Por ser el órgano del sentido de la audición, el oído ayuda a los humanos a abrirse al mundo exterior por medio de la escucha. Este órgano representa nuestra capacidad de escuchar bien para comprender mejor lo que sucede en el exterior. Los problemas más frecuentes son los siguientes: OTALGIA, OTITIS, MASTOIDITIS, DOLORES, INFLAMACIONES, ECCEMA y SORDERA, así como las enfermedades que empiezan con OTO (como OTOMICOSIS).

Muchas enfermedades tienen por causa el odio. Alimentar el odio nos hace detestar a las personas, hace volver malos, nos incita a lanzar palabras ofensivas con la rabia en el corazón. Cuando vivo odio, rabia, tengo la sensación de que algo quema en mí, en diversos sistemas: digestivo, pulmonar y también en relación con la vesícula biliar y el hígado.

En la evolución de estos signos que manifiesta el cuerpo, se anuncian “dolencias” cada vez más graves. Puedo atraerme incluso un cáncer. El amor es la base de toda vida. Aprendo a perdonarme y a perdonar a los demás. Acepto comprender a las personas, las situaciones de otro modo, con amor.

En el oído también se encuentra el centro del equilibrio, que informa sobre la posición de la cabeza y del cuerpo, así como sus desplazamientos en los diferentes planos del espacio. Cuando esta función falla, resulta el SÍNDROME DE MENIERE.

Cualquier problema que impida oír bien es una indicación de que la persona juzga demasiado lo que oye y siente mucha ira interna. Busca taparse los oídos para no oír. Las otitis son cada vez más frecuentes en los bebés, porque a los recién nacidos les resulta difícil oír las reprimendas de los adultos.

Quieren oír razones inteligentes acerca de por qué actuar o no actuar de tal modo, en lugar de razones emotivas o mentales. También quieren oír palabras coherentes. La sordera se manifiesta también en una persona que tiene dificultad para oír a los demás; está demasiado ocupada pensando en lo que va a decir.

En general, es una persona que con facilidad se siente acusada y vive a la defensiva. Oír una crítica, aunque sea constructiva, la aflige. Una persona terca, que se cierra a los consejos de los demás y sólo obra a su antojo, también puede crearse el problema de oír menos o de no oír nada.

Las personas que tienen miedo de desobedecer también tienen problemas de sordera. No se conceden el derecho de desviarse. Por otro lado, puede ser una persona tan sensible que no quiera oír los problemas de los demás por miedo a sentirse obligada a resolverlos y no tener tiempo para sí misma.

Si hay un dolor en el oído que no afecte la audición, el mensaje del cuerpo es hacerle saber a la persona que lo sufre que se siente culpable y quiere castigarse por lo que desea o no desea oír. Si el problema es sólo estético, por ejemplo, que le impida a una mujer usar pendientes, su cuerpo le dice que se conceda el derecho de que le gusten los adornos sin sentir culpa por ponérselos.

Si no quieres o no puedes oír lo que sucede o se dice a tu alrededor (tienes los oídos tapados), es el momento de que comiences a escuchar con los oídos del corazón. Te ayudaría aceptar que aquellos a quienes te cuesta trabajo oír hacen lo que pueden, aun cuando no estés de acuerdo con ello.

No es lo que dicen lo que más te molesta, sino tu percepción de lo que dicen. Si retomas la confianza en ti y aceptas la idea de que no necesariamente quieren perjudicarte, se te facilitará amarte más y abrirte a lo que los demás tienen que decir. Si crees que los demás te quieren sólo cuando obedeces, es importante que cambies esta creencia. Ella te hace tener miedo de ser sorprendido en falta hasta el extremo de volverte sordo para tener una excusa por no haber obedecido.

Si eres del tipo que quiere resolver la vida de todos tus seres queridos, es preferible que aprendas a escucharlos sin sentirte responsable de su bienestar, en lugar de volverte sordo. De este modo serás más comprensivo y favorecerás la apertura de tu corazón en lugar de cerrar tus oídos.

En lo que respecta a los dolores en el oído, en lugar de acusarte es preferible que cambies tus creencias. Para ello, puedes compartir con los demás tus sentimientos de culpa, lo que te ayudará a comprobar si lo que crees es realmente cierto.