Todas las personas tienen capacidad de acción y reflexión y poseen una inteligencia relacionada a su cultura. Esta inteligencia abarca el saber académico, el práctico y el comunicativo. En las Comunidades de Aprendizaje esa inteligencia cultural debe encontrar las formas y los medios para expresarse en condiciones de igualdad. Habermas y Chomsky, dos de los autores que han contribuido para la construcción de este principio, defienden que todas las personas tienen habilidades comunicativas innatas, es decir, son capaces de producir lenguaje y generar acciones en el entorno en donde viven. Vygotsky también aporta el concepto de la inteligencia práctica cuando afirma que los niños aprenden haciendo. Scribner, a la luz de Vygotsky, nos muestra que las personas mayores, en sus actividades diarias, operan cognitivamente de maneras equivalentes a las desarrolladas por los niños.

Tipos de inteligencia cultural

Dentro de la inteligencia cultural encontramos tres tipos o componentes básicos que corresponden a los tres elementos inherentes al ser humano: el componente físico, vinculado al cuerpo; la parte cognitiva o mental, y el factor emocional o motivacional.

  • Inteligencia cultural cognitiva: Corresponde a la capacidad para aprender naturalmente las normas, las costumbres, las creencias y los tabúes de otras culturas.
  • Inteligencia cultural emocional: Es la suma de la voluntad y la motivación que conduce a la adaptación de una persona dentro de un nuevo entorno cultural.
  • Inteligencia cultural física: Se caracteriza por la rápida asimilación de elementos asociados a la comunicación no estrictamente verbal, como el lenguaje corporal, los cambios en el tono de voz o la acentuación de ciertas palabras durante el habla.

La cultura dentro de una organización

La inteligencia cultural es tan poderosa que un ejecutivo puede poner en riesgo su crecimiento profesional si no se adapta rápidamente. Por lo tanto es una aptitud y habilidad crítica para crecer en una organización. Las empresas multinacionales, instituciones privadas y de gobierno tienen su propia cultura organizacional, creencias y costumbres.

Cualquier profesional que ingresa en una organización tiene que conocer en las primeras semanas el código cultural, hora de entrada, código de vestimenta, manejo de jerarquías, juntas, relación con clientes y proveedores.

Por ejemplo, si la política está enfocada a desarrollo de proveedores que crezcan con la empresa o manejarse como algunos autoservicios en México, que son tan rudos para negociar que han hecho quebrar a proveedores de ropa, blancos, vajillas y productos de consumo. Si es una empresa enfocada al cliente o a llegar al número mágico que definió la dirección.  Sin importar el prestigio y la permanencia de la empresa en el largo plazo.

La inteligencia cultural está relacionada con la inteligencia emocional.  Un ejecutivo con alta inteligencia emocional puede entender el comportamiento de la gente así como entender los códigos no escritos de la organización.

Es importante pensar antes de actuar y no permitir que nuestras emociones nublen nuestro pensamiento y capacidad de análisis.

Cómo desarrollar la inteligencia cultural en 5 pasos

A continuación veremos 5 claves para poder trabajar la inteligencia cultural y las habilidades interculturales en las organizaciones, así como en cualquier relación entre personas de origen cultural distinto.

1. Nutre la curiosidad

Para aumentar la inteligencia cultural, puedes empezar observando a las personas: ¿cómo se comportan?, ¿siguen alguna pauta cultural distinta? Si tienes cerca a alguna persona con una cultura de origen distinta, puedes interesarte por ella y formularle preguntas e inquietudes.

Si quieres avivar la curiosidad de tu equipo, puedes recomendar lecturas, promover talleres y charlas sobre interculturalidad o abrir foros de debate.

2. Toma conciencia

Reflexionar acerca de cómo te relacionas con otras personas es un paso fundamental para avanzar en el desarrollo de la inteligencia cultural. Del mismo modo, puedes pedir a las personas que trabajan contigo que hagan lo mismo.

Para superar esta fase con éxito, habrá que plantearse cómo es la propia cultura y qué elementos la rigen. Por ejemplo, en las denominadas culturas de alto contexto, como es el caso de China, Grecia, o la mayoría de países africanos, lo que no se dice es tan o más importante como las palabras; en cambio, en territorios de bajo contexto, como Alemania o Estados Unidos, los mensajes detallan y definen el contenido que contienen casi por completo.

En ese sentido, antes de establecer cualquier relación, ya sea personal o profesional, con una persona culturalmente distinta, es recomendable pararse a identificar cómo los rasgos culturales propios y de tu interlocutor_ pueden influir en la comunicación que se establezca.

3. Detecta tus sesgos

Después del proceso de toma de consciencia, el siguiente paso será detectar los prejuicios y sesgos que puedas tener. Es lógico que existan, ya que la mayoría de las veces son la consecuencia de estímulos recibidos desde la infancia. De hecho, una de las causas por las que pueden estar ahí es, precisamente, la dificultad para verlos — por ello se habla de sesgos inconscientes.

Una forma de detectarlos es realizar el Test de asociación implícita de la Universidad de Harvard. Esta sencilla prueba muestra cómo, de forma involuntaria, tendimos a mostrar preferencia por un tipo de personas u otras, ya sea en función de su aspecto físico, su tono de piel, su orientación sexual, su edad o su género.

Detectando los propios prejuicios conseguiremos fácilmente no caer en ellos y establecer una comunicación sin juicios.

4. Piensa diferente

A la hora de interactuar con personas de otras culturas, no debemos esperar que lo hagan como lo haríamos nosotros. Hacerlo supondría un error y, en términos de negocio, podría llegar a poner en riesgo procesos de negociación, relaciones comerciales y acciones de cooperación entre distintas empresas o delegaciones.

Sabiendo que, muy probablemente, existan diferencias en la otra parte, antes de reunirse con ella convendrá retomar la fase de curiosidad, observación y análisis de la realidad cultural a la que queramos acercarnos. Asimismo, durante el encuentro, la mentalidad abierta, la prudencia y la empatía pueden ser los mejores aliados para desarrollar con éxito la inteligencia cultural propia y del equipo.

5. Sal de la zona de confort

Como hemos visto, la inteligencia cultural es una habilidad que se puede entrenar. Para hacerlo, no hay mejor forma que enfrentarse a una situación o contexto desconocidos, en la que no estemos del todo cómodos.

Una técnica útil para avanzar en este proceso puede ser lo que resume el aforismo ‘fake it until you make it’. Es decir: mostrando confianza y con mentalidad optimista se pueden llegar a internalizar, entender y reproducir las formas de relacionarse en este mundo global. Así, poner en práctica nuevas conductas será como ir al gimnasio: poco a poco, los tres tipos de inteligencia cultural — cognitivo, físico y emocional — se irán fortaleciendo.

Compilación del Dr Fabián Sorrentino acorde a las siguientes Fuentes: Laura Valls PanaderoRevista Expansión