Diligencia en procurar el bien ajeno aun a costa del propio. En ecología se entiende por altruismo el fenómeno por el que algunos genes o individuos de la misma especie benefician a otros a costa de sí mismos.

El altruismo (del francés antiguo altrui, «de los otros») se puede entender como:

  • Ayudar o servir constructivamente para vivir una positiva experiencia de empatía, conducta relacionada con la filantropía.
  • Sacrificio o abnegación personal en beneficio de otros.

De acuerdo a la Real Academia Española, el altruismo proviene del francés altruisme y designa la «diligencia en procurar el bien ajeno aún a costa del propio».

Visión desde la Psicología

El término altruismo se refiere a la conducta humana y es definido como la preocupación o atención desinteresada por el otro o los otros, al contrario del egoísmo. Suelen existir diferentes puntos de vista sobre el significado y alcance del altruismo o cuidar de los demás desinteresadamente, sin beneficio alguno.

En línea con los estudios de Daniel Batson, Elena Gaviria afirma que «existe una cantidad considerable de evidencia empírica que sugiere que, por lo menos, tenemos la capacidad de comportarnos movidos por sentimientos no puramente egoístas. El que manifestemos o no esa capacidad depende probablemente de muchos factores, pero la tenemos, y eso ya es algo».

En el Modelo MET decíamos que las conductas altruístas requieren de un altísimo grado de manifestación de la conciencia.

El altruismo en sí mismo no es observable, ya que requiere inferencias sobre intenciones y motivos, así que los estudios de la psicología social se han consagrado empíricamente a la observación de la conducta de ayuda. Así pues, los elementos involucrados son el donante de ayuda o benefactor y los factores situacionales envueltos en el ofrecimiento o negación de la misma, y solo después se analizan los determinantes motivacionales de la conducta.

Según la Enciclopedia Blackwell de Psicología social (1995) se incluye dentro de las conductas prosociales consideradas beneficiosas para otras personas y para el sistema social: la ayuda (cualquier acción que tiene por consecuencia un beneficio a otra persona), el altruismo (conducta que supone más beneficios al receptor que a aquel que la realiza) y la cooperación (conducta que supone un beneficio común y en la cual son todos las que la cursan benefactores y receptores). Las dos primeras son más bien de carácter interpersonal, la última de carácter más bien grupal.

En cuanto a la ayuda, los experimentos han determinado que, contrariamente a lo que pueda suponerse, la conducta de ayuda suele inhibirse cuantos más espectadores se hallan presentes (bystander effect), ignorancia

  1. ¿Se da cuenta el individuo de que acaece algo anormal? La situación no tiene que ser ambigua.
  2. ¿Lo interpreta como una emergencia? Existe miedo al ridículo.
  3. ¿Asume la responsabilidad de intervenir? El individuo debe sentirse involucrado o sentir contacto directo con la situación, ante la «difusión de la responsabilidad» en presencia de muchos observadores, y también puede no hallarse sensibilizado a las características de la persona que necesita ayuda (persona, animal o cosa atractiva o aversiva).
  4. ¿Se considera capaz de prestar la ayuda? El hipotético altruista se considera ignorante o incapaz o no sabe cómo actuar, o tiene miedo a la responsabilidad, en especial ante situaciones complejas, o puede haber predicho un tipo de respuesta más probable.
  5. El individuo toma la decisión de intervenir.

La ayuda puede ser directa o indirecta y los costes pueden ser altos tanto por ayudar como por no ayudar. Entre los motivos de esta conducta se encuentran el refuerzo positivo del aprendizaje de la misma en el pasado, también los factores emocionales y neurológicos implicados en la empatía y la retribución y las normas sociales y personales.​ Por otra parte, el altruismo puede resultar contraproducente según el juicio del receptor: hay que distinguir entre la ayuda que alguien pide y la que se ofrece sin haber sido solicitada; en este último caso es frecuente que hacer un favor no pedido para sentirse bien el ayudante se rechace si el ayudado es persona con autoestima y autonomía altas. Desde el punto de vista del receptor, la petición de ayuda es el resultado de un proceso con tres fases que solo si se contestan afirmativamente conducen a la petición de ayuda, y en el cual hay un proceso de cálculo entre beneficios y costes:

  1. El problema que tengo ¿se solucionaría si alguien me ayudara?
  2. ¿Me resulta cotidiano pedir ayuda a alguien o no?
  3. ¿A quiénes suelo pedir ayuda? Más allá de las contrataciones profesionales.

