Según Jose Ferrater Mora, en el diálogo titulado Hipias el Mayor, Platón formuló ya muchas de las cuestiones que se han suscitado luego, en estética y en filosofía general, acerca de la naturaleza de lo bello (de la belleza) y acerca de las posiciones fundamentales que pueden adoptarse con respecto a tal naturaleza. En dicho diálogo Sócrates mantiene la actitud racionalista y absolutista; Hipias, la actitud empirista y relativista. Estas son las etapas principales recorridas en el curso del debate.

Se trata de saber qué es la belleza, la cual se supone hace que las cosas sean bellas. A esta cuestión Hipias responde mediante definiciones ostensivas: señalando qué cosas son, a su entender, bellas. La belleza se reduce, pues, a lo que es bello. Por ejemplo: lo bello es una muchacha hermosa. A ello responde Sócrates que hay otras cosas bellas (por ejemplo, un caballo hermoso); además, hay diversas realidades no sensibles que pueden ser calificadas de bellas (leyes, acciones, almas, etc.). Para no perderse en este mar de substancias bellas es menester, pues, precisar qué cosas son completamente bellas y referirse exclusivamente a ellas en todo análisis de la naturaleza de la belleza. Ahora bien, tan pronto como se inicia esta nueva vía, se descubre que todas las respuestas concretas dadas son defectuosas o insuficientes. Las respuestas dadas por Hipias son, en efecto, de la siguiente índole: lo bello es el oro; lo bello es lo que conviene; lo bello es lo que aparece bello; lo bello es lo útil; lo bello es lo ventajoso; lo bello es lo grato… Sócrates (esto es, Platón) no puede aceptar ninguna de ellas. Por ejemplo, que algo parezca hermoso, no quiere decir que sea. hermoso. Hipias pudo decir que lo bello es lo que parece bello, porque para él el ser y la apariencia son la misma cosa.

Pero Sócrates-Platón mantienen que si tal equiparación podría ser aceptada para el reino de lo sensible, no es admisible en el reino de lo no sensible: una institución puede parecer bella y no serlo. De ahí la conclusión: «Si la apariencia es lo que hace a las cosas bellas, entonces es la Belleza que estamos buscando; si la apariencia da sólo la apariencia de belleza a las cosas, entonces no es la Belleza que buscamos.» Lo bello no es, en suma, idéntico al predicado ‘es bello’; en rigor, no es un predicado, sino una realidad inteligible que hace posible toda predicación. A diferencia de Hipias, para quien lo bello es a lo sumo el nombre común que reciben todas las cosas bellas, Platón mantiene que lo bello es lo que hace que haya cosas bellas. Lo bello es, así, para Platón independiente en principio de la apariencia de lo bello: es una idea, análoga a las ideas de ser, de verdad y de bondad.

