El elemento fuego, junto con el agua, la tierra y el aire, es uno de los cuatro elementos de las cosmogonías tradicionales en Occidente y es interpretado en todas las religiones y sus rituales, en la alquimia, en la astrología, en la filosofía esotérica y en la masonería. Es masculino, al igual que el elemento aire, frente a los elementos tierra y agua, que se consideran femeninos.

El elemento fuego nos trae la fuerza, la valentía, el coraje y la pasión por la vida. Es la energía en acción que nos motiva a levantarnos cada mañana y comenzar a trabajar. El fuego interior nos impulsa a buscar nuevos caminos, a enfrentar nuevos retos y correr riesgos.

Cuando trabajamos con el fuego nos sentimos vigorosos, entusiastas, optimistas y creativos. La danza activa al elemento fuego, nos conecta con la alegría de vivir y con la fuerza interna. El fuego puede convertirse en una experiencia avallasadora, arrebatada y desenfrenada.

La naturaleza inesperada del fuego nos impulsa a guiarnos por nuestros instintos, actuar sin pensar y lanzarnos a la a ventura sin medir las consecuencias.

Cuando despertamos el fuego en nuestro interior estamos creando un elemento sagrado que nos calienta, reconforta y reanima a continuar la jornada cuanto estemos exhaustos. El fuego interior se convertirá en una antorcha que nos guía y nos llene de valor y coraje cuando nos sintamos temerosos y confundidos.

La relación entre la Resolución y el Fuego
Consideremos el fuego, el calor y la energía… Observamos una manifestación corporal con ojos apretados y focalizados en un objetivo, la respiración corta por la nariz, el tono muscular alto, la disposición de ir hacia delante, y una dinámica de movimiento explosiva con sonido enérgico y corto.

Los estados de ánimo y las emociones asociadas a esta corporalidad son la vitalidad, la pasión, el entusiasmo, la voluntad; así como también la agresividad, el impulso, el enojo y el miedo, la ambición, el resentimiento, la ansiedad y la angustia.

Como expresamos anteriormente, también hay una conversación relacionada con el cuerpo y la emoción.

En este caso entramos en una relación activa con el mundo y las personas. Desde la resolución sustentamos nuestra capacidad de acción y nuestro poder personal. Las personas resolutivas son muy vitales y enérgicas. Es una disposición adecuada para conectarse con el futuro. El lenguaje es claro, ansioso, invitador. Se facilita la capacidad de focalizar en un objetivo, de poner límites, de perseverar y de transformar los sueños en realidad. Es la actitud corporal más adecuada al hacer una invitación, una declaración, una oferta, pedido o promesa.

Otra particularidad es que no siempre tenemos disponibles las disposiciones corporales de manera equilibrada. Entonces hablamos de exceso o carencia de determinada disposición. Llevada al extremo, la resolución se manifiesta en una obsesión por influir en todo según las propias ideas o el deseo de controlar. El liderazgo se convierte en tiranía con lo cual entramos en ansiedad, facilitando el acceso al enojo y la pelea.

Cuando esta disposición la tenemos en carencia, nos sentimos derrotados y vemos obstáculos en todos lados.

Cómo símbolo solar
El fuego se representa en los jeroglíficos egipcios con el sentido solar de la llama, asociado a la idea de calor corporal como signo de salud y vida. En la mayoría de los pueblos primitivos, el fuego es un demiurgo, hijo del sol y su representante en la Tierra (de ahí que se asocie con rayos y relámpagos por una parte y por otra con el oro). El antropólogo James George Frazer recogió abundante documentación sobre ritos en los que hogueras, ascuas, antorchas y cenizas eran usados por considerarse benéficos para la agricultura, la ganadería y el propio hombre.

Otras investigaciones antropológicas más recientes explican los festivales ígnicos, como ejemplos de magia imitativa para asegurar la provisión de luz y calor en el sol o con fines purificatorios, por un lado, y de destrucción de las fuerzas del mal, por otro. En este simbolismo dual, el triunfo y vitalidad del sol (espíritu del principio luminoso) sobre las tinieblas, exige la purificación como sacrificio necesario para asegurar la victoria.

