Racionalización. Mecanismo de defensa por el que se tiende a dar una explicación lógica a los sentimientos, pensamientos o conductas que de otro modo provocarían ansiedad o sentimientos de inferioridad o de culpa.

En algunas ocasiones lidiar con la vida cotidiana puede ser tensionante e incluso algunas realidades pueden desbordar nuestros recursos psicológicos a nivel consciente. Ante estas situaciones (que nos resultan particularmente amenazantes para nuestro yo) ponemos en juego los mecanismos de defensa en aras de mantener nuestro equilibrio psicológico y evitar cualquier tipo de perturbación.

Los mecanismos de defensa son muy variados, entre ellos, la racionalización:

La racionalización es una forma de negación que nos permite evitar el conflicto y la frustración que éste genera.
¿Cómo hacemos esto? Sencillamente nos brindamos razones (aparentemente lógicas) que justifican o encubren los errores o las contrariedades.

Mediante la racionalización la persona intenta defenderse del efecto frustrante y trata de autoconvencerse de que, en el fondo, no deseaba aquello que no ha conseguido. Un ejemplo clásico en la literatura de racionalización es el de la zorra que después de varios saltos no logra alcanzar las uvas y exclama: «¡Ah, están verdes!». O quizás el del joven que va a una fiesta y aduce que no baila porque se suda pero realmente no sabe bailar y teme hacer el ridículo.

Síntesis del concepto[editar]
Es un procedimiento psíquico de estructura neurótica por el que un sujeto persigue otorgar una explicación o justificación coherente, desde un punto de vista lógico, y aceptable para los otros, desde un enfoque ético, de un acto, de una determinada conducta o actitud, reñida con valoraciones sociales o externas. En la racionalización el superyó (instancia principalmente censuradora) puede jugar funciones contradictorias: ya que el superyó es en gran medida la internalización de las normativas morales que transmite el padre y con menor intensidad la madre durante la configuración o constitución del psiquismo de cada sujeto durante la infancia del mismo; el superyó puede ser el que provoque (sentimiento de culpa mediante) las racionalizaciones de aquello que provocan un conflicto inconsciente en el sujeto, pero también un superyó (en cuanto conjunto de normativas y cosmovisiones adquiridas durante la infancia puede en muchos casos ser un facilitador de las racionalizaciones y, más aún: un motivador de las actitudes negativas hacia el prójimo que luego requieren un proceso de racionalización. En otros términos — y dando ejemplos muy simples— si el superyó ha instaurado un respeto absoluto para con todo el prójimo, cualquier acto que contradiga a tal imperativo es susceptible de ser racionalizado con algún subterfugio, por contraparte si el superyó que se ha establecido en el sujeto le facilita actitudes negativas (supongamos a alguien criado en un ambiente altamente etnocéntrico por lo cual el «extraño»— el otro cultural o social— es percibido como «inferior») para con el prójimo «extraño» o «extranjero», ante la percepción consciente de reproches o reacciones el sujeto racionalizará de acuerdo a lo establecido por el superyó e intentando acomodarse al principio de realidad.

La motivación de la conducta, en términos psicoanalíticos, es inconsciente. La sospecha de que no es bien vista por el otro o los otros lleva a buscar las argumentaciones que la legitimen. El sujeto opera de este modo sin saber cuáles son los hilos que lo mueven en este proceso. El concepto de «racionalización» como dictamen supone un trabajo de interpretación analítica.

Referencias:

Laplanche – Diccionario de Psicoanalisis