Hemos escrito ‘análoga’. Aun para un «absolutista» como Platón, en efecto, no puede simplemente confundirse la verdad con la belleza. Platón advierte que decir de algo que es y que es verdadero equivale a afirmar, en el fondo, lo mismo. En cambio, no es lo mismo exactamente decir de algo que es y que es bello. Por eso la idea de belleza posee, a partir de Platón, ciertas propiedades que no poseen otros trascendentales ; como indica Platón en el Fedro, mientras no hay en la tierra imágenes visibles de la Sabiduría, hay, en cambio, imágenes visibles de la Belleza. Puede decirse que mientras la participación de las cosas terrenales en el ser verdadero se halla doblemente alejada de éste, la participación de las mismas cosas en lo bello en sí es directa. En suma, la Verdad no reluce en las cosas terrenales, en tanto que la Belleza brilla en ellas. Ello no significa que la contemplación de la belleza sea una operación sensible. En el Filebo, Platón llega a la conclusión de que lo que llamamos belleza sensible debe consistir en pura forma; líneas, puntos, medida, simetría y hasta «colores puros» son, según el filósofo, los elementos con los cuales está hecho lo bello que contemplamos. A ello se añade, según apunta en las Leyes, la armonía y el ritmo en lo que toca a la música y las buenas acciones en lo que toca a la vida social. Por lo demás, aunque haya siempre la mentada diferencia entre el ser verdadero y el ser bello, no se puede negar que el segundo conduce al primero: la famosa «escalera de la belleza» de que habla Platón en el Banquete es la expresión metafórica (o mítica) de esta concepción de lo bello que lo convierte en el «acceso al ser». Hemos indicado que los análisis y las polémicas de Platón sobre la noción de lo bello contienen muchas de las líneas fundamentales visibles en las ulteriores filosofías de la belleza. En buena parte, en efecto, estas filosofías pueden clasificarse en dos grupos opuestos: el platónico y el antiplatónico — con las correspondientes posiciones intermedias. Así ocurre con la mayor parte de las definiciones tradicionales, que el lector agrupará fácilmente en un lado o en otro. He aquí algunas: lo bello es lo que causa placer y agrado; lo bello es un atributo inmanente en las cosas; lo bello es una apariencia; lo bello es una realidad absoluta; lo bello es casi una especie del bien y se funda en la perfección. Ahora bien, sería excesivo reducir la historia de las concepciones de lo bello a una discusión entre las citadas posiciones extremas. En todo caso, al predominio tradicional del punto de vista metafísico en la investigación de lo bello se sobrepusieron, especialmente desde comienzos de la época moderna, otros puntos de vista: el psicológico, el gnoseológico, el axiológico, etc. Cierto que el punto de vista metafísico tiende a un absolutismo aunque sea con frecuencia bastante moderado) y que los puntos de vista psicológico y gnoseológico rozan con frecuencia posiciones relativistas, pero no puede decirse que haya siempre equiparaci ón entre el punto de vista y la opinión adoptados. Sería, por ejemplo, difícil reducir a la dialéctica de las dos posiciones mencionadas al principio definiciones como las siguientes: la belleza es el resultado de una percepción de relaciones varias adecuadas a los objetos (Diderot); la belleza es un instinto social (E. Burke); la belleza es una realidad perceptible mediante un sentido especial que no exige razonamiento o explicación (Hutcheson); zonamiento o explicación (Hutcheson); lo bello es lo que agrada umversalmente y sin necesidad de concepto: finalidad sin fin (Kant); la belleza es el reconocimiento de lo genera] en lo particular (Schopenhauer); la belleza es la unidad en la variedad (varios autores); lo bello es uno de los principios espirituales superiores (V. Cousin), etc., etc. En rigor, el número de definiciones de lo bello dadas en la época moderna ha sido tan considerable, que resulta necesario proceder a una nueva ordenación de ellas. Pueden adoptarse al efecto varios métodos; nosotros elegimos el que consiste en clasificar las opiniones sobre lo bello según el predominio de una disciplina filosófica o, mejor dicho, de un determinado lenguaje.

Consideraremos, así, que hay los siguientes modos de hablar acerca de lo bello: (1) el semántico; (2) el psicológico; (3) el metafísico; (4) el ético y (5) el axiológico. Estos modos no son siempre independientes entre sí; con frecuencia pueden combinarse. Pero las definiciones más habituales están determinadas en gran parte por el predominio de uno de ellos. Nos limitaremos aquí a mencionar ejemplos de cada modo.

(1) Consiste en averiguar qué ex presiones son sinónimas de ‘x es bello’. Numerosas sinonimias pueden establecerse: ‘x es bello’ es sinónimo de ‘x es grato’, de ‘x es deseado’, de ‘x es deseable’, de ‘x es perfecto’, de ‘x es armonioso’, etc. De hecho, lo que calificamos de punto de vista semántico puede más propiamente concebirse como un previo análisis indispensable a toda teoría acerca de lo bello. Las diversas interpretaciones de la significación de ‘x es bello’ dan origen, en efecto, a otras tantas doctrinas filosóficas. Por ejemplo, las dos primeras sinonimias mencionadas conducen a una teoría relativista y psicologista; la tercera, a una teoría objetivista, pero no necesariamente absolutista; la cuarta, a una teoría absolutista; la quinta, a una teoría formalista o esteticista, etc.