Según A. Nadler, el que una persona decida pedir ayuda o no depende de tres factores:

  1. Sus características personales (edad, género, rasgos de personalidad).
  2. La naturaleza del problema y el tipo de ayuda que se necesita.
  3. Las características del potencial donante de la ayuda.

Desde el punto de vista de la autoestima es más costoso pedir ayuda para los hombres que para las mujeres y para las personas de más alta autoestima que para los de más baja. Respecto a lo segundo, cuando el problema está directamente relacionado con la imagen personal y social es menos probable que se solicite ayuda (es menos frecuente recurrir a un psicólogo o psiquiatra por la salud mental que a un médico por la salud física).

Como si fuera poco, es disuasor no poder devolver el favor al otro cuando creemos que se espera de nosotros que lo hagamos.

En cuanto a lo tercero, las personas suelen preferir como donantes a alguien que no sea demasiado amenazante para su autoestima antes que a una persona más competente: debe parecerse al potencial benefactor. Las personas suelen recurrir a parientes, a amigos o a personas semejantes a ellos para pedir ayuda (Alcohólicos anónimos, por ejemplo), porque las relaciones interpersonales entre desconocidos exigen reciprocidad, mientras que entre conocidos se trata de relaciones cotidianas.

Altruísmo en Filosofía

Auguste Comte acuñó la palabra «altruisme» en 1851. Muchos consideran su sistema ético algo extremo, pues según este los únicos actos moralmente correctos son aquellos que intentan promover la felicidad de otros.

Es aquella conducta que beneficia a otros, que es voluntaria y cuyo autor no anticipa beneficios externos. Aunque la finalidad propia del altruismo puede presentar varias dificultades, el motivo de esto se debe a que los agentes morales presentan toda una serie de prejuicios cognitivos que hacen las labores altruistas y activistas más dificultosas.

Algunos de estos prejuicios se reflejan en una parcialidad que lleva a dar prioridad a algunos individuos sobre otros. Esto provoca que se asigne menos importancia a ciertas causas que en realidad son más significativas que otras consideradas como menos relevantes, es decir, presentan un cierto grado de subjetividad. Algunos de estos prejuicios pueden ser las actitudes sexistas, racistas, xenofobia, chovinistas entre otras. Además, las tendencias egoístas llevan a que nos desentendamos de causas que podrían conseguir un impacto mayor en el mundo.

Por otra parte, otros prejuicios provocan que adoptemos patrones irracionales en nuestra toma de decisiones. Esto se debe a que muchas de nuestras inclinaciones e intenciones a la hora de actuar han sido seleccionadas a lo largo de la historia natural por razones de carácter evolutivo. Esto se debe a que éstas presentaron ventajas en la transmisión de nuestro material genético. Pero, en realidad, éstas no ofrecen ninguna ventaja a la hora de deliberar sobre la forma en la que debemos actuar. Más bien, todo lo contrario. Pero es necesario recalcar que estas intenciones no determinan necesariamente lo que buscamos y cómo lo debemos buscar. Pero es cierto que sí pueden modifican nuestras inclinaciones y condicionan nuestra forma de actuar en muchos casos. A lo largo de la historia evolutiva, las capacidades y disposiciones que se acabaron estableciendo no son las que estimulan la realización de ciertas funciones de la mejor manera, sino las que hicieron que el material genético se transmitiera de forma eficiente. Esto provoca que cuando intentemos formar parte de una causa de forma activa, no utilicemos nuestros recursos de la mejor forma por culpa de los distintos prejuicios o sesgos cognitivos que tenemos por causas evolutivas. Algunos ejemplos de estos sesgos cognitivos:

  • Una incompetencia a la hora de comparar correctamente distintas magnitudes cuando estas son muy grandes.
  • Confundimos aquello que deseamos que suceda con aquello que es previsible que suceda.
  • Creemos que nuestras propias experiencias representan adecuadamente el conjunto de lo que ocurre. -Nos cuesta cambiar nuestra forma de ver las cosas incluso cuando se nos presentan evidencias nuevas que deberían cambiar nuestras posiciones o inclinaciones.
  • Tendemos a no incluir en nuestras consideraciones aquellas opciones en las que hay incertidumbre.

