Director de cine italiano nacido en Parma el 16 de marzo de 1940.

Vida
Bertolucci es una de esas personas nacidas para el arte. Su ambiente familiar está marcado por la presencia de su padre, Attilio Bertolucci, uno de los poetas y críticos que pretendió desarrollar una estética desde concepciones marxistas que, en un primer momento, fueron traspasadas a su hijo. Esta característica influyó en Bernardo, que ya desde pequeño gustaba de hacer composiciones literarias y de jugar con una pequeña cámara con la que reflejar «el entorno que la vida le enseñaba».

Hacia los veinte años, un amigo del padre iba a causar una profunda huella en el alma del joven estudiante de cine; se trataba de Pier Paolo Pasolini, más conocido en un primer momento por su capacidad literaria que por la cinematográfica que había de concederle notoriedad universal.

No es de extrañar por lo tanto que el joven Bertolucci se sintiese desde muy pronto imbuido de sentimientos marxistas que iban a reflejarse en buena parte de su obra posterior. Los libros que leía se consideraban reveladores, pero la aplicación práctica de esas lecturas iba de dejar mucho que desear.

Con el paso del tiempo el propio Bertolucci llegó a considerar sus filmes como desesperados, en cuanto que parecerían denunciar una situación crispada e injusta. Sin embargo una visión de su filmografía no parece indicar que los comentarios del propio director fuesen más que fruto de las ansias juveniles de cambiar el mundo a través del cine, corriente muy extendida entre gran parte de la juventud europea occidental de los años sesenta.

El primer y deslumbrante contacto con el cine lo tuvo de la mano de Pasolini, en Accatone (1961), en la que participó como ayudante. Poco después vino su primera película La commare seca, en la que, con su carga marxista, describía la vida en los suburbios de Roma. No tuvo una buena acogida y, curiosamente, publicado por entonces su primer libro de poemas, Bertolucci iba a ser mejor acogido como escritor que como cineasta.

Sin embargo, dos años después, joven y con ganas, se lanzó al rodaje de Prima de la Revoluzione, película en la que narra la historia de un personaje desengañado de su vida burguesa. El éxito, en esta ocasión, fue fulgurante. La crítica italiana batió palmas y se dijo que había aparecido un director de auténtica categoría.

Lanzado a la vorágine de un cine militante, que transformase las estructuras sociales, Bertolucci comenzó a experimentar con las técnicas que en Francia había puesto de moda la «Nueva Ola» con Jean-Luc Godarda la cabeza. Es así como llegó Partner, película basada en una obra de Dostoievsky, un trabajo bastante literario y efectista.

El reconocimiento fue más efectivo con la Estrategia de la araña y, sobre todo, con El conformista, de cuya fotografía se encargó el español Néstor Almendros. Inspirada en un cuento de Jorge Luis Borges, la primera de ellas ya indicaba que el realizador había sobrepasado la fase de aprendizaje y comenzaba a desarrollar su propia personalidad. La excelente puesta en escena, y la inteligente utilización de la música, supusieron el poner los medios cinematográficos ante alguien que ya era una realidad. Para muchos El conformista es una auténtica obra maestra, apoyada en las excelentes interpretaciones de Jean Louis Trintignant y Stefania Sandrelli. Ambientada en la época del fascismo, Bertolucci pretendía una reconstrucción del pasado, en cierto modo el tiempo ido que constituyera la base de la novelística proustiana y que ha consistido en una de las características del director a lo largo de su carrera. Aunque con algún pequeño fallo en el guión en cuanto a las justificaciones del protagonista para hacer lo que hace -recibe la orden de asesinar a un antiguo profesor suyo, izquierdista, que debe ser su primer trabajo como miembro del fascismo-, la puesta en escena es un auténtico lujo, donde la luz que Almendros refleja en la película es clave para comprender los diferentes estados de ánimo del protagonista y las situaciones por las que atraviesa. En esta película Bertolucci desarrolla otro de los temas que le han preocupado a lo largo de su cinematografía: la sensualidad. Un aspecto que es más propio de una concepción mental, de una forma de entender la vida y las relaciones entre las personas, que de cualquier tipo de represión moral liberada.

Será en 1972 cuando el director llevará a la pantalla uno de sus trabajos más comprometidos y a la par más populares, El último tango en París. Se trata de un filme desgarrador, triste, donde los seres humanos se encuentran al final de unos itinerarios morales, puesto que no han sabido o no han sido capaces de encontrar la auténtica felicidad, o mejor, el sentido de la vida. En un París oscuro, apagado y sombrío, un hombre busca el suicidio por su reciente viudedad y sólo encuentra una muchacha que no entiende su situación. Una sodomización de la actriz principal María Schneider, por parte de Brando, utilizando como lubricante la mantequilla, significó el punto culminante de la popularidad del filme, por encima de sus otros valores. Se hicieron colas para ver aquella secuencia en muchos cines, dejando de lado un argumento que tenía una gran belleza, aunque desoladora. Algunos consideraban que estaban ante la primera película pornográfica artística, aunque Bertolucci consideró que era más una película sobre el erotismo que erótica en sí misma.

