Por Luz Ramirez. Nueva Acrópolis.

Muchos han adscrito a la comedia una función socialmente terapéutica. El mayor partidario de este punto de vista en época reciente fue el filósofo francés Henry Bergson, que pensaba que la existencia de un orden social depende de que sus miembros mantengan en sus opiniones y conductas una actitud ante la vida flexible y vital. Creía que, en última instancia, lo que nos hace reír son las situaciones en que alguien se ha vuelto inflexible hasta el punto de perder su elasticidad social, cuando el lugar de la respuesta vital ante la vida lo ha tomado una rigidez maquinal.

La risa, institucionalizada en el trabajo de los autores cómicos, tiene la función social de dirigir nuestra atención a la conducta rígida en nosotros y en los demás, y corregir esa conducta antes de que pueda resultar perjudicial. En Gran Bretaña, un grupo de científicos conductistas llevó a cabo un experimento ideado para ayudarles a determinar si la alegría promueve o no la armonía social. Planearon construir lo que denominaron “entorno humorístico”. Los resultados revelaron que la visita al entorno resultaba, en general, muy efectiva para elevar el espíritu de los sujetos. Los investigadores llegaron a la conclusión de que es posible que algunos “entornos humorísticos” similares pudieran tener un valor social para las comunidades y un medio efectivo para unirnos de nuevo.

Estos hechos y descubrimientos plantean la posibilidad de que, en última instancia, ninguna sociedad será verdaderamente sana y bien ordenada si no es capaz de reírse de sí misma.

Muchas sociedades han reconocido tácitamente el valor de la alegría periódica como forma de liberación de las tensiones creadas por las limitaciones sociales. Un ejemplo de esta idea son hasta cierto punto las vacaciones y las fiestas, durante las cuales se relajan las prohibiciones de rutina y se estimula la risa. En algunas tribus indígenas de América, esta liberación periódica de las inhibiciones estaba presidida por el payaso de la tribu. El oficio era considerado con profundo respeto, y sancionado por una antiquísima tradición. La persona que lo ejecutaba era recibida con gran veneración. Incluso hoy en día se celebra el Día de los Inocentes, fiesta especialmente dedicada a la risa y a las bromas.

La risa en las relaciones interpersonales
La risa es un lenguaje, comunica nuestra personalidad, y es extraordinariamente expresiva. Cada risa tiene un ritmo, un nivel, un volumen y una duración particulares. Es uno de los lubricantes esenciales que permite prolongar las relaciones interpersonales. Mediante la risa aprendemos a vivir y a amar felizmente. Con la risa se fraguan y se perpetúan muchas amistades.

Si dos personas son incapaces de compartir la risa, será muy difícil compartir todo lo demás. La risa es el combustible de los amigos. La falta de humor en una relación es un signo inequívoco de que algo, en alguna parte, anda rematadamente mal.

La risa fomenta la supervivencia familiar en época de felicidad y de dificultades, de victoria y de derrota, de acuerdo y de desacuerdo. La risa estimula el amor y el sentimiento de pertenencia. Es una de las cosas que mantiene juntas a las parejas. Es otra forma de comunicación, pues el humor la facilita. Para los niños, la risa es tan importante como cualquier vitamina o mineral esencial para el organismo.

cuore

La mejor de las risas emana directamente del corazón. Una de las lecciones más importantes que nos enseña la risa es que no deberíamos tener miedo de vivir la vida así emanada. Cuando alguien está demasiado cansado para sonreír, sonríale usted. No hay nadie más necesitado de una sonrisa que quien no tiene ninguna que ofrecer.