La palabra prefacio proviene del latín “praefatio” y está integrada por “prae” = antes; y “fari” = hablar. El prefacio es según el diccionario, sinónimo de prólogo (también de preámbulo, término que se emplea comúnmente en las leyes).

Concepto de prefacio
El prefacio es lo que se coloca en los libros antes de iniciarse el tratamiento específico del tema, y fue muy usado en la antigüedad griega y romana, aunque se siguieron empleando luego, aunque con menor asiduidad, llegando hasta nuestros días, prefiriéndose la denominación de prólogos.

En el prefacio se exponen los motivos, consideraciones y circunstancias que llevaron al autor a escribir la obra, el modo de exposición que se empleará, el tema y las advertencias si se consideran necesarias, y hace las veces de una introducción, dándose respuesta a críticas, si las hubiera habido en anteriores ediciones. Pueden ser escritos por el propio autor, o por otro, en general de más renombre, que le añade su prestigio. Cuando es un tercero destacado el que elabora las consideraciones, algunos autores prefieren reservar para estas palabras, el nombre de prólogo.

Si bien el fin del prefacio es alentar al lector a aventurarse a conocer el contenido de la obra, dándole un esquema de la misma, y una mirada apologética, muchos, prefieren abordar directamente el argumento, salteando el prólogo o prefacio, por economía de tiempo y esfuerzo.

En “El arte de amar”, su autor Erich Fromm, advierte al lector que ha repetido conceptos de obras anteriores y que allí no hallará enseñanzas fáciles, sino que se le revelarán todas las dificultades que este arte entraña, requiriéndose entrega, humildad, fe y coraje. Se aclara también que el lenguaje usado no es técnico

Prefacio es un vocablo que se usa además, en la introducción del Canon de la Misa, cantada diariamente en la acción de gracias.

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