Hay muchas cosas que podemos hacer para mejorar nuestra calidad de vida. Este término significa: buen nivel de energía, adecuado manejo del estrés, retardo del proceso de envejecimiento y ausencia de los desequilibrios que llamamos enfermedad declara Fabián Sorrentino en el Manual del Mentor.

Si nos autoreparamos, nos autodepuramos y nos autoregeneramos, ¿Por qué se degrada nuestra calidad de vida? ¿Por qué nos resignamos a la mediocridad, conviviendo con enfermedades crónicas y degenerativas? ¿Por qué esperamos un diagnóstico grave, para recién entonces comenzar a modificar los hábitos nocivos? La calidad de vida depende únicamente de nosotros y podemos mejorarla a través de cosas sencillas que podemos incorporar en nuestra rutina diaria, beneficiando a todo el entorno familiar.

¿Por qué cree usted que nos ocurren estas cosas?
– Vivimos menos y peor.
– Envejecemos más rápido.
– Los niños tienen problemas de viejos.
– Nos falta energía.
– No manejamos el estrés.
– Nos resignamos a la mediocridad.
– Convivimos con enfermedades crónicas.
– Aumentan las afecciones degenerativas.
– La ancianidad no es dignidad; se padece

¿Puede ser todo culpa de virus, genética o estrés?
Virus y genes requieren siempre las necesarias e imprescindibles condiciones favorables para expresarse. Si no le brindamos un “terreno” acorde, no pueden manifestarse.
Por su parte, el estrés es consecuencia y no causa del problema.

¿Qué hay detrás de una persona estresada?
– Desorden nutricional: excesos y carencias.
Síntesis hormonal desequilibrada.
Acidosis orgánica; falta de alcalinidad.
Mal función intestinal.
– Y sobre todo, colapso hepático.

Como luego veremos, el hígado controla la vitalidad, el estado emocional y la claridad mental de una persona. Un hígado sobrecargado y colapsado, generará: depresión, cólera, irritabilidad, mal humor, violencia, agresión, estrés… Entonces, ¿no es más correcto decir que una persona está intoxicada en lugar de rotularla como “estresada”?

Causa Profunda del Ensuciamiento Corporal
Los modernos problemas de salud son apenas síntomas del ensuciamiento corporal, problema generado en las últimas décadas a causa de nuestra antinatural alimentación artificializada y el total olvido del mantenimiento depurativo.

El Dr. Jean Seignalet, catedrático francés que investigó el tema durante décadas en miles de pacientes con enfermedades crónicas y degenerativas, demostró la incidencia de la moderna alimentación como causa profunda de las principales patologías actuales, muchas de ellas consideradas “incurables” por la ciencia.

El problema comienza cuando los alimentos que ingerimos no están adaptados a nuestra fisiología. Entonces la digestión de la comida es insuficiente, la flora se desequilibra, se genera putrefacción, inflamación y enlentecimiento del bolo alimenticio. Esta combinación de factores genera un peligroso incremento de la permeabilidad intestinal, lo cual permite que gran cantidad de macromoléculas alimentarias y bacterianas, atraviesen fácilmente la delgada mucosa intestinal. De ese modo, un gran volumen de sustancias inconvenientes pasa rápidamente al flujo sanguíneo, generándose graves problemas ulteriores, como la hipertensión, el colapso de la función hepática, el “tilde” del sistema inmunológico e

inéditas parasitosis crónicas. Dicho de otra manera, en condiciones normales, lo toxico y no digerido, se elimina; actualmente, lo toxico y no digerido, se absorbe.

El Dr. Seignalet clasificó a las enfermedades según los tres tipos de reacciones generadas por las distintas moléculas que atraviesan la mucosa intestinal permeable.

Cuando se trata de moléculas antigénicas (que provocan reacción inmune), progresivamente se generan  enfermedades autoinmunes.

Cuando las moléculas no provocan reacción inmunológica, su acumulación progresiva genera enfermedades de intoxicación. Cuando las moléculas ensuciantes intentan ser eliminadas por los glóbulos blancos, su abundancia genera enfermedades de inflamación.

Luego de 30 años de tratar y remitir casos incurables, es importante lo que concluyó el        Dr. Seignalet: Al final, es el balance entre los aportes y las salidas de desechos, lo que determina la evolución de la enfermedad:

  • Cuando los aportes superan las salidas, más o menos tarde podemos esperar una enfermedad.
  • Cuando las salidas superan los aportes, el retorno a la normalidades posible.
  • La eliminación parcialde los desechos se traduce en una mejora parcial.
  • La eliminación totalde los desechos se traduce en una remisión completa.

