El libro del Apocalipsis está lleno de imágenes simbólicas y figuradas, pero hay un número que se repite constantemente desde el principio hasta el final, es el número 7. Este número es una de las claves para interpretar sus mensajes. En este artículo vamos a ver lo que el SIETE significaba para los antiguos pueblos, para los judíos, y más específicamente, el papel que tiene en las narraciones del libro del Apocalipsis.

El número 7 en la Antigüedad

Era un número sagrado no solo para los hebreos, sino para muchos otros pueblos antiguos, y como tal lo es también para los cristianos.

7 es el número de Dios, y por tanto es también el número de la perfección, el poder y lo sagrado. Es el número de la totalidad, del Todo. Por eso 7 son los pecados capitales y 7 las virtudes que los contrarrestan (4 cardinales + 3 teologales). 7 los dones del Espíritu Santo. 7 son los espíritus de Dios (no siete entidades sino siete atributos), y de ahí que la famosa Menorah, el Candelabro de los 7 brazos, tenga, por orden de Dios 7 brazos con 7 llamas siempre encendidas, representando los 7 espíritus de Dios, tal como menciona también Juan al principio del Apocalipsis, cuya primera visión es la de Cristo rodeado de 7 candelabros, que simbolizan la Menorah.

Sobre él reposará el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de temor del Señor. (Isaías 11:2)

«Escribe en un libro lo que ahora vas a ver, y mándalo a las siete iglesias: a Efeso, a Esmirna, a Pérgamo, a Tiatira, a Sardes, a Filadelfia y a Laodicea». Me di la vuelta para ver de quién era esa voz que me hablaba, y vi siete candelabros de oro, y en medio de ellos, a alguien semejante a un Hijo de hombre, revestido de una larga túnica que estaba ceñida a su pecho con una faja de oro. (Apocalipsis 1:11-13)

Del trono salían relámpagos, voces y truenos, y delante de él ardían siete lámparas de fuego, que son los siete Espíritus de Dios. (Apocalipsis 4:5)

Cuando los griegos quisieron elegir las más grandes maravillas del mundo eligieron 7, porque así se representaba el súmmum, lo más valioso de la totalidad. Cuando en Mesopotamia dividieron el tiempo en semanas las hicieron con 7 días, y también en 7 días (incluido el descanso) creó Dios el mundo.

También todos los mares del mundo se clasificaron en 7. En 7 partes dividieron los griegos la tierra seca y los judíos, y Dante, nos hablan de los 7 niveles del cielo (de ahí la expresión de “estar en el séptimo cielo”). También se dividieron las artes liberales en 7. Y cuando Jesús nos quiso decir que había que perdonar no una vez ni dos, sino siempre (la totalidad y la perfección), lo expresó utilizando una expresión que todo el mundo entendió perfectamente: “no 7, sino 70 veces 7”. Y esto solo por dar algunos ejemplos de cosas que todavía mantienen su actualidad. Por lo tanto no es de extrañar que para los antiguos, el número 7 confiriera un halo de sacralidad o de totalidad o perfección a todo cuanto tocara.

Nosotros vamos a trabajar en concreto con un pasaje del Apocalipsis, así que miremos ahora el papel del número 7 en este libro.

El número 7 en el Apocalipsis

Como ya comentamos, Jesús se le aparece a Juan rodeado de 7 candelabros, y le ordena que escriba un libro (el Apocalipsis) y se lo envíe a las 7 iglesias de Asia, que no son las únicas iglesias que hay, ni siquiera las 7 más importantes, pero son utilizadas como 7 prototipos en donde todas las iglesias locales que existen se pueden ver reflejadas. Las 7 iglesias en realidad representan a todas las iglesias, toda la cristiandad (aquí “iglesias” se usa con el significado de comunidad de cristianos de una ciudad y su área de influencia, lo que hoy llamaríamos “diócesis”). Por lo tanto Jesús le está diciendo a Juan que escriba esas revelaciones en un libro para entregárselo a 7 iglesias locales en representación de toda la Iglesia Universal. A continuación Dios mismo escribe 7 cartas que entrega a los 7 ángeles de las 7 iglesias.

Recordemos que en el momento en que Juan tiene estas visiones la Iglesia está siendo perseguida por los romanos y el número de mártires se multiplica. Los cristianos se preguntan por qué Dios no les protege, por qué no hace algo, por qué parece que el mal esté venciendo al bien ¿acaso no había muerto Jesús para vencer al mal? Preguntas que aún hoy no han perdido actualidad. La respuesta de Dios es esta serie de visiones para que Juan se lo transmita a la Iglesia.

El mensaje del libro es que el pueblo de Dios triunfará sobre sus opresores si se mantiene fiel y no recurre a la violencia, aunque la Iglesia fuera todavía una pequeña y vulnerable comunidad atacada por el imperio más poderoso de la historia. Persecuciones contra los cristianos Por supuesto, como sabemos hoy, los planes de Dios se cumplieron, la Iglesia resistió y venció y sobrevivió a Roma. Asimismo, se seguirán cumpliendo en el futuro, cada vez que la Iglesia sea amenazada. Pero en aquel momento ese desenlace no parecía en absoluto probable, por lo que muchos cristianos empezaron a desesperarse. Por eso, después de las 7 cartas, en las que Dios repasa lo bueno y lo malo de cada iglesia, pasa a la escena central de nuestra historia: La visión del Trono de Dios. Los ángeles y los santos del cielo están adorando a Dios.

