La monja católica recibió el premio el 11 de diciembre de 1979; hoy se cumplen este año se cumplieron 20 años de su muerte.

Agnes Gonxha Bojaxhiu, también conocida como Teresa de Calcuta, nació el 26 de agosto de 1910 en Skopie, hoy capital de Macedonia, y murió el 5 de septiembre de 1997, en India. Hoy se cumplen 20 años de su fallecimiento. Como monja católica fundó la congregación de las Misioneras de la Caridad en Calcuta, en 1950, donde ayudó durante más de cuatro décadas a pobres y enfermos. Fue canonizada por el papa Francisco en 2016. El 11 de diciembre de 1979 recibió el Nobel de la Paz por sus tareas humanitarias. La recordamos con su famoso discurso de aceptación:

A continuación, algunos fragmentos importantes del discurso

Nunca me olvido de la oportunidad que tuve cuando visité un hogar de ancianos en el que habían sido dejados por sus hijos e hijas y tal vez olvidados. Y fui ahí, y vi que en ese hogar tenían de todo, cosas hermosas, pero todos miraban hacia la puerta. Y no vi una pobre sonrisa en sus rostros. Y me di la vuelta hacia la hermana y le pregunté ¿cómo puede ser?, ¿cómo puede ser que estas personas que tienen todo, miran hacia la puerta?, ¿porqué no sonríen? Y es que estoy tan acostumbrada a ver una sonrisa en nuestra gente, incluso los moribundos sonríen, y ella me contestó: Esto es casi todos los días, ellos están a la espera, están esperando que un hijo o hija vengan a visitarlos. Están heridos porque están olvidados, y mire- es aquí donde se muestra el amor. Esa pobreza es la que se vive en nuestros propios hogares, es ahí donde se da la negligencia del amor.

Me sorprendió mucho ver en occidente a tantos chicos y chicas jóvenes ceder ante las drogas, e intenté descubrir el por qué- ¿por qué es así? y la respuesta fue: porque no hay nadie en la familia que les reciba. El padre y la madre están tan ocupados que no tienen tiempo. Los padres jóvenes tienen tantas ocupaciones que el hijo vuelve a la calle y se involucra en otras cosas.

Muchas personas están muy, muy preocupadas por los niños en India, por los niños en África, donde muchos mueren, tal vez de desnutrición, de hambre u otras cosas, pero millones están muriendo de forma deliberada por la voluntad de la madre. Y ese es el mayor destructor de la paz hoy.

Tengo una creencia que quiero compartir: el mayor destructor de la paz hoy en día es el llanto de un niño inocente no-nacido. Si una madre puede matar a su propio hijo en su seno, ¿qué peor crimen puede haber que matarse el uno al otro?

Hoy, millones de no-nacidos son asesinados y no decimos nada. En los periódicos leemos esto y lo otro, pero nadie habla de los millones de pequeños que han sido concebidos con el mismo amor que tú y que yo, con la vida de Dios. Y no decimos nada, nos callamos.

Para mí, esas naciones que han legalizado el aborto son las naciones más pobres de todas. Tienen miedo de los más pequeños, tienen miedo de los niños no nacidos. Y el niño tiene que morir, porque no quieren a este hijo -ni a uno más-, no lo quieren educar, no le quieren dar de comer, y el niño debe morir. Les suplico en nombre de los más pequeños: salven a los que van a nacer, ¡reconozcan la presencia de Jesús en ellos!

Cuando María fue a darle la buena noticia a Isabel, al entrar en la casa de su prima, el hijo – el que estaba en el seno de Isabel- saltó de alegría. Fue ese pequeño no-nacido el primer mensajero de la paz.

Es por ello que prometemos salvar a todo niño no nacido. Denle la posibilidad a cada niño de amar y ser amado. En la India estamos luchando contra el aborto con la adopción. Con la gracia de Dios, podemos tener éxito. Él bendice nuestro trabajo. Hemos salvado miles de vidas, han encontrado un hogar donde se les ama, desea, y donde traen alegría.

No se trata de cuanto hacemos, sino del amor que pongamos en lo que hacemos.