En síntesis, lo que habitualmente llamamos enfermedad, no es más que un intento del cuerpo por sobreponerse al agobio tóxico… que nosotros mismos generamos cotidianamente y nunca aliviamos. Es fácil constatar cómo  reduciendo la toxemia, remiten los síntomas que habitualmente rotulamos como “enfermedades”.

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¿Cómo comenzar?
En presencia de un organismo sobrecargado de toxinas, y más aún, si dicho estado de sobrecarga es de antigua data, la pregunta resulta obvia: ¿por dónde empiezo? Por cierto, cada organismo es distinto y reacciona en forma diferente, pero en todos los casos la necesidad imperiosa es una: limpiar para restablecer el orden perdido.

Es por ello que, a modo de estrategia inicial, hablamos de un paquete depurativo básico. Dicho conjunto de acciones, está basado en dos aspectos imprescindibles y complementarios, que van bien para todos: evacuar los desechos antiguos acumulados y evitar que penetren nuevos desechos, sin dejar de satisfacer las necesidades orgánicas. Tal como indica el ejemplo del automóvil con su motor carbonizado, ambas cosas (limpiar y no ensuciar) deben realizarse al mismo tiempo.

Quién haya realizado alguna cura depurativa, habrá constatado la cantidad de toxinas que pueden acumularse en el cuerpo. Cuando el organismo ve sobrepasada su capacidad de eliminación, no tiene más remedio que almacenar la escoria tóxica remanente, rogando que en algún momento se produzca la pausa que permita evacuar los desechos.

Esta pausa sería el antiguo y olvidado hábito del ayuno, o bien una crisis depurativa (el caso de una gripe). Pero como los ayunos no se hacen y las crisis se reprimen con fármacos, los remanentes tóxicos se incrustan cada vez más en las profundidades de los tejidos, encapsulados en líquidos o cuerpos grasos para evitar que generen daño.

Esta lógica corporal (homeostasis) de no contaminar el resto del organismo, es similar a la que usamos en casa cuando hay huelga de recolectores de basura. Mientras esperamos que se restablezca el servicio, depositamos los residuos en bolsas gruesas, para evitar que contaminen la vivienda. Como el cuerpo no dispone de bolsas de consorcio, echa mano a la grasa corporal (captura lipógena) o a la cristalización (cálculos hepáticos) para encapsular y aislar toxemia.

Paquete Depurativo Básico
Habiendo visto los principales mecanismos y leyes de la depuración orgánica, estamos en condiciones de evaluar puntos críticos, tipos de desechos predominantes y órganos a estimular. Pero más allá de las particularidades de cada persona, veremos a continuación un conjunto de recursos que pueden utilizarse simultáneamente, con cierta seguridad e indudables beneficios en todos los casos. Nos referimos al paquete depurativo básico, un abordaje efectivo, basado en dos líneas de acción bien identificadas: limpiar y no ensuciar.

Es obvio que cada persona responde a una particularidad y a una historia que la diferencia del resto. No será lo mismo un individuo que ha siempre cuidado su estado general, a una persona con ensuciamiento corporal crónico, que por años no ha realizado ninguna tarea depurativa, cosa por demás frecuente hoy día. Por cierto, tampoco serán iguales las reacciones orgánicas frente al trabajo depurativo, pero en ningún caso resulta contraproducente actuar. Es más, a mayor cronicidad y gravedad, mayor necesidad de intensificar la tarea.

Esto nos lleva a reiterar los conceptos vertidos en la introducción de este libro: siempre es mejor contar con la supervisión de un profesional para llevar adelante estas prácticas eminentemente caseras. El problema es encontrar un profesional que maneje estos conceptos y estas temáticas, en muchos casos ignoradas u olvidadas. Un ejemplo de esto es la “negación oficial” de los cálculos hepáticos, las burlas disuasorias frente a los lavajes intestinales o la casi nula consideración de las parasitosis, acusando a los pacientes de “delirio parasitario” frente a obvios falsos negativos de estudios inadecuados.