No obstante, el prestigio y la popularidad recogidos le permitieron afrontar su siguiente título, Novecento. Un largo filme en dos partes en el que se pretendía un fresco grandioso a la manera de alguna obras rusas de la época de la Revolución. Sin embargo, la desconfianza de los productores americanos al ver el cariz que toma el argumento -y lo que el presente siglo había significado ante la historia y la filosofía- perjudicó su carrera. La distribución fue boicoteada, lo que impidió que el gran público llegase a ella con la facilidad que se había previsto. El espléndido elenco de actores, que iba de Robert de Niro a Dominique Sanda, pasando por un patético Donald Sutherland en el papel del fascista, no permitieron que las dos partes en que se concibió el filme remontasen el vuelo. La fuerza épica y la belleza pictórica del mismo son innegables, pero no se convirtió en el resultado que se esperaba.

Algo escarmentado, el director se enfrentó a un trabajo más intimista, La Luna, sobre los avatares de una diva de ópera, papel que encarnó la norteamericana Jill Clayburgh. Sin embargo, lo intimista fue derivando hacia lo grandioso y espectacular, en un tono operístico muy del gusto del director, donde la relación madre-hijo queda algo subsumida en la peculiar escenografía que rodea el filme. Es cierto que hay brillantez en algunas secuencias pero hasta el atisbo de incesto queda un poco desvaído, alejado de la dureza que significó ese tipo de escenas en El último tango en París.

No obstante, mientras se preveía el inicio de una etapa decadente con La tragedia de un hombre ridículo, llegó la llamada de Hollywood. El marxista que había peleado por un cine de denuncia, que sirviese de revulsivo de una sociedad, sintió que las posibilidades casi infinitas de los grandes magnates se habrían a sus pies. Los norteamericanos reconocían sus grandes dotes y estaban dispuestos a apoyarle. Acompañado de su fiel compañera Claire People, decidió hacer las Américas y así surgió El pequeño Buda.

Allí la catarata de dólares o el convencimiento más sincero, hicieron que Bertolucci descubriera el budismo como un aparente bálsamo espiritual capaz de explicar los infinitos enigmas de quién soy y a dónde me dirijo. Iluminada por su habitual Vittorio Storaro consiguió una película brillante, espectacular, donde el atractivo Keanu Reeves lucía más refulgente que nunca. Visual y efectista, la película pretendía, a través de su larga duración, hacer una especie de resumen brillante de por qué debemos hacernos budistas. El marxismo de sus primeras obras era ya sólo pasto de estudiosos.

Con su última producción Bertolucci parece volver a los orígenes, por lo menos a los estéticos, una película casi intimista de un muchacha que busca a su padre. Rodada en Italia en parajes familiares, se aleja en gran medida del colosalismo del trabajo sobre Buda, para volver a indagar sobre clásicos fantasmas: la familia, el amor, el incesto, el arte. La película ha supuesto el descubrimiento de una joven actriz: Liv Tyler, que sabe mezclar como pocas la inocencia con la malicia, algo muy presente en la obra de este director.

Probablemente Bertolucci sea el realizador italiano más discutido, pero cuyos deseos de innovación, su ambición y su estética le han hecho querido de minorías y mayorías, que siempre esperarán con interés su próxima película. Brillante, culto, arriesgado, se atreve por igual con la pequeña filigrana que con las imágenes monumentales. Quizá no quepa esperar otra cosa de quien comenzó haciendo versos.

Filmografía
Cortometrajes:
1955: Il teleférico; Morte de un maiale.
1966: Il Canale (documental, sólo guión).
1971: La saluta e malata o I poveri muoiono prima (documental, y guión); 12 de diciembre (documental) (colaboración anónima).

Largometrajes:
1961 Accattone (ayudante de dirección); La commare seca (también guionista).
1964: Antes de la revolución (también guionista).
1966: Batalla de un Milliardo (sólo coguionista).
1968: Hasta que llegó su hora (coguionista); Partner (también coguionista).
1969: Amore e rabbia (episodio La agonía) (y guión).
1970: La estrategia de la araña (y coguionista); El conformista (y guión).
1971: L`inchiesta (sólo coguionista).
1972: El último tango en París (y coguionista).
1979: La luna.
1981: La tragedia de un hombre ridículo (y coguionista).
1987: El último emperador (y guión).
1989: El cielo protector.
1993: El pequeño Buda.
1996: Belleza robada.
1998: Asediada.
2003: Soñadores.

Trabajos para televisión:
1967: La vida de Petrolio (documental, comentarios y guión).

Otras apariciones:
1976: Bertolucci secondo il cinema (documental donde sólo aparece como él mismo); Abcinema (sólo aparece como él mismo, documental).
1977: Bertolucci shoots (documental) (sólo aparece como él mismo).

Bibliografía
CASETTI, F.: Bernardo Bertolucci. Florencia. La Nuova Italia. 1975.
FERRERO, A., GRIGNAFFINI, G. y QUARESMA, L.: Il cinema italiano degli anni 60. Florencia. Guaraldi. 1977.
KOLKER, R. Ph.: Bernardo Bertolucci. London. British Film Institute. 1985.
MICCICHÉ, L.: Il cinema italiano degli anni 60. Venecia. Marsilio. 1975.
PITIOT, Pierre y MIRABELLA, J. C.: Sur Bertolucci. Montpellier. Editions Climats. 1991.
UNGARI, E.: Bertolucci por Bertolucci. Madrid. Plot. 1988.
VV.AA.: Bernardo Bertolucci. Lisboa. Cinemateca Portuguesa. 1992.

Autor
Emilio C. García Fernández / Santiago Sánchez González

Compilado por: Ana Gonzalez 18/05/2016
Fuente: mcnbiografias.com