Dentro de los análisis proporcionados por (1) se halla, en particular, la discusión entre dos grandes posiciones: aquella según la cual los juicios de belleza (usualmente llamados juicios de gusto) son subjetivos, y aquella según la cual tales juicios son objetivos. Con frecuencia se ha intentado mediar entre las dos posiciones afirmando que los juicios de gusto, aunque en principio subjetivos, pueden pronto convertirse en intersubjetivos.

(2) Consiste en examinar el problema de la naturaleza de lo bello de acuerdo con el análisis de los procesos psicológicos por medio de los cuales formulamos juicios estéticos. A veces este examen es puramente neutral y no prejuzga la reducción de tales juicios a procesos psicológicos, pero a veces el análisis está basado en un supuesto psicologista y casi siempre relativista. Agreguemos que cuando lo psicológico es entendido en sentido colectivo, el modo de hablar psicológico puede convertirse en modo de hablar social: la natura leza de lo bello depende entonces de lo que por tal entienda la sociedad o una determinada sociedad, o una sociedad en el curso de un determinado período de su historia, etc.

(3) Nos hemos referido a este modo varias veces en los párrafos anteriores; lo peculiar del mismo es que intenta reducir todas las cuestiones relativas a lo bello a cuestiones acerca de la naturaleza última de la belleza en sí.

(4) Este modo es poco frecuente en las teorías filosóficas, pero no es totalmente inexistente; aparece desde el momento en que se supone que algo puede ser calificado de bello solamente en tanto que ofrece analogías con una acción moral.

(5) El modo de hablar axiológico es muy frecuente en el pensamiento contemporáneo. Se basa en las teorías de los valores a las cuales nos hemos referido en el artículo Valor. Según el mismo, la belleza no es una propiedad de las cosas o una realidad por sí misma, sino un valor. No es una entidad real, ideal o metafísica, porque tales entidades son, en tanto que lo bello no es, sino que vale. Ahora bien, dentro del modo de hablar axiológico hay diversas teorías posibles; las más conocidas son las teorías subjetivista y objetivista. Cuando la primera es llevada a un extremo, desemboca en un puro relativismo; cuando se lleva a un extremo la segunda, desemboca en un completo absolutismo. Se han ensayado por ello varias posiciones intermedias. Además, se ha examinado cuál es la posición del valor de lo bello (o, mejor dicho, del par lo bello-lo feo) dentro de la jerarquía de los valores. Según la mayor parte de los autores contemporáneos que se han ocupado de axiología, dicha posición coincide con la que tienen todos los valores estéticos. Particularmente detalladas son al respecto las doctrinas de M. Scheler y de N. Hartmann. Para el primero, los valores estéticos (y, de consiguiente, el valor de lo bello) constituyen una de las grandes secciones en las cuales se dividen los valores espirituales, superiores a los valores vitales y a los valores de utilidad. A su vez, los valores estéticos son, dentro de los valores espirituales, los valores inferiores, puesto que por encima de ellos se encuentran los valores cognoscitivos, los éticos que a veces, empero, no son valores específicos, pues consisten en la concordancia de los actos personales con los valores positivos y los religiosos. Para el segundo, los valores estéticos ocupan en la jerarquía axiológica un lugar intermedio entre los valores de utilidad, de placer, vitales y morales, por un lado, y los valores cognoscitivos, por el otro. Dentro de los valores estéticos, el de la Belleza ocupa, además, en el sistema de Hartmann, un lugar privilegiado: la Belleza es, a su entender, un valor estético que posee todas las características de los valores, más algunas de índole más específica. Estas últimas pueden ser las siguientes: (a) La Belleza es independiente de la Bondad y de la Verdad, de modo que algo puede ser a la vez malo, falso y bello, no habiendo correlación entre los trascendentales y, de consiguiente, no habiendo posibilidad de admitir que, por ejemplo, verum, bonum et pulchrum convertuntur. (b) La Belleza no es un acto o acción, pues sólo metafóricamente podemos decir que una acción es bella. La Belleza es un valor de un objeto, (c) La Belleza es algo que aparece, no algo que puede estar escondido (como ocurre a veces con las acciones morales). Tiene que ser (o, mejor, que aparecer) aquí y ahora, (d) La Belleza manifiesta muchos tipos de relaciones con los «valores inferiores» y a veces puede ser confundida con ellos, (e) La Belleza no es el único valor posible (hay, por ejemplo, también lo sublime), pero es el valor es tético central, (f) Los modos de expresar la Belleza son con probabilidad más numerosos y variados que los modos de expresar otros valores.

