La palabra pobreza se deriva del adjetivo pobre con un sufijo de cualidad patrimonial -eza que viene del latín -itia/-icia (por ejemplo del latín malitia viene maleza). El adjetivo pobre viene del latín pauper, pauperis (pobre, que produce poco) con monoptongación de au en o, sonorización de p intervocálica y síncopa (paupere(m)>pobre). Este adjetivo latino contiene la raíz indoeuropea *pou- (poco, pequeño) y la raíz indoeuropea *per(ә)1- (producir o procurar), y de él nos llegan también palabras como su superlativo paupérrimo y el verbo depauperar.

La raíz indoeuropea *pou- (poco), nos da también en latín las palabras:
– Paucus (poco), de la que derivan poco, apocado y tampoco.
– Parvus (pequeño) de la que vienen párvulo o parafina.
– Puer (niño), de la que proceden pueril, puericia, puericultor, puerperio o puerperal.
– Pullus (pollo, cría de ave, retoño de un vegetal), de la que derivan pollo, empollar, repollo o pulular.

La raíz indoeuropea *per(ә)1- (producir o procurar) la encontramos en:
El verbo latino parare (preparar, equipar, procurar), del que tenemos innumerables derivados como parar, preparar, paradero, paraje, amparar, aparador, aparato, comprar, separar, reparar, disparar, parapeto, etc.

También es la misma raíz que da el verbo parĕre (dar a luz, parir, verbo distinto de parēre, obedecer), del que proceden parir, pariente, parentela, parentesco, parto, emparentar, primípara, puerperio, puerperal y repertorio.

La pobreza como situación o condición socioeconómica de la población

Refiere a los que no pueden acceder o carecen de los recursos para satisfacer las necesidades físicas y psíquicas básicas que permiten un adecuado nivel y calidad de vida tales como la alimentación, la vivienda, la educación, la asistencia sanitaria o el acceso al agua potable. También se suelen considerar la falta de medios para poder acceder a tales recursos, como el desempleo, la falta de ingresos o un nivel bajo de los mismos. También puede ser el resultado de procesos de exclusión social, segregación social o marginación. En muchos países del tercer mundo, la situación de pobreza se presenta cuando no es posible cubrir las necesidades incluidas en la canasta básica de alimentos o se dan problemas de subdesarrollo.

En los estudios y estadísticas sociales se distingue entre pobreza y pobreza extrema, definiéndose la pobreza extrema como aquella situación en la que una persona no accede a la canasta básica de alimentos (CBA) que le permita consumir una cantidad básica de calorías por día, y pobreza como aquella situación en la que una persona no accede a una canasta básica de bienes y servicios más amplia (CBT), que incluye además de los alimentos, rubros como los servicios públicos, la salud, la educación, la vivienda o la vestimenta.2​ El Banco Mundial ha cuantificado ambas líneas, estableciendo desde octubre de 2015, la línea de pobreza extrema (indigencia) en 1.90 dólares por día y la línea de pobreza en 3.10 dólares diarios.

Según el Informe de Desarrollo Humano de 2014 del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) uno de cada cinco habitantes del mundo vive en situación de pobreza o pobreza extrema. Es decir, 1500 millones de personas no tienen acceso a saneamiento, agua potable, electricidad, educación básica o al sistema de salud, además de soportar carencias económicas incompatibles con una vida digna.

En la mayoría de contextos sociales la pobreza se considera algo negativo y penoso, si bien en algunos ámbitos de carácter espiritual o religioso la pobreza voluntaria se considera una virtud por implicar la renuncia a los bienes materiales —voto monástico de pobreza—. Históricamente la pobreza ha sido valorada de muy distinta forma según la ideología o ideologías de cada época; así ocurría en el pensamiento económico medieval. Distinta a la pobreza voluntaria es la vida austera o vida sencilla cercana a posiciones tanto espirituales como ecologistas —decrecimiento—.

Tres significados básicos

El concepto de pobreza es antiguo . El término español proviene etimológicamente del término latino paupertas, que remite originalmente a la condición de ‘pauperos’ que significa, literalmente, parir o engendrar poco y se aplicaba al ganado y, por derivación, a la tierra pobre, es decir, infértil o de poco rendimiento. De esta acepción de pobreza como falta de potencialidad o capacidad de producir deriva un concepto distinto que apunta a la carencia misma de una serie de bienes y servicios básicos. Es la pobreza absoluta.

También surgió tempranamente el concepto de pobreza como contraposición al de riqueza, de donde proviene el concepto de pobreza relativa.

