El adormecimiento se caracteriza por un miembro que es insensible, pesado, con hormigueo y generalmente no puede moverse. El adormecimiento físico es el reflejo de mi adormecimiento mental. Padezco, estoy herido. Me duele tanto que decidí dejar de sentir. Adormezco mis sentimientos. Me “retiro” porque una parte mía fue herida y que ya no la quiero sentir. Por lo tanto, me hago menos sensible.

Se trata de una “muerte” parcial para evitarme el sufrimiento. Estas heridas frecuentemente existen desde la infancia, se agravan con el paso de los años y las llevo como un peso. No aprendí a amarme y me cerré al amor en vez de compartir este amor y mi compasión.

Es una forma de huida. Esto puede representar para mí una frialdad interior, un deseo de retener el amor, una falta de dinamismo. La parte de mi cuerpo afectada así como el lado (izquierdo o derecho) me permite identificar el nivel en que sitúo mi herida.

Mi cuerpo me dice que es tiempo de recobrar mi espontaneidad frente a la vida, que debo despertar en mí más amor, dinamismo y entusiasmo sobre el aspecto de mi vida en cuestión. Así aumentaré mi calidad de vida en este mundo, lo a lo cual tengo derecho. Acepto, aquí y ahora, aprender a amarme más y abrirme realmente al amor, en vez de detener este amor y mi compasión. Levanto la barrera que había instalado desde tanto tiempo.

Cuanto más aprendo a amar, más comprendo que hay un retorno: recibo amor y amistad. Esta serenidad que buscaba desde siempre en el exterior ahora brota de mí y la comunico a los demás