En su acepción general representa la incapacidad de lograr algo, de sobreponerse a algo, de vencer algo.

Palabras de la familia de la impotencia: inutilidad, frialdad, carencia, ineptitud, agotamiento, incapacidad, esterilidad, insuficiencia, imposibilidad, minusvalía, deficiencia, debilidad.

La impotencia en el hombre es un trastorno bastante frecuente que se caracteriza por la imposibilidad de lograr una erección que permita la realización de la cópula.

Todo hombre fue, es o será impotente en una época cualquiera de su vida; de hecho, la erección es un fenómeno frágil. Cuando se presenta no debe ser considerada como una tragedia ni ser ridiculizada.

Por el contrario, es importante que este hombre averigüe en qué situación se sintió impotente, que descubra qué ocurrió antes de experimentarla. Perder la erección en varias ocasiones con la misma mujer puede tener su origen en el hecho de que ella se haya convertido en la madre de este hombre o que él no quiera manchar a la mujer amada. También puede ser una forma inconsciente de castigar a su pareja.

Esta impotencia sexual se presenta en tu vida para mostrarte que crees que eres impotente ante una situación determinada y que esta creencia te perjudica. A menudo sucede que una persona se siente así porque quiere demasiado para otra; es bueno dejar que los demás resuelvan sus propios problemas.

Si sufres de impotencia a causa de una mala experiencia sexual anterior, tu cuerpo te dice que no te conviene seguir creyendo que esa experiencia va a seguir repitiéndose. Sólo tú, al creer en ella, puedes materializarla.

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Es bien sabido que nos sucede aquello en lo que creemos. Si utilizas la impotencia sexual para castigar a tu pareja, entiende que eres tú quien se castiga, porque al bloquearte físicamente bloqueas también tu energía creativa. Esta actitud alimenta tu ego, pero no a tus relaciones.

La descripción anterior se aplica también a la imposibilidad de eyacular. Véase también problemas en el pene. Como hombre, si soy incapaz de obtener o mantener una erección durante una relación amorosa, entonces padezco impotencia. Esto me lleva seguramente a vivir insatisfacción en mis relaciones sexuales.

En el nivel médico, aunque la impotencia pueda ser orgánica, es decir proceder de una causa física o proceder de un aspecto psicológico, debo considerar desde el punto de vista metafísico que la causa procede de un factor psicológico o metafísico (más allá de lo físico), incluso inconsciente.

La impotencia frecuentemente está vinculada al miedo de abandonarse a una mujer (o a un hombre si mis relaciones sexuales se hacen con un hombre) y también de perder el control frente a sí – mismo o frente a la otra persona.

Siendo hombre, frecuentemente tengo muchas responsabilidades y puedo vivir mucha tensión y estrés en el trabajo, y la sociedad en general me pide que tenga excelentes resultados. Transponiendo esta petición en mi sexualidad, puedo sentir una presión sexual que me empuja a optimizar y crea una gran tensión interior que me “hace perder mis medios”. Al no atreverme a hablar de ello con mi pareja, me pongo a vivir mucha culpabilidad, confusión hasta tener miedo de perder a la otra persona.

Una gran angustia sentida durante mis relaciones amorosas puede provocar este bloqueo que me hace vivir impotencia.

Esta angustia puede proceder del hecho que, durante una relación sexual, estoy más en contacto con mi aspecto afectivo. Como hombre, no estoy acostumbrado a maniobrar con mis emociones.

Estoy en contacto más consciente con mi hijo interior herido que puede vivir inseguridad, miedo, rechazo, incomprensión. Así que si en mis relaciones amorosas anteriores tuve la sensación de vivir fracasos que me parecieron desvalorizantes, entonces podré no sentirme “a la altura” de la situación durante una próxima relación sexual.

Mi inseguridad, mi sentimiento de incapacidad y fracaso, de odio de mí, de culpabilidad o de negligencia puede llevarme también a vivir impotencia. Puedo vivir la marcha de mi mujer como una separación tanto en el plano emocional como físico. Como que el contacto sexual ya no es posible, mis órganos sexuales pierden su sensibilidad.

También la impotencia puede tener su origen en un suceso pasado que me marcó: pueden haber abusado de mí físicamente o psicológicamente en la tierna infancia; puedo guardar rencor frente a una relación afectiva anterior, teniendo la sensación de que he sido víctima de una traición.

También la impotencia es un modo de tener poder sobre el otro reteniendo sexualmente a una pareja que abusa o pide demasiado. Puedo tener la sensación de que mi territorio (mis posesiones, mi entorno inmediato, lo con lo cual me identifico) está en peligro. Puedo tener una pérdida de interés para las mujeres en general, lo cual se transpondrá en el plano físico si perdura el desinterés.

Finalmente, si identifico mi pareja con mi madre, si ésta ocupa un lugar demasiado importante en mi vida, sometiéndome a ella y teniendo miedo de disgustarle, sintiéndome impotente en hacerla feliz y complacerla, esto podrá transformarse en impotencia sexual. El complejo de Edipo (se caracteriza, en el desarrollo del niño, generalmente entre los 3 y los 6 años, por un fuerte lazo afectivo para el padre del sexo opuesto: el hijo hacía su madre, la hija hacía su padre) no se ha vivido bien probablemente.

Debo volver a definir mi lugar, tomar contacto con mis emociones y soltar el control para que circule la energía libremente en todo mi cuerpo, en vez de quedarse en mi cabeza para traer una relajación física y mental.