En el siglo XIX, algunos filósofos como John Stuart Mill defendían que el ser humano no es naturalmente altruista, sino que necesita ser educado para llegar a serlo. Pitirim A. Sorokin reconocía limitaciones en el mismo. Recientemente se han hecho investigaciones que muestran que el altruismo aparece en el ser humano al cumplir los 18 meses, al igual que en el chimpancé; lo que sugiere que los seres humanos tienen una tendencia natural a ayudar a los demás.

Hay una serie de situaciones que nos incitan a los humanos a ayudarnos los unos a los otros y son las siguientes: cuando nos recompensan, cuando estamos de buen humor, cuando alguien más ayuda al hacer una atribución de altruismo y cuando las normas dictan ayuda.

Economía altruista

Otra área donde aparece el altruismo es en la economía, pero lo hace únicamente en las vertientes alternativas a la economía clásica y neoclásica, que es aquella presente en la mayoría de los manuales de estudio y en las recomendaciones de política.

Precisamente la economía altruista viene a cuestionar los supuestos básicos de la economía clásica, que suponen individuo maximizador únicamente del beneficio propio. La economía podría repensarse, a criterio de los economistas altruistas, considerando un beneficio dado por el beneficio ajeno.

Las 10 características de una persona altruista

1. Dedica tiempo a los demás
Una persona altruista dedica tiempo para apoyar a los demás sin esperar nada a cambio. No actúa por intereses personales ni por vanidad.

2. Comparte
Un altruista comparte lo que tiene sin esperar recompensas ni reconocimientos. La finalidad de la ayuda altruista es solidaria, o sea, colabora en lo que puede para entregar la atención necesaria para aquellos que lo necesitan en mayor medida.

3. Es detallista
El altruismo se asocia al amor mediante comportamientos que se dirigen hacia un cambio social abrangente, o sea, más que solo ayudar, también se dedica a pensar y actuar en detalles que pueden generar una diferencia en las causas que apoyan.

4. Es empático
Una persona altruista se caracteriza por ser empático e identificarse personalmente con las personas y las causas que le preocupan. Se esfuerza en entender el sentimiento de los otros, experimentando de forma racional y objetiva el sufrimiento, dolor y dificultades a

5. Ayuda a los necesitados
Una persona altruista ayuda a los más necesitados para aumentar las probabilidades de supervivencia de otros, sin que le importe que para ello signifique reducir sus propias comodidades o calidad de vida.

6. Protege el amor
El amor es el motor de una persona altruista, por lo tanto la protege y da a aquellos que necesitan de su compasión. El altruista usa el corazón y la cabeza para determinar el mejor camino para entregar y proteger el amor destinado a un fin común.

7. Cuida el medio ambiente
La persona altruista cuida del medio ambiente porque sabe dar y sabe agradecer lo que recibe a cambio. El medio ambiente es lo que nos da la vida y todo lo que necesitamos para sobrevivir, por lo tanto, el altruista que protege el amor, también protege el entorno que nos entrega todo sin esperar nada a cambio.

8. Promueve la paz
Un altruista promueve la paz y rechaza la guerra pensando en el bienestar de todos. Mediante la paz, las sociedades tienen más posibilidades de alcanzar un equilibrio espiritual y mental aumentando su calidad de vida interior y, como consecuencia, con su entorno.

9. Se pone en los zapatos del otro
Una persona altruista es capaz de ponerse en el zapato de los otros comprendiendo las dificultades que han pasado y las injusticias que los afectaron a pesar de no haber vivenciado las mismas situaciones. Lograr abstraerse de su propia condición y considerar que otros no tuvieron las mismas oportunidades, hace al altruista una persona que opera para ayudar a los otros genuinamente.

10. Piensa primero en los otros
El altruista piensa en los intereses de los otros antes por sobre su propio beneficio. Considera que algunos actos o cosas pueden significar mucho más para los otros que para él, compartiendo y sacrificando sin otros intereses que no sea lo que considera justo.

Fuentes:

https://www.ejemplos.co/8-ejemplos-de-altruismo/#ixzz6JdiRMmL4

https://www.significados.com/las-10-caracteristicas-de-una-persona-altruista/