La idea de pobreza puede encontrarse en antiguos textos, como la Biblia judía, y el Popol Vuh maya-quiché.

Pobreza como falta de desarrollo humano

El enfoque más moderno sobre la pobreza lleva el sello del premio nobel Amartya Sen, y se inspira en la acepción primigenia de pobreza como falta de capacidad de producir o de realizar su potencial productivo. En este enfoque el énfasis está puesto no tanto en el resultado (ser pobre en el sentido de no disponer de ingresos o bienes suficientes) sino en el ser pobre como imposibilidad de alcanzar un mínimo de realización vital por verse privado de las capacidades, posibilidades, y derechos básicos para hacerlo. Esta forma de ver la pobreza se inspira, como Sen mismo lo destaca, en la filosofía aristotélica que define la “buena vida” como aquella en que se han realizado o florecido todas las capacidades encerradas en la naturaleza de los seres humanos (que según Aristóteles pueden ser muy diversas, como aquella que lleva a algunos a ser señores y a otros a ser esclavos). Esta concepción es parte de la ontología o doctrina del ser de Aristóteles donde las cosas tienen una naturaleza que determina y fija las finalidades o plenitud de su desarrollo. Así, en la política nos dice que “la naturaleza de una cosa es precisamente su fin, y lo que es cada uno de los seres cuando ha alcanzado su completo desenvolvimiento se dice que es su propia naturaleza”. El pleno florecimiento humano requiere, según Aristóteles, de la polis o ciudad, como conjunto organizado y autosuficiente de seres humanos que han realizado sus diversas naturalezas y las ponen al servicio unos de otros.

Este concepto de pobreza, actualizado por Amartya Sen y despojado de sus rasgos incompatibles con una sociedad basada en la igualdad básica de los seres humanos, podría ser definido como pobreza de desarrollo humano. Este es el enfoque que ha sido instrumentalizado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), estableciendo una serie de criterios de satisfacción de necesidades básicas —esperanza de vida, logros educacionales e ingreso, que son la base del así llamado Índice de Desarrollo Humano (IDH)— que formarían la base de recursos y habilidades que permiten el “desarrollo humano, definido como el proceso de ampliación de las opciones de las personas y mejora de las capacidades humanas (la diversidad de cosas que las personas pueden hacer o ser en la vida) y las libertades”. A partir de ello el PNUD ha elaborado un Índice de Pobreza Humana (IPH) que se describe de la siguiente manera: “En lugar de utilizar los ingresos para medir la pobreza, el IPH mide las dimensiones más básicas en que se manifiestan las privaciones: una vida corta, falta de educación básica y falta de acceso a los recursos públicos y privados.”

El problema de este intento de instrumentalizar el enfoque de Sen radica en la reducción de sus elementos determinantes a algunas variables –como expectativa de vida, escolarización o ingreso disponible– que si bien son relativamente fáciles de medir dejan fuera del análisis del desarrollo a otros componentes esenciales del mismo como pueden ser la libertad individual o los derechos democráticos. Se reduce así la perspectiva de la pobreza de una manera que el mismo Sen ha considerado inaceptable: “La pobreza económica no es la única que empobrece la vida humana. Para identificar a los pobres debemos tener en cuenta, por ejemplo, la privación de los ciudadanos de regímenes autoritarios, desde Sudán a Corea del Norte, a los que se niegan la libertad política y los derechos civiles.”

Esto muestra la dificultad de instrumentalizar satisfactoriamente el amplio enfoque de Sen y puede llevar a absurdos como llegar a considerar que quienes viven bajo regímenes fuertemente autoritarios o simplemente totalitarios gozan de mayor “desarrollo humano” que quienes viven en sociedades que respetan los derechos y las libertades humanas. Así, según el informe de 2009 del PNUD, Kuwait permitiría a su población un desarrollo humano más alto que, por ejemplo, Portugal o la República Checa, y Cuba se ubica a este respecto en mejor posición que Costa Rica o Rumanía.