Véase:
— Ph.-G. Gauckler, Le Beau et son histoire, 1873 (trad. esp.: Lo bello y su historia, 1912).
— M. Griveau, Les éléments du beau, 1892.
— Íd., íd., La sphère de beauté, 1901.
— Lucien Bray, Du Beau. Essai sur l’origine et l’évolution du sentiment esthétique, 1901 ( trad. esp. : Lo bello, 1909). — G. Santayana, The Sense of Beauty, being the Outlines of Aesthetic Theory, 1896 (trad. esp.: El sentido de la belleza, 1945).
— F. Clay, The Origin of the Sensé of Beauty; Some Suggestions upon the Sources and Development of the Aesthetic Feelings, 1908.
— E. F. Crritt, Theory of Beauty, 1918, 3ed., 1962. — W. Schulze-Soelde, Das Gesetz der Schonheit, 1925.
— W. T. Stace, The Meaning of Beauty, 1929.
— Alexander, Beauty, and Other Forms of Value, 1933. — F. Mirabent, De la bellesa, Iniciado als pro blemas de l’estètica, disciplina filosó fica, 1936.
— Theodor Hackner, Schonheit, Ein Versuch, 1936.
— F. Medicus, VOTO Wahren, Guten und Schonen, 1943.
— H. Ellsworth Cory, The Significance of Beauty in Nature and Art, 1947.
— L. Krestovsky, , LE problème spirituel de la beauté et de la laideur, 1948.
— J. Staudinger, Das Schone als Weltanschauung im Lichte der platonischaugustintschen Geiteshaltung, 1948.
— A. Dyroff, Aethetik des tatigen Geistes, 2 vols. (Die Objektivitat des Schonen; IL Die Subjektivitat des Schonen), 1948, ed. por W. Szylkarski de las obras postumas de A. Dyroff.
— R. Polin, Du mal, du laid, du faux, 1948.
— H. Osborne, Theory of Beauty, 1952.
—E. Landmann, Die Lehre vom Schonen, 1952.
— L. Quatrocchi, L’Idea del Bello nel pensiero di Platone, 1953.
— G. Nebel, Das Ereignis des Schonen, 1953.
— M. Bense, Aesthetica. Metaphysische Betrachtungen am Schonen, 1954 (trad. esp.: Estética, 1957).
— L. J. Guerre ro, ¿Qué es la belleza?, 1954.
— J. L. Jarrett, The Quest for Beauty, 1957.
— Richard y Gertrud Koebner, Vom Schonen und seiner Wahrheit. Ei ne Analyse asthetischer Erlebnisse, 1957 [fenomenología de la forma y del «presente» estéticos].
— Las ideas de Scheler, en su Etica (Cfr. art. sobre SCHELER); las de N. Hartmann, en su Estética (Cfr. art. sobre HARTMANN [NICOLAI]) .

Compilado por Abasuly Reyes – jueves, 30 de junio de 2011, 12:46