De allí la importancia que estos temas sean retomados seriamente por la ortodoxia médica, a fin de lograr el necesario enriquecimiento del arsenal terapéutico, frente a los nuevos desafíos de nuestra cambiante realidad. Mientras tanto, las personas deben ocuparse sin dilaciones de resolver sus problemas, ya que es su propia calidad de vida la que está en juego. Si no se resuelve la causa profunda del desorden, será inevitable seguir “chapaleando en el barro” de los síntomas y sus nefastas consecuencias. La cuestión está en nuestras manos: los de “afuera” son “de palo”…

Muchas veces nos encontramos con gente que duda en iniciar estas prácticas depurativas, temerosas de sufrir algún efecto negativo en la experiencia. Sin embargo, esas mismas personas ignoran, total o parcialmente, los efectos secundarios, seguros y probados, de las prácticas ortodoxas a las que están siendo sometidos.

Más que “efectos negativos”, estas prácticas depurativas generarán sensaciones causadas por las positivas reacciones de la vital energía corporal que ha despertado: fiebre, erupciones, mucosidad, nauseas, diarreas, sudor fuerte, etc. Sensaciones que siempre deberán ser comprendidas y soportadas con paciencia y  perseverancia, y nunca reprimidas. Cuanto más rápido aparecen los síntomas depurativos, quiere decir que mayor es la energía vital disponible en el organismo y por tanto más rápida será la recuperación. Por otra parte, cuanto más intensas sean las crisis, lejos de sentir temor, debemos comprender que mejor será la resolución del problema.

Por tanto es fundamental comprender esto y no reprimir ningún síntoma. El organismo invierte mucha energía en estos procesos y al reprimirlos, estamos anulando el fisiológico trabajo orgánico, volviendo todo a foja cero. Lo mejor en estos casos es, tal como hacen los animales, “desenchufarse” y retirarse de la actividad, buscando el ayuno y el reposo reparador. Todo puede funcionar sin nosotros por unos días y mejor funcionará con uno “a pleno” y no “a media máquina”.

Limpiar y No Ensuciar
Como bien resumió el médico alemán Carlos Kozel al prologar su “Guía de medicina natural” en 3 tomos: “Curar es limpiar”. Por lo tanto no podemos pretender solución efectiva de ningún problema de salud, sin resolver el colapso tóxico que ha sido causa profunda del síntoma, luego convertido en “enfermedad”.

Otra cuestión importante a comprender cuando abordamos un proceso como el aquí propuesto, es que solo el cuerpo cura. En realidad nuestra función “curativa” se limita a crear las condiciones para que el propio organismo, a través del trabajo mancomunado de billones de células, pueda realizar las tareas de reparación, limpieza, regeneración y restablecimiento del equilibrio fisiológico perdido.

Es algo que la inteligencia corporal viene haciendo a la perfección desde hace millones de años… siempre y cuando el hombre lo permite. O sea que basta con que retiremos y dejemos de colocar “palos en la rueda”, que obstaculizan la tarea de la inmensa inteligencia y sabiduría corporal que nos anima.

Por todo esto, un eficiente abordaje depurativo implica transitar seis carriles simultáneamente: la limpieza de los órganos  más comprometidos (intestinos e hígado, en ese orden), desparasitar, depurar fluidos con preparados vegetales, oxigenar el medio interno y hacer un reposo digestivo semanal, a lo cual se suma el imprescindible cambio nutricional, que forma parte de lo que llamamos “no ensuciar”.

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Muchas personas que se asoman temerosas a este tipo de abordaje, deciden ir probando alguna cosa por vez. Claro que hacer sólo alguna de estas prácticas es siempre mejor que nada, pero si pretendemos resolver un problema crónico, debemos considerar un abordaje integrado y sinérgico, lo cual nos garantiza la máxima eficiencia reparadora, en tiempo y profundidad.

Un ejemplo. Desparasitar es siempre bueno y todos lo necesitamos. Pero si uno sólo desparasita, estará generando mortandad de parásitos y este material tóxico debe ser administrado por órganos ya colapsados a causa de la invasión parasitaria que se combate. Por ello la necesidad de contar con órganos depurativos limpios y bien funcionales. En esto ayudan las limpiezas, el reposo digestivo y los depurativos (Tónico herbario, Zeolita, Baplaros, etc).

Siguiendo con el ejemplo anterior, poco sentido tiene matar parásitos si al mismo tiempo estamos estimulando su desarrollo a través de una alimentación ensuciante con lácteos, harinas, refinados, carnes, exceso de cocidos, etc. Este enfoque nos obliga a ser responsables con lo que hacemos o dejamos de hacer; somos nosotros los que manejamos la intensidad y la eficiencia de un proceso depurativo.

Esta nota forma parte de una serie de artículos ofrecidos en la Carrera de Coaching & Mentoring de Ser.Red. Y que forman parte del Manual del Mentor del Dr Fabián Sorrentino, con la colaboración de Fernando Gasparoni.