Pobreza absoluta

A esta forma previa de ver la pobreza, centrada en las capacidades para realizar las propias potencialidades, se opone otra definición igualmente antigua, aquella que ve la pobreza y la condición de pobre (pauper) como un estado de privación o falta de recursos para poder adquirir una “canasta de bienes y servicios” necesaria para vivir una vida mínimamente saludable. Este enfoque fue sistematizado a comienzos del siglo XX por el británico Seebohm Rowntree en Poverty: A Study of Town Life (1901), un estudio pionero sobre la pobreza que se transformaría en el punto de partida y referencia de los futuros estudios sobre el tema. La razón de ello es doble. Por una parte, este estudio se basa en una amplia investigación empírica realizada en York, la ciudad natal de Rowntree, que abarcó nada menos que 11 560 familias, lo que equivalía a unas dos terceras partes de todas las familias de York. La segunda razón es que para llevar adelante su investigación Rowntree elaboró una serie de conceptos y métodos de medición que pasarían a formar instrumentos centrales en prácticamente todos los estudios posteriores sobre el tema. Entre estos instrumentos se destaca la elaboración de una “línea de pobreza”, que no solo incluía la alimentación, sino además el acceso a la vivienda, a prendas de vestir adecuadas y otros objetos absolutamente necesarios para mantener lo que Rowntree llamó “un funcionamiento puramente físico”. Esto le permitió definir dos tipos de pobreza, la “pobreza primaria” y la “pobreza secundaria”. En pobreza primaria vivían aquellas “familias cuyo ingreso total no era suficiente para obtener el mínimo necesario para mantener un funcionamiento puramente físico”. En pobreza secundaria vivían las familias que podían alcanzar ese mínimo, pero no disponían de excedentes.

Estamos aquí frente a lo que habitualmente se denomina pobreza absoluta y todavía es hoy la medida globalmente más usada para determinar la extensión de la pobreza, tal como lo muestran los cómputos realizados por el Banco Mundial sobre la base de una “línea internacional de pobreza”. Esta línea fue tradicionalmente fijada en 2 dólares estadounidenses de 1985 per cápita, en paridad de poder adquisitivo, para definir la pobreza y en 1 dólar para definir la pobreza extrema. En agosto de 2008, la línea de pobreza extrema fue reajustada a 1,25 dólares. Esta cantidad refleja el promedio del ingreso mínimo necesario para sobrevivir en los diez a veinte países más pobres del mundo.

Pobreza relativa

Frente a este criterio o forma de medir la pobreza ha existido otro enfoque igualmente clásico que apunta a la posibilidad de adquirir una canasta de bienes y servicios que puedan asegurar una vida digna de acuerdo a las convenciones y estándares de una sociedad determinada. En este caso tenemos la así llamada pobreza relativa, que varía con el desarrollo social que va determinando, en cada época y sociedad, aquel mínimo de consumo bajo el cual más que ver amenazada la supervivencia se cae en un estado de exclusión o imposibilidad de participar en la vida social. El ejemplo clásico de esta forma de pobreza fue dado por Adam Smith en La riqueza de las naciones al escribir: “Por mercancías necesarias entiendo no solo las indispensables para el sustento de la vida, sino todas aquellas cuya carencia es, según las costumbres de un país, algo indecoroso entre las personas de buena reputación, incluso entre las de clase inferior. En rigor, una camisa de lino no es necesaria para vivir. Los griegos y los romanos vivieron de una manera muy confortable a pesar de que no conocieron el lino. Pero en nuestros días, en la mayor parte de Europa, un honrado jornalero se avergonzaría si tuviera que presentarse en público sin una camisa de lino. Su falta denotaría ese deshonroso grado de pobreza en el que se presume que nadie podría caer sino a causa de una conducta en extremo disipada.”

El riesgo de esta forma de ver la pobreza y, en general, de toda la idea de la pobreza relativa ha sido bien apuntado por Amartya Sen, quién hace un llamado a no perder de vista el “núcleo irreductible de privación absoluta en nuestra idea de pobreza”. El riesgo es llegar a una relativización total de “la pobreza” siguiendo la famosa frase de Mollie Orshansky acerca de que “la pobreza, como la belleza, está en el ojo de quien la percibe”.​ Además, las expectativas sociales se mueven constantemente en la medida en que una sociedad se desarrolla, elevando sucesivamente nuestra vara de medir el umbral de lo que Smith llamaba “ese deshonroso grado de pobreza”. De esta manera se puede relativizar y hasta banalizar el concepto de pobreza, hasta el punto de decir que, por ejemplo, en Estados Unidos hay un porcentaje mayor de pobres que, en los países del África subsahariana. También se puede llegar a la conclusión que la pobreza aumenta al aumentar el bienestar general de una sociedad ya que las expectativas sobre el “mínimo socialmente aceptable” pueden aumentar más rápidamente que el bienestar real de la población.

