Una lectura filosófico-científica sobre la economía moral y la emancipación de la conciencia moderna por Leonardo Lalía.

Prefacio

Vivimos en una civilización que ya no reza, pero sigue creyendo. No cree en dioses, sino en sistemas; no pide milagros, sino garantías. La antigua economía del alma se transformó en economía del rendimiento, y las iglesias en corporaciones de sentido. El dogma cambió de nombre, pero no de estructura: seguimos obedeciendo a una idea de valor infinito, administrada por instituciones que prometen salvación, progreso o éxito a cambio de tiempo, fe y trabajo. Este texto no busca fundar una nueva creencia, sino desmontar esa arquitectura invisible — para recuperar la conciencia como espacio libre, sin contadores del alma ni banqueros del infinito.

Del culto al cálculo

El problema de nuestra época no es la existencia o ausencia de Dios, sino la persistencia de sus administradores. En el pasado fueron sacerdotes; hoy lo son las corporaciones (empresarias y espirituales), los estados, los algoritmos y las instituciones del conocimiento.

Todos reclaman autoridad sobre el sentido, la moral o la verdad. Han heredado del pensamiento teológico una estructura central: la del capital infinito, la creencia en un valor supremo que promete un retorno sin límite a cambio de obediencia o sacrificio.

Nietzsche: el crédito moral y la invención de la deuda

Nietzsche desentrañó el origen de esa economía del alma. En «Genealogía de la Moral» describió cómo la religión convirtió la culpa en una forma de crédito. El ser humano pasó de ser criatura a deudor del infinito: debía algo a los dioses por haber recibido la vida. El sacerdote se volvió el primer agente de crédito espiritual, administrador de una deuda que solo podía cancelarse en la eternidad.

Spinoza: el infinito sin deuda

Spinoza propuso una visión radicalmente distinta. En su Ética, concibió a Dios como la totalidad de la Naturaleza: una sustancia infinita, sin jerarquías ni exigencias. En ese universo, no hay culpa ni redención, porque nada está separado de su causa. El infinito no necesita administradores: se manifiesta directamente en cada cosa.

Hegel: la servidumbre interior

Hegel mostró que la conciencia se forma a través del reconocimiento mutuo: amo y esclavo se definen uno al otro. Pero cuando la figura del amo se internaliza —cuando el sujeto asume la autoridad como parte de su identidad— la servidumbre se vuelve invisible.

Derrida: el diferimiento como estructura del poder

Derrida llevó este diagnóstico al plano del lenguaje y del sentido. Mostró que todo significado se sostiene en un diferimiento: una promesa que nunca se cumple por completo. La religión y la economía funcionan igual. La salvación y la ganancia perpetua son dos versiones del mismo aplazamiento.

El capital total: ciencia, moral y subjetividad

El capitalismo contemporáneo ha expandido esa lógica hasta absorber todas las formas del valor. El conocimiento se mide por productividad, la empatía por reputación, la ética por impacto social. Incluso la autenticidad se ha convertido en recurso de mercado.

La Egodisea: biografía de la deuda

Podríamos llamar Egodisea a esta condición contemporánea: la odisea del yo en un mundo donde cada valor es una deuda y cada creencia una hipoteca. El individuo ya no busca sentido, sino solvencia simbólica. Su identidad se construye mediante indicadores de coherencia, productividad o mérito.

Hacia una conciencia libre

La emancipación no requiere destruir las estructuras de poder, sino desactivar su gramática interna: la de la deuda infinita. Una conciencia libre no necesita intermediarios entre ella y el mundo. No adora, no teme, no debe. Reconoce el infinito como condición natural del ser, no como promesa de recompensa.

Conclusión: anular la economía del infinito

La tarea del pensamiento contemporáneo no es fundar una nueva fe, sino anular la economía del infinito que estructura tanto la religión como el capital. Mientras creamos que debemos algo —a Dios, al sistema, al ideal de éxito o a la moral colectiva— seguiremos reproduciendo la misma servidumbre interior. Una conciencia libre no se define por lo que cree, sino por lo que comprende.

Por Leonardo Lalía acorde a las siguientes fuentes consultadas:

Leibniz, G.W. Essais de Théodicée (1710).
Nietzsche, F. (1998). On the Genealogy of Morals. Translated by W. Kaufmann. Vintage Books.
Spinoza, Baruch. Ética demostrada según el orden geométrico (1677).
Spinoza, Baruch. Tratado teológico-político (1670).
Hegel, Georg Wilhelm Friedrich. Fenomenología del espíritu (1807).
Nietzsche, Friedrich. La genealogía de la moral (1887).
Derrida, Jacques. Dar (el) tiempo.