En una escena posterior veremos que también se unen a esa adoración las oraciones que suben desde la tierra pero también vemos las súplicas e incluso las quejas de los mártires clamando justicia. La respuesta de Dios está en un libro en el que están escritos sus planes para el mundo. Los siete sellos Se espera que estos planes supongan la salvación de su pueblo, pero hay un problema grave: el libro está sellado, cómo no, con 7 sellos (es decir, totalmente y absolutamente sellado, imposible de abrir). Los libros de aquella época eran largos rollos de papiro que se desenrollaban por un extremo y se enrollaban por el otro. El mismo formato se usaba para las cartas, que se escribían en pergamino, se enrollaban y se ataban con un cordel para transportarlas a su destinatario. Ya desde el año 4.000 a.C. los mesopotámicos idearon una forma de sellar estos escritos para asegurar la autenticidad del emisor y la confidencialidad. El emisor tenía un sello o cilindro grabado con el que hacía una marca en un trozo de arcilla sujeto al cordel que cerraba la carta o el libro.

Ese grabado era la prueba de que el escrito procedía de tal persona y no de otra. Cuando el destinatario recibía el rollo de pergamino, no solo podía estar seguro de quién se lo había enviado, sino que podía estar seguro de que nadie había abierto el mensaje… a menos que el sello estuviera roto. Si un mensaje importante llegaba con el sello roto, las consecuencias podían ser terribles, incluida la muerte para el responsable, que a falta de más datos sería el mensajero, bien por haberlo abierto o bien por no haberlo custodiado adecuadamente.

Los 7 sellos

En este contexto podemos entender el significado del libro de 7 sellos que aparece junto al Trono de Dios. Los sellos aseguran por un lado que este libro no sea conocido hasta que llegue el momento adecuado, y por otro lado son la garantía de su autenticidad, pues tienen el sello de Dios grabado en ellos.

Después vi en la mano derecha de aquel que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, y sellado con siete sellos. (Ap. 5:1)

Por tanto, Dios tiene un libro escrito con sus planes para la humanidad, pero solo puede abrirlo aquel que esté autorizado. Y aquí es cuando empieza el primer drama del Apocalipsis, pues todos quieren que ese libro se abra y se cumplan esos planes, pero falta alguien adecuado para ello. Toda la historia narrada en el Apocalipsis no es otra cosa que la revelación del contenido de ese libro sellado, por eso el libro del Apocalipsis es también conocido como «Las Revelaciones de San Juan», tal como el propio libro nos dice al principio: «Revelación de Jesucristo, que Dios le confió para enseñar a sus siervos lo que debe suceder pronto» (Ap 1:1). Pero sin nadie que lo abra, es decir, que cumpla esos planes de Dios, la historia de salvación no puede cumplirse, de ahí la tragedia. Y entonces, ante la desesperación de Juan, aparece aquel que es capaz de cumplir esos planes y llevar a cabo los planes de Dios para la humanidad.

Y cuando el Cordero abrió el séptimo sello, se produjo en el cielo un silencio, que duró alrededor de media hora. En seguida, vi a los siete ángeles que estaban delante de Dios, y ellos recibieron siete trompetas. (Ap. 8:1-2)

Además, hay otros 7 ángeles que derramarán sobre la tierra los 7 cálices, que simbolizan lo mismo que las 7 trompetas.

El antisiete (-7)

El Dragón le da el poder a la Bestia El Dragón le da el poder a la Bestia A lo largo de toda la historia vemos constantemente el número 7, que simboliza lo sagrado, la totalidad, el poder, pero que también se usa para simbolizar su contrario, como el 7 y el -7. Así, el libro nos muestra a Satanás bajo la figura de un dragón de 7 cabezas:

Y apareció en el cielo otro signo: un enorme Dragón rojo como el fuego, con siete cabezas y diez cuernos, y en cada cabeza tenía una diadema […] el enorme Dragón, la antigua Serpiente, llamada Diablo o Satanás, y el seductor del mundo entero (Ap. 12:3 y 9)

Pero después del dragón nos aparece una bestia que surge del mar (símbolo bíblico del mal), y también tiene 7 cabezas, pues trabaja para Satanás:

Entonces vi que emergía del mar una Bestia con siete cabezas y diez cuernos. En cada cuerno tenía una diadema, y sobre sus cabezas había leyendas con nombres blasfemos. Parecía una pantera, pero tenía las patas como las de un oso y la boca como la de un león. El Dragón le cedió su poder y su trono con un inmenso imperio. (Ap. 13:1-2)

Esta bestia del capítulo 13 es la Bestia del Apocalipsis, el conocido Anticristo, cuyo número es el 666, y será esta bestia de 7 cabezas la que aparezca de nuevo en la visión de la Gran Ramera en el capítulo 17.

El séptimo cáliz

Con el séptimo cáliz, el último, todo llega finalmente a su término. Es el final de las penas y el triunfo de Dios y de su Iglesia.

El séptimo Ángel derramó su copa en el aire, y desde el Templo resonó una voz potente que venía del trono y decía: «Ya está». (Ap. 16:17)

Y ese “ya está” significa que finalizó el gobierno del mal. En ese momento se produce la destrucción de Babilonia, fuente de todos los males, la Segunda Venida de Cristo, la derrota de Satanás y de la muerte, y la llegada de la Nueva Jerusalén. El Apocalipsis nos cuenta cómo la sociedad corrupta (Babilonia la Grande) será exterminada y en su lugar se instalará una sociedad paradisíaca (la Nueva Jerusalén). Así pues, en el Apocalipsis se nos enfrenta un mundo de maldad, simbolizado por Babilonia, con un futuro mundo de justicia y paz, simbolizado por Jerusalén. Ese mundo de justicia, que será el Reino de Dios en su perfección, es lo que Dios nos promete cuando se haya completado el número 7 de la historia de la humanidad.

Fuente: https://apologia21.com/2014/05/20/apocalipsis-significado-del-numero-7/comment-page-1/