Heráclito y los alquimistas
La definición del fuego por Heráclito como agente de destrucción y renovación, contenida ya en los Puranas del hinduismo y en el Apocalipsis, fue recogida por los alquimistas, en su sentido filosófico y mágico de agente de transformación (todas las cosas nacen del fuego y a él vuelven) y de germen que se reproduce en las vidas sucesivas (asociado así a la libido y a la fecundidad). Paralelamente, ese simbolismo de transformación y regeneración es común con el elemento agua.

Paracelso, Bachelard y Eliade
En el siglo XVI, Paracelso estableció ya la identidad del fuego con la vida, por la necesidad de ambos de consumir vidas ajenas para alimentarse. De ahí la esencia ultraviviente del fuego.6 El dualismo situacional del hombre ante las cosas,nota 4 y la idea alquímica de que el fuego es un elemento que actúa en el centro de toda cosa como factor de unificación y de fijación, recordada en su día por Gaston Bachelard, son los carriles por los que se desliza el tiempo hacia su final.

Los filósofos de Asia Menor y los «modernos» epistemólogos de la revolución psicoanalítica coinciden en que el fuego es la imagen arquetipo de lo fenoménico en sí.7 Dicho en palabras de Eliade: atravesar el fuego es símbolo de trascender la condición humana.

Los ejes de Schneider
Por su parte, el musicólogo alemán Marius Schneider, diferenció dos formas de fuego en virtud de su dirección o intencionalidad: el fuego del «eje fuego-tierra» (erótico, calor, solar, energía física), y el del «eje fuego-aire» (místico, purificador, sublimador, energía espiritual), identificándose éste último con el simbolismo de la espada: destrucción física, decisión psíquica.

En conclusión, el fuego, como imagen energética, puede hallarse al nivel de la pasión animal o al de la fuerza espiritual.

Simbolismos pictóricos
Incontables serían los pequeños y grandes homenajes que la pintura Europea le ha dedicado al fuego, su filosofía y sus simbolismos. En una galería no representativa, figuran aquí los ejemplos de la salamandra, Arcimboldo y Jan Lievens.

En la Astrología:
El Fuego es la energía que sigue al Agua. Se trata de un elemento rápido y sumamente activo, carente de sentimiento o reflexión. Representa como ningún otro la voluntad, la fuerza emprendedora en todos los niveles, ya se trate del pensamiento o la emoción.

Las personas con signo de Fuego tienen, por lo general, un temperamento vivo, explosivo, repentino y, en algunas ocasiones, hasta colérico.

Masculino por naturaleza, el fuego es deseo puro, pasión, individuaismo en acción. Siempre buscará satisfacer sus propias necesidades y lo hará según sus valores e ideas.

El elemento Fuego purifica y sublima, por lo que está relacionado con el futuro, con la búsqueda de lo espiritual, con la libertad, el viaje, la transformación, la eternidad.

Asimismo, los nativos de Fuego son personas llenas de energía, alegres, optimistas, personas que confían en sus propias fuerzas y habilidades y suelen imponer sus deseos a los demás.

Los signos de Fuego actúan según su deseo y ven esa acción como un impulso, no pueden dejar de hacer lo que quieren porque lo quieren ya. De ahí que suelan ser líderes en su ámbito, tanto laboral como sentimental.

Eso sí, una vez logrado lo que pretendían, se cansan rápidamente y van a por otra cosa, por lo que tienden a dispersarse. El Fuego mira hacia delante, al futuro, nunca hacia atrás. No es conservador, sino innovador. No está pendiente del otro. Carece de habilidades para hablar o explicarse, así como para reflexionar sobre sus ideas y actos.

El gran ideal de las personas Fuego es ser libre.
Compilado por Fabián Sorrentino con el aporte de Ángela Machado.