dominamos bien, porque al estar muy habituados a ellos perdemos la dimensión de lo que significan para los demás. Por ejemplo, suponer que cierta terminología específica o ciertos datos están siendo comprendidos en la conversación, cuando en realidad no está ocurriendo esa comprensión por parte de quien nos escucha.

Tampoco es conveniente suponer que un asunto es obvio porque conocemos bien a nuestro interlocutor: no existe linealidad en la comunicación, tampoco (e incluso menos) con las personas cercanas. Escuchamos en determinado estado de ánimo, en determinado contexto físico (con ruido, con calor, etc.), en relación a ciertos pensamientos del momento, etc. Muchos problemas surgen del “obvio!”.

Conclusión 2: no asumir que las cosas son obvias, mejor explicar.

Finalmente, las expresiones que comienzan con “pensé”, “creí”, “supuse” no son buenas aliadas. “Pensé que me habías escuchado…”, es muy probable que lo haya escuchado, pero no lo mismo ni del mismo modo. “Pensé que querías ir…”, en ese momento tal vez sí quería ir, pero ahora no. “Creí que tenías ganas…”, creíste erróneamente porque nunca tuve ganas.

Conclusión 3: no al pretérito pensé, creí, supuse.

Mejor verificar y explicar. (Salva relaciones laborales y matrimonios).

Aquí es donde nos enfrentarnos al problema de los espacios de obviedad. Algunos conceptos nos parecen tan obvios, simples, evidentes. Son tan fáciles que no queremos repetirlos o que nos los repitan. Nos parecen tan naturales que casi consideramos una ofensa el intento de explicarlos. Están tan internalizados que no nos damos ya cuenta de que hubo un tiempo en que no los conocíamos.

Desarticular Conceptos

La obviedad no existe. Lo que es básico para unos, los que ya han adquirido muchos conceptos previos, es casi inaccesible para otros, los que están la zona árida que antecede la frontera de la zona de conocimientos.

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En nuestras interacciones, no debemos olvidar que si algo nos parece obvio o que es de sentido común es porque tenemos una historia previa de experiencias. Debe darse cuenta que la obviedad no es inherente a ningún concepto, sino una característica de una zona del camino que fue precedida por ideas que desde allí lucen elementales y simples. Si no hacemos esa distinción, vamos a ser incapaces de comunicarnos con otros diferentes a nuestros pares y eso trae muchos problemas en nuestras relaciones.

Los buenos comunicadores, los buenos docentes y los buenos emprendedores tenemos en común la capacidad de ubicar rápidamente caminos donde una experiencia de comprensión de una idea se disfruta, despierta interés y motiva al otro.

Una compilación y posterior desarrollo del Dr Fabián Sorrentino. Basado en las siguientes fuentes:
http://notaemprendedora.blogspot.com/2013/10/espacios-de-obviedad.html
https://borzaniyasociados.com/pense-que-me-habias-escuchado-comunicacion-y-obviedad/