Pobreza relativa como desigualdad

Otra forma muy común de usar el concepto de pobreza relativa es simplemente hacerlo sinónimo de una cierta medida de la distribución del ingreso en un país dado. Esta pobreza relativa aparente acostumbra a ser definida a partir de un umbral de ingreso medido como porcentaje del ingreso medio del país respectivo. Así por ejemplo, es usual llamar pobres o “en riesgo de pobreza” a todos aquellos que disponen de menos del 60 % del ingreso disponible medio de la sociedad en que viven. Actualmente se aceptan comúnmente tres categorías derivadas de esta forma de medir la pobreza: la población que dispone entre un 50 y un 60 % del ingreso medio es catalogada como “en riesgo de pobreza”, aquella que dispone entre 40 y 50 % de ese ingreso es catalogada como “pobre” y la que dispone de menos del 40 % se encontraría en “pobreza extrema”. En 2007 dentro de la Unión Europea, que usa justamente estos porcentajes, el 6 % de su población estaba en una condición de “pobreza extrema” (menos del 40 % del ingreso disponible medio), esta cifra se elevaba al 10 % si usamos la línea del 50 % (pobreza) y al 17 % si la línea se ubica en el 60 % del ingreso medio. Esta es el mismo tipo de medición de la pobreza usada en España y según el cual un 20,8 % de los españoles se encontraba en una situación de “pobreza relativa” o “riesgo de pobreza” el año 2010. Sin embargo, el poco sentido que tiene este tipo de mediciones de la pobreza relativa aparente se hace evidente cuando constatamos que en 2007 un luxemburgués se encontraba, según la UE, “en riesgo de pobreza” pudiendo disponer de un ingreso de hasta 17 575 euros anuales, mientras que el riesgo de pobreza de un rumano empezaba con apenas la décima parte, es decir, con 1765 euros anuales del mismo poder adquisitivo. Esta forma de definir la pobreza puede llevar a resultados incluso más absurdos, como ser el poder constatar un gran aumento de la pobreza (relativa aparente) durante épocas de fuerte disminución de la pobreza (absoluta). Este es, por ejemplo, el caso de China durante los últimos tres decenios, durante los cuales un crecimiento económico espectacular ha sacado a más de 600 millones de chinos de la pobreza (absoluta) pero a la vez, en razón de una mayor desigualdad en la distribución del ingreso, ha aumentado rápidamente el número de pobres (relativos). En buenas cuentas, con esta medida de la pobreza relativa aparente podríamos llegar a considerar al país más pobre de la tierra como un país sin pobres si su distribución del ingreso fuese lo suficientemente pareja.

Pobreza relativa como privación

Este mismo riesgo corre otro de los enfoques más influyentes sobre la pobreza, aquel que usa el término de deprivation (privación) para definir la pobreza. Se trata de una medida relativa, que indica la ausencia de ciertos atributos, recursos o estatus que otras personas poseen. La privación relativa puede ser definida de manera objetiva, como una medición del contenido real o material de ese “tener menos que otros”, pero también de manera subjetiva, atendiendo fundamentalmente al sentimiento de tener menos que otros. Como tal podría ser llamada una medida de la envidia humana y de hecho, aplicando este criterio, prácticamente cualquiera podría ser definido como pobre. Ahora bien, para transformar algo tan relativo en un indicador que realmente tenga algo que ver con la pobreza o la vulnerabilidad se requiere buscar un umbral de privación o de distancia respecto del nivel de vida normal de una sociedad que impida mínimos satisfactorios de actuación o participación social. Peter Townsend apunta al respecto que es fundamental “definir el estilo de vida generalmente compartido o aprobado en cada sociedad y evaluar si […] hay un punto en la escala de la distribución de recursos por debajo del cual las familias encuentran dificultades crecientes […] para compartir las costumbres, actividades y dietas que conforman ese estilo de vida.”

De esta manera estaríamos prácticamente de vuelta en la pobreza relativa, tal como por Adam Smith la trató. Sin embargo, el uso de este concepto puede tener un valor importante si lo aplicamos en el sentido más clásico del término, aquel de privación relativa subjetiva elaborado por Robert Merton, ya que entrega elementos importante para entender la dinámica de la formación de la conciencia y los conflictos sociales, los que parten del sentimiento de privación más que de la privación o la pobreza en sí mismas. Otro autor clásico que resumió muy bien esta idea es Karl Marx al escribir: «Sea grande o pequeña una casa, mientras las que la rodean son también pequeñas cumple todas las exigencias sociales de una vivienda, pero, si junto a una casa pequeña surge un palacio, la que hasta entonces era casa se encoge hasta quedar convertida en una choza […] y por mucho que, en el transcurso de la civilización, su casa gane en altura, si el palacio vecino sigue creciendo en la misma o incluso en mayor proporción, el habitante de la casa relativamente pequeña se irá sintiendo cada vez más desazonado, más descontento, más agobiado entre